12 de agosto de 2013

Escuela de Bambú: Kate


Desde hace mucho tiempo, la preocupación de las diferentes organizaciones  de ayuda humanitaria  por la educación de los niños  de las zonas fronterizas entre Birmania y Tailandia ha sido una constante.  “Ningún niño dejado atrás, ningún niño sin una oportunidad”  parece ser el lema.  Y así han surgido iniciativas diversas y de muy diversos signos como las escuelitas católicas fundadas por los párrocos en la zona de Mesoc, las iniciativas del Padre Sacol en Thong Pha Phum, la relativamente  reciente iniciativa de los Hermanos de La Salle en su Escuela de Bambú en el Paso de las Tres Pagodas  o la más antigua y quizá desconocida  Escuela de Bambú en Bong Ti , de Kate, una mujer carismática a la que dedicaré con cariño  este relato.
“ No será este el otro ayuno que yo quiero…? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Qué cuando veas a un desnudo le cubras y de tu semejante no te apartes?      (Isaías  58)
 De piloto de helicópteros de rescate  a “Mon Mon Kat”

Esta Neozelandesa antigua  piloto de helicópteros de rescate, y luego enfermera  en un hospital de Bangkok, se encuentra en el esplendor de su vida adulta frente a un veredicto inapelable: su cáncer no tiene cura. Le quedan dos meses de vida. Regresa a su país, se somete a los tratamientos que la imponen y dos años más tarde, totalmente restablecida comprende que acaba de recibir el regalo de una nueva vida para hacer algo con ella.  El capítulo 58 del libro de Isaías se convierte en su guía, regresa a Tailandia  en busca de algún proyecto  en el que invertir esa nueva vida regalada. 


Se desplaza hacia el Noroeste de Tailandia, una de las zonas más pobres del país y recala en la zona de Bong Ti,  fronteriza con Birmania y en ese momento foco candente de luchas entre el ejército birmano y la minoría étnica Karen.  Las tropas asolan e incendian los pueblos Karen, matan  a los hombres, violan a las mujeres y dejan multitud de huérfanos que huyen con los supervivientes a refugiarse del otro lado de la frontera en Tailandia.  Kate crea la  “Bamboo School”, una escuela de Bambú que muy pronto rompe el sentido estricto de escuela y se convierte en casa de acogida, orfelinato y dispensario o un conglomerado de todo eso y mucho más.
Eminentemente práctica, Kate pone mucho cuidado en no duplicar servicios que puede conseguir localmente. Así, cuando logra que las escuelas locales admitan a sus chiquillos, ella deja la actividad escolar y se centra en atender a los niños abandonados. Ahí, lamentablemente el trabajo no le falta. Recibe desde recién nacidos a niños de catorce a dieciséis años.  La “Bamboo School” es su casa, y Kate se ha convertido en “Mom Mom Kat” (mamá Kate) e independientemente de que su idioma original sea el Karen, el birmano o el tailandés todos hablan con ella en inglés   

Algunos de esos niños han dejado el orfelinato hace tiempo, se han independizado, y trabajan en diversos lugares, pero todos ofrecen a Mom Mon Kat  al menos un día al mes de servicio en el orfelinato en pago de todo lo que recibieron durante el tiempo que estuvieron allí.  Kate recibe colaboración y ayuda principalmente de médicos voluntarios que la ayudan en el dispensario y en la casa de acogida. 
El día que la visitamos tiene en brazos a  “Fa Sai”  (Cielo brillante), una recién nacida abandonada por su madre en un retrete. Afortunadamente un vecino que pasaba cerca oyó gemidos y dio el aviso,  pero el bebé había estado desatendido demasiado tiempo y a consecuencia de ello había pedido totalmente la vista.  A través de sus contactos, Kate ha conseguido que “Fa Sai” sea operada por uno de los mejores oftalmólogos de Bangkok.  Ya ve con un ojo y los médicos siguen pensando que la recuperación del otro ojo es posible.
Ese mismo día, una  ONG  de Bangkok  hace revisión médica de todos los niños del orfelinato incluidos  dos  jóvenes de un grupo de voluntarios  que a través de La Salle han venido a colaborar con el Padre Sakol en la construcción de una guardería  y que han contraído el dengue.
Nuestra visita no había sido anunciada, pero con “Fa Sai” , el quinto niño que tiene que adoptar este año en brazos, nos atiende con una serenidad y una atención que pareciera no hay nada más importante para ella en estos momentos que responder a nuestras preguntas.  Sin que nos hayamos percatado alguien en la casa nos ha preparado entre tanto la comida. Salimos de Bong Pi con la sensación de haber encontrado una persona buena plenamente volcada en hacer  del regalo de esa segunda parte de su vida algo gratificante para todos los que la rodean.

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