El pasado día 3 de Mayo llegaba a Bangkok para embarcarme en una aventura cuyo alcance a
penas conocía. Sabía que venía a colaborar en un
proyecto de ayuda a la integración de niños
Karen Mon, Birmanos o Laosianos cuyas
familias se mueven desde hace décadas a uno y otro lado de la frontera birmano – tailandesa pero siguen sin
derechos, sin nacionalidad, sin papeles y sin tierra.
Lo que
iba a ser un voluntariado de seis meses se ha convertido casi sin proponérmelo
en un proyecto de mayor y más profundo alcance.
Lo que parecía difícil, incluso extenuante, se hace con la práctica
fácil y gratificante.
He
vivido un curso escolar completo en el
Noroeste de Tailandia y he vuelto a tener 24 años. Rodeados de niños, ensordecido por sus
gritos, reconfortado por sus abrazos he
revivido todas las emociones de aquellos años de juventud en que llegué a Tailandia por primera vez con la
mochila llena de ilusiones.
Ayer precisamente se volvieron a
unir en un sencillo gesto el sereno y
meditado compromiso actual con la joven ilusión del ayer. Mis antiguos alumnos, quisieron brindarme un
pequeño homenaje en uno de los afamados
restaurantes de la capital. Fue, quizá, tan emocionante para ellos como
para mí. La mayoría no se habían vuelto
a ver desde hacía más de 30 años. La vida
los ha llevado por mil caminos; a mi izquierda aquel alumno
serio y estudioso es hoy uno de los cirujanos más afamados de Tailandia y el primero en realizar un trasplante de hígado en
el país. A mi derecha otro, es
dueño y director de un conocido colegio infantil. Todos se alegran de verse, de recordar viejas
anécdotas, de mencionar profesores que
ya no están.
En el improvisado discurso al
final de la cena les señalo que no es
fácil reconocer las caras aniñadas de ayer en
los curtidos rostros con que me
miran, pero que una cosa tengo clara,
ahora, la diferencia de edad se nota menos. Les expreso mi satisfacción del estar de nuevo
en Tailandia y de poder colaborar en el
proyecto Escuela de Bambú. Les invito a
que lo visiten y concluyo diciendo que
lo importante no es tanto lo que uno hace en la vida como la emocionada
intensidad con que se hace y la
felicidad que se consigue por bien hacerlo.
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