He tardado en comprender el proceso de
aprendizaje de mis alumnos a la hora en enfrentarse con el Inglés. Habituados desde la más tierna infancia a declamar, yo diría casi
a canturrear o mejor aún salmodiar todo lo que aprenden, se sienten
absolutamente desprotegidos cuando se les enfrenta de forma individual a pronunciar cualquier palabra en éste, para
ellos terrible idioma.
Me he dado cuenta de que para ellos,
las palabras no son un conjunto de fonemas que combinados entre sí forman
unidades de significado, que cuando se trata de un idioma extranjero
aprehendemos como un todo de la misma manera
que aprehendemos la realidad de un cuadro, o de un dibujo, sino que cada palabra es sólo un conjunto de
letras que hay que memorizar como se
memorizan las piezas de un puzle o una
secuencia de colores. De hecho aprenden por separado la palabra oída (sonido) y la palabra gráfica (escrita).
Llegué a este descubrimiento cuando escribí en el encerado una frase y al pedir
a un alumno concreto que la leyera, la repitió mirándome a mí en lugar de mirar
al encerado. Entonces borré dos palabras
clave de la frase y le volvía pedir que leyera su frase. la volvió a repetir tal como el la había
memorizado inicialmente. No había leído la frase.
Me dí cuenta con espanto, que mi
alumno no sabe leer las palabras, ni bien ni mal, sencillamente no sabe leer.
Ha llegado a tercero de primaria y conoce, entiende, algunas palabras que ha
oído miles de veces, pero no las distinguiría escritas en un libro o en un
encerado.
Para
mi alumno Wichai la palabra
“rice” es sobre todo
r-i-c-e que a base de repetición,
preferiblemente coral, es capaz de asociar
a un sonido específico
“rais” y a un alimento abundante
en su país y que constituye la base de su dieta hasta el punto de utilizar la misma palabra para dar a entender
que ya se ha comido.
Se tarda algún tiempo en entender este
mecanismo de aprendizaje y comprender que
la frase mejor sabida cuando la recita el conjunto de la clase, es una
trampa para ratones cuando se pide a cada alumno individualmente que la
lea.
Era importante descubrir dónde estaba el problema.
Me doy cuenta de que muchos alumnos esconden su incapacidad de lectura
gracias a una excelente memoria auditiva y capacidad de repetición. Las prisas
no son buenas consejeras. Ya no pretendo
terminar el libro. Me gustaría que aprendieran a leer algunas palabras, que las
memorizaran que entendieran su
significado y que las evocaran cuando se
les presenta una representación gráfica de su significado.