En Internet existen
magníficas páginas sobre comida tailandesa, una de las más apreciadas
internacionalmente por la armoniosa combinación de los sabores amargo, dulce,
agrio, salado y picante. Por otra parte existe una gran variedad en los hábitos
culinarios de cada región por lo que en estas notas me referiré a aspectos generales y a la
alimentación en esta zona montañosa del
noroeste de Tailandia poblada por tailandeses, apátridas o refugiados de origen Karien o Mon que viven en cabañas de bambú y paja a pie de las plantaciones de
caucho y por la población flotante de la misma etnia que procedente de Myanmar pasan
todos los días la frontera de Birmania para venir a trabajar en las fábricas de calzado y ropa por menos
de 150 euros al mes.
Lo primero que llama la
atención de esta gente es que comen a todas horas y en cualquier lugar. No hace falta ir lejos para encontrar donde picar o comer algo a cualquier hora. Una motocicleta puede ser una improvisada
tienda de chucherías, la misma
motocicleta con sidecar puede ser una cocida ambulante que te prepara en un
santiamén un plato de arroz con caldo de pollo y verduras. Te puedes preguntar dónde y como limpian los
utensilios o sencillamente apretar los dientes y confiar en tus propias
autodefensas.
Una destartalada cabaña a
pie de carretera puede ser una
restaurante donde se cocinan varios platos, siempre a la vista y puedes optar entre un arroz frito con pollo y huevo
“Khao pat kai khai” o una sopa de
tallarines de arroz “khuei tio” o
algunos platillos sencillos en los que sobre un lecho de arroz se añaden trozos de carne desmenuzada, verduras,
principalmente pequeñas
berenjenas verdes, chalotes o judías verdes que aquí se les denomina de una yarda por su exagerada longitud (generalmente por encima de los 70
centímetros) y que se integran casi
crudas en el plato.
No se han olvidado de
ponernos cuchillos. Sencillamente el
cuchillo no se utiliza en la mesa. Todo
viene suficientemente cocido o desmenuzado como para que no necesite cortarse.
Pero, contrariamente a lo que se pueda pensar tampoco se come con
palillos. la comida se lleva a la boca
con la cuchara y se ayuda uno con el tenedor.
Lo que no faltará nunca
sobre la mesa es un surtido completo de especias y salsas, desde el inofensivo
“nam pla” una salsa de pescado que se
utiliza para aromatizar y salar los platos pasando por el “nam prik” que
consiste en vinagre de arroz en el que se han troceado chiles de diferente picor, “siracha sauce” otra salsa de chiles muy picante, chiles
molidos etc. En general estamos ante una comida muy especiada y muy
picante que al tiempo que excita las papilas gustativas nos hace sudar
y la evaporación del sudor nos refresca.
De manea mucho más expeditiva, cuando nos hemos pasado con el picante
también podemos apagar el picor masticando bastoncitos de pepino crudo que
estratégicamente suelen encontrarse
sobre la mesa.
En restaurantes algo más sofisticados de las pequeñas poblaciones evidentemente las opciones son mayores y si en términos generales hay que desconfiar de las sopas que suelen ser siempre muy especiadas siempre podemos refugiarnos en la “ Tom yam kung” una excelente sopa con gambas, leche de coco y hoja limón o citronela que le da su sabor característico.
Estamos en una zona del país
de grandes masas arbóreas. Abundan las
heveas o árboles del caucho, las tecas de excelente y pesada madera, pero hay
pocos frutales. En términos generales la fruta es poco abundante y cara en esta
región porque la mayor parte viene del centro este del país. De todos modos no
faltan las bananas regordetas y muy cortas en esta zona, las papayas, rojas o
amarillas, y ocasionalmente los mangos
cuyo precio suele salirse del presupuesto familiar.
El agua corriente, donde la
hay, no es potable, por lo que se suele comprar agua en bombonas de 20 litros
para beber y cocinar. No deja de
ser agua
filtrada y purificada
químicamente pero ofrece mayor seguridad. El
vaso de agua fresca, siempre queda la duda de con qué agua se hicieron
los cubitos de hielo, es lo primero que
te ofrecen cuando te sientas a come en algún sitio. También hay diferentes bebidas edulcoradas
o con base de té y naturalmente
la cerveza Singha o Leo de fabricación
local.
Omito voluntariamente hablar
de dulces y frutas o comidas más exóticas porque no entran en mi dieta habitual
y desde luego menos aún en la dieta de las personas que me rodean. Con un poquito de buena voluntad y una mente
abierta y curiosa, comer en Tailandia puede ser una delicia y si nos adaptamos
a los usos locales incluso una delicia muy barata.