Con un recogimiento propio de una capilla, nos hemos reunido un centenar de personas en la Universidad Internacional Menédez Pelayo en la última velada poética del verano en torno a Luis Alberto de Cuenca. El poeta ha espigado entre en sus libros y antologías para leernos una treintena de sus poemas preferidos.
Había tenido ocasión de leer muchos de ellos, pero escuchados así, en directo, modulados, casi interpretados por el autor, me sonaron diferentes. Era como si me hablara, como si pusiera en mis labios esas palabras que alguna vez quise tener, que alguna vez quise decir a alguien muy especial.
Algunos de los poemas leídos como Julia , Volveremos a vernos, Cuando vivías en la Castellana, La noche blanca, me emocionaron particularmente. A modo de homenaje transcribo aquí uno de los poemas leídos esta noche.
Bébetela
Dile cosas bonitas a tu novia:
“Tienes un cuerpo de reloj de arena
y un alma de película de Hawks.”
Díselo muy bajito, con tus labios
pegados a su oreja, sin que nadie
pueda escuchar lo que le estás diciendo
(a saber, que sus piernas son cohetes
dirigidos al centro de la tierra,
o que sus senos son la madriguera
de un cangrejo de mar, o que su espalda
es plata viva). Y cuando se lo crea
y comience a licuarse en tus brazos
no dudes ni un segundo:
bébetela.
El bosque y otros poemas (1997)
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