4 de agosto de 2013

Escuela de bambú: "Amo a mi profesora porque mi profesora me ama”


Galardonado con el 2º Premio Nacional de Redacción con ocasión del día del Maestro de  2553, este relato, escrito hace tres años por Boo, una de nuestras alumnas  dice más sobre educación en esta región de lo que yo pueda  escribir.  Me contentaré por consiguiente con  presentaros  una  traducción libre de su trabajo.  
Cuando fui  a la escuela no era muy lista, no sabía leer, mis conocimientos no estaban a la altura de los de mis compañeros. Yo era la “tonta” para todos ellos, hasta que  un día, una profesora vino al encuentro de mi vida.  Esta profesora se llamaba Mila. Era muy buena profesora.  Yo  absorbía poquito a poco todos los conocimientos que podían entrar en mi cerebro. Esto me cambió, dejé de ser la tonta de la clase y me convertí en una chica lista.

Un día en que en mi escuela se celebraba un certamen competitivo sobre conocimientos académicos, mi profesora me animó a que me presentara y participara en el examen.  Yo le dije que no quería competir porque aún tenía muy pocos conocimientos pero la profesora me dirigió unas palabras llenas de fuerza y de ánimo diciéndome:  “Chiquilla, nada, nada se puede obtener  con facilidad sin pasar por una práctica intensiva, y aunque los resultados de este examen no llenen de orgullo a tu profesora con el primer premio, tus resultados serán los míos” Estas palabras de la profesora de no dejarme vencer han sido la fuerza que me ha acompañado desde entonces.
Tres semanas después de que mis padres se fueran a trabajar a Tailandia, tuve que ir a vivir con una tía.  Sucedió que el hijo de mi tía cayó enfermo. Entonces, mi tía me dijo: “Mi hijo está enfermo porque tú has venido a esta casa”. Sin embargo yo veía a su hijo con buena salud.  Mi tía me pidió que me fuera de la casa. Yo me eché a llorar y me fui a la casa de mi abuelo paterno, pero éste también me dijo que me marchara, que no podía quedarme con él. Me encontré con todos los caminos cerrados, entonces decidí ir a dormir a la escuela. Esa fue mi salvación.  La profesora Mila me vio sentada llorando debajo del árbol “Tonsai” junto a la escuela. La profesora me aseguró que si el hijo de mi tía estaba enfermo yo nada tenía que ver con eso, que mi tía no quería que me quedara porque era gastar arroz y comida de la casa y era verdad que en aquel momento la situación económica de mi tía no era muy buena.  La profesora me dijo: “Vente a vivir a mi casa. Sólo te pido que te apliques en el estudio y que seas una buena chica, con eso me basta”.
La autora en la actualidad
El primer día del año escolar siguiente, mis padres no tenían dinero para enviarme a la escuela. Entre tanto, mis amigas habían avanzado mucho en los estudios. Un día la profesora vino a verme a casa y me preguntó: ¿Por qué no vienes a la escuela?” Yo le expliqué las razones por las que no podía ir a pesar de lo mucho que yo quería estudiar.  Ella me contestó que no me preocupara y que volviera a la escuela.
Al día siguiente volví a la escuela. Mis amigas lucían vestidos nuevos y una blusa blanca muy bonita mientras que yo sólo tenía una blusa vieja y tenía que utilizar viejos cuadernos. Mis amigas no me dejaban jugar con ellas pero cuando la Señora Mila supo lo que decían de mi, me pidió que tuviera paciencia, que me fijara en el futuro con esperanza.
Todos los días por la mañana los niños teníamos tareas que hacer en la parte de la escuela de la que éramos responsables. Algunos se sentaban y no hacían nada, se aprovechaban de los servicios de los demás, y todavía me acusaban a mi de no hacer nada, pero yo no les hacía caso porque la profesora me había enseñado que sólo hiciera cosas buenas. “Si no hacemos el bien, no podemos regañar a los demás”.  Ella me enseñó a controlar mis emociones y a no mostrar resentimiento por las críticas de los demás.  La Señora Mila me decía a menudo: “¿Quieres ser una buena estudiante? ¿Quieres tener resultados en tus estudios? ¿Quieres leer bien y hablar bien?” y todas las veces la profesora tenía una respuesta para estas preguntas. Me decía: “nadie puede ser lista si le falta aplicación y determinación”.
Tuve la ocasión de presentarme a un examen y sacar el primer premio gracias a los conocimientos que la profesora me había inculcado, y gracias también a la virtud y bondad con la que ella me había ido puliendo.

Por eso la Señora MIla es una maestra que merece nuestro respeto y admiración, porque ella enseña a sus discípulos a que sean atrevidos tanto refiriéndose a los conocimientos como a la bondad.  Yo he sido su discípula, pero eso amaré y veneraré  a mi profesora toda mi vida.

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