Desde hace mucho tiempo, la
preocupación de las diferentes organizaciones
de ayuda humanitaria por la
educación de los niños de las zonas
fronterizas entre Birmania y Tailandia ha sido una constante. “Ningún niño dejado atrás, ningún niño sin
una oportunidad” parece ser el
lema. Y así han surgido iniciativas
diversas y de muy diversos signos como las escuelitas católicas fundadas por
los párrocos en la zona de Mesoc, las iniciativas del Padre Sacol en Thong Pha
Phum, la relativamente reciente
iniciativa de los Hermanos de La Salle en su Escuela de Bambú en el Paso de las
Tres Pagodas o la más antigua y quizá
desconocida Escuela de Bambú en Bong Ti ,
de Kate, una mujer carismática a la que dedicaré con cariño este relato.
“
No será este el otro ayuno que yo quiero…? ¿No será partir al hambriento tu
pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Qué cuando veas a un desnudo le
cubras y de tu semejante no te apartes?
(Isaías 58)
De piloto de helicópteros de rescate a “Mon Mon Kat”
Esta Neozelandesa
antigua piloto de helicópteros de
rescate, y luego enfermera en un
hospital de Bangkok, se encuentra en el esplendor de su vida adulta frente a un
veredicto inapelable: su cáncer no tiene cura. Le quedan dos meses de vida.
Regresa a su país, se somete a los tratamientos que la imponen y dos años más tarde,
totalmente restablecida comprende que acaba de recibir el regalo de una nueva
vida para hacer algo con ella. El
capítulo 58 del libro de Isaías se convierte en su guía, regresa a
Tailandia en busca de algún
proyecto en el que invertir esa nueva
vida regalada.
Se desplaza hacia el Noroeste de Tailandia, una de las zonas más pobres del país y recala en la zona de Bong Ti, fronteriza con Birmania y en ese momento foco candente de luchas entre el ejército birmano y la minoría étnica Karen. Las tropas asolan e incendian los pueblos Karen, matan a los hombres, violan a las mujeres y dejan multitud de huérfanos que huyen con los supervivientes a refugiarse del otro lado de la frontera en Tailandia. Kate crea la “Bamboo School”, una escuela de Bambú que muy pronto rompe el sentido estricto de escuela y se convierte en casa de acogida, orfelinato y dispensario o un conglomerado de todo eso y mucho más.
Se desplaza hacia el Noroeste de Tailandia, una de las zonas más pobres del país y recala en la zona de Bong Ti, fronteriza con Birmania y en ese momento foco candente de luchas entre el ejército birmano y la minoría étnica Karen. Las tropas asolan e incendian los pueblos Karen, matan a los hombres, violan a las mujeres y dejan multitud de huérfanos que huyen con los supervivientes a refugiarse del otro lado de la frontera en Tailandia. Kate crea la “Bamboo School”, una escuela de Bambú que muy pronto rompe el sentido estricto de escuela y se convierte en casa de acogida, orfelinato y dispensario o un conglomerado de todo eso y mucho más.
Eminentemente práctica, Kate
pone mucho cuidado en no duplicar servicios que puede conseguir localmente.
Así, cuando logra que las escuelas locales admitan a sus chiquillos, ella deja
la actividad escolar y se centra en atender a los niños abandonados. Ahí,
lamentablemente el trabajo no le falta. Recibe desde recién nacidos a niños de
catorce a dieciséis años. La “Bamboo
School” es su casa, y Kate se ha convertido en “Mom Mom Kat” (mamá Kate) e independientemente
de que su idioma original sea el Karen, el birmano o el tailandés todos hablan
con ella en inglés
Algunos de esos niños han
dejado el orfelinato hace tiempo, se han independizado, y trabajan en diversos
lugares, pero todos ofrecen a Mom Mon Kat
al menos un día al mes de servicio en el orfelinato en pago de todo lo
que recibieron durante el tiempo que estuvieron allí. Kate recibe colaboración y ayuda
principalmente de médicos voluntarios que la ayudan en el dispensario y en la
casa de acogida.
El día que la visitamos
tiene en brazos a “Fa Sai” (Cielo brillante), una recién nacida
abandonada por su madre en un retrete. Afortunadamente un vecino que pasaba
cerca oyó gemidos y dio el aviso, pero el
bebé había estado desatendido demasiado tiempo y a consecuencia de ello había
pedido totalmente la vista. A través de
sus contactos, Kate ha conseguido que “Fa Sai” sea operada por uno de los
mejores oftalmólogos de Bangkok. Ya ve
con un ojo y los médicos siguen pensando que la recuperación del otro ojo es
posible.
Ese mismo día, una ONG de
Bangkok hace revisión médica de todos
los niños del orfelinato incluidos
dos jóvenes de un grupo de
voluntarios que a través de La Salle han
venido a colaborar con el Padre Sakol en la construcción de una guardería y que han contraído el dengue.
Nuestra visita no había sido
anunciada, pero con “Fa Sai” , el quinto niño que tiene que adoptar este año en
brazos, nos atiende con una serenidad y una atención que pareciera no hay nada más
importante para ella en estos momentos que responder a nuestras preguntas. Sin que nos hayamos percatado alguien en la
casa nos ha preparado entre tanto la comida. Salimos de Bong Pi con la
sensación de haber encontrado una persona buena plenamente volcada en hacer del regalo de esa segunda parte de su vida algo
gratificante para todos los que la rodean.
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