26 de marzo de 2009

Desconocido en ti


Yo estaré en tu pensamiento, no seré más que una sombra
imprecisa;

Habré existido un instante en que la alegría y la piedad
ardían en tus ojos.

Pero también, quiero permanecer desconocido en ti.

Desconocido. Simplemente envuelto en tu felicidad.

Tú distraída en tu luz y yo apenas viviente en ella
y así imperceptiblemente amado, esperar la desaparición.

Aunque quizá estamos ya separados por un hilo de sombra
y cada uno está en su propia luz

y la mía es la que tú vas abandonando.

Antonio Gamoneda
De Cecilia

23 de marzo de 2009

El eco de tu voz


Cuando mencionamos la palabra ECO automáticamente nos imaginamos caminando por un desfiladero y lanzando llamadas que se estrellan contra las rocas y regresan a nosotros con una miseriosa reverberación. Recordamos también que la mitología se apoderó del fenómeno para explicar cómo Hera fue engañada por Zeus utilizando la voz de una oréada o Ninfa de la Montaña.

Pero no trato aquí de hablar de Eco como figura mitológica ni como fenómeno físico, sino del eco como arte de saber escuchar. Creo que escuchar es algo que nos cuesta mucho a todos. Oímos, escuchamos de pasada, pero no ejercemos la escucha atenta, la escucha que anima y ayuda a clarificar ideas. La Eco mitológica fue castigada por Hera a repetir la última palabra de cada frase y desaparecer ... desvanecerse...
Y en eso precisamente consiste la escucha atenta. Tan atenta que acabamos fundiéndonos con nuestro interlocutor, repitiendo su última palabra, para asegurarle que seguimos escuchando, que reformulamos lo que nos dice obligándole así a explicarse y precisar su pensamiento.
Las personas que apreciamos y que nos aprecian, no necesitan generalmente de nuestros consejos y desde luego, cuando los necesitan nos los piden directamente y sin rodeos. Pero lo que siempre necesitan es que les escuchemos.

Unas veces hablan por vanidad, por necesidad de sentirse importantes de justificar su mediocre existencia. Tienen que encontrar a alguien a quien contar sus proezas, sus conquistas, sus logros en el deporte, en la pesca, o en el trabajo. Escuchar con atención en estas ocasiones es una auténtica proeza porque además de aburrirnos sentimos un irreprimible deseo de mandarles a paseo

Otras veces nos buscan porque no tienen claro lo que quieren. Se debaten en una maraña de alternativas y una confusión mental tal, que lo que buscan es aclarar las ideas. No necesitan que acrecentemos su confusión aportando soluciones. Los argumentos están ahí a favor y en contra de su proyecto, pero necesitan verbalizarlos para ordenarlos, priorizarlos y tomar una decisión. Si a caso, en estos casos sólo cabe hacer alguna pregunta aclaratoria sobre sus argumentos, para ayudarles a reformularlos de manera congruente con el caso.

Con frecuencia alguien que confía en nosotros nos habla porque se siente abatido, sin ganas, deprimido, nostálgico y no sabe muy bien por qué. Nuestro error en estos casos es ofrecer recetas como quien dispensa pastillas en una farmacia. Frases como "Lo que tienes que hacer es..." "No pienses en ello..." "Eso son tonterías..." son recurrentes cuando alguien nos está contando sus pequeñas frustraciones o sus desánimos. Necesitamos enormes dosis de empatía para silenciar nuestras recetas, y sobre todo para callar nuestras propias y parecidas congojas. No es el momento de decir: "igual que lo que me pasó a mí cuando... " y lanzarse en una perorata sobre nuestros propios problemas. Sentir empatía supone intentar pensar y sentir con nuestro interlocutor, pero no para suplantarlo sino para entender lo que nos cuenta sintiendo como él siente y con la misma intensidad que él está experimentando. Las palabras de asentimiento, las interjecciones breves que denotan nuestra presencia y nuestra escucha, y breves preguntas aclaratorias, pero nunca indagatorias, son algunas de las reacciones válidas en estos casos. El mejor alago que nos pueden hacer después de haber escuchado en perfecto silencio las confesiones o las angustias de un amigo, es que se despida diciendo : "¡Muchas gracias! No sabes cuánto me han ayudado tus consejos!”

Actuar así, es convertirse en ese anhelado eco que todos buscamos alguna vez y sinceramente a veces, me gustaría encontrar esa peña perfecta en la que se refracten mis pensamientos y mis dudas y me reboten como un límpido eco que me ayude a comprenderme mejor.

17 de marzo de 2009

Richard Yates: Vía Revolucionaria


VIA REVOLUCIONARIA
Novela
Richard Yates
Alfaguara 2008
Título original: Revolutionary Road 1961 y 1989
Traducida del inglés por Luis Murillo Fort
364 páginas

La reciente película de Sam Mendes, protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslett, que ha merecido tres nominaciones a los Oscar 2009, ha puesto nuevamente en el candelero y ha revalorizado la obra de Richard Yates y en particular la novela que ha servido de guión a la película del mismo título y que ya en 1961 fue finalista del prestigioso Nacional Book Award.

Sin embargo, Richard Yates es un escritor desencantado y su novela nos sume en una profunda tristeza. La nueva urbanización en las afueras de Nueva Cork a la que se mudan la joven pareja formada por Frank, April y sus dos hijos, no debería llamarse “Via Revolucionaria” sino “El callejón de los sueños rotos”

Y es que Yates, como pocos escritores de su época ha calado en el desencanto americano de los años sesenta, ha presentido el final del gran sueño americano de la familia feliz, con su casita blanca, el jardín con el césped primorosamente cortado, el cadillac a la puerta y la barbacoa de fin de semana con unos vecinos que intentan aparentar una felicidad de revista, tan vacía, tan insustancial como la suya propia.

La novela describe con implacable, yo diría con inmisericorde realismo cómo los sueños de juventud, la ambición por destacar y ser alguien, los proyectos de futuro con renombre se van diluyendo paulatinamente en la rutina, la mediocridad del día a día, el conformismo o el acechante brillo de un posible ascenso, de unas rutilantes monedas.

April, la esposa ha creído que podría llegar a ser una gran actriz pero su estrepitoso fracaso en una obra de aficionados acaba por revelarle sus limitaciones. Frustrada, descontenta consigo mismo y con el ambiente vulgar que la rodea se vuelca entonces en hacer que su marido Frank llegue a ser el escritor famoso que juntos vislumbraron cuando aún vivían de sus sueños en un mísero apartamento de Brooklyn. Para ello nada mejor que salir de el ambiente que les rodea, viajar a Paris, mítico lugar donde parecen gestarse los grandes movimientos filosóficos o literarios. No importa que su marido no sepa francés, no importa que los niños no estén muy entusiasmados con el proyecto. Irán a Paris, ella se pondrá a trabajar y dejará que su marido se encuentre a sí mismo y por fin encuentre la inspiración perdida.

Sin embargo, el rutinario, casi canallesco ambiente de trabajo de Frank ha ido limando una a una todas sus ambiciones. Ya no es más que un títere que se deja arrastrar por los compañeros de trabajo borrachines y desnortados, que se embarca en un “affair” sin salida y sin alicientes con una secretaria de la oficina y a quién la vaga promesa de un futuro ascenso acaba de convencer de que no se encuentra a la altura de los planes que su mujer teje para ellos, pero tampoco tiene el coraje de rechazarlos.

Se necesita valentía para enfrentarse a la realidad. Las oportunidades se pierden y la vida pasa de largo. No importa cuán diferentes se sientan, ni que crean que tienen almas de artistas o son mejores de los que les rodean por eso, la soledad les acecha, nada nuevo acontece en sus vidas, pero el terreno que pisan se vuelve cada vez más inestable y empezamos a presentir la tragedia. Frank llega cada vez más tarde a casa, April le es infiel por despecho y cuando ésta se da cuenta de que está embarazada acaba provocándose un aborto chapucero y poco creíble en una persona de su cultura.

La novela me ha impactado. Los tiempos han cambiado, estamos en España, pero me quedo pensando en tantas jóvenes parejas que llenas de ilusión se lanzan a la conquista de una casa maravillosa en una urbanización de ensueño, a pocos kilómetros de la capital. ¿Y luego? ¿Y los valores? A parte de la casa que proyectos, que sueños en común van a hacer que perdure la relación? Por eso, me ha parecido un libro de actualidad, un libro realista que aunque habla de una América de los años sesenta y de unas circunstancias muy particulares, algunos de sus pesimistas postulados son perfectamente aplicables a nuestros días.

16 de marzo de 2009

Fernando Botero: Familia Colombiana:

Familia Colombiana
1999 Óleo sobre tela 195 x 165 cm
colección delo Artista

Botero es un pintor figurativo, pero no realista; sus obras se orientan por la realidad, pero no la plasman. En sus cuadros, todo es voluminoso; tanto el plátano, la bombilla, la palmera y los animales como los hombres y las mujeres. A Botero no le interesa pintar determinadas cosas – por ejemplo, hombres gordos o mujeres gordas -, sino que desea convertir, mediante transformación o deformación, la realidad en arte. Su nostalgia creativa, su ideal estético, gira en torno a formas y volúmenes, a un estilo que permita expresar esas visiones. Botero, el artista contemporáneo que probablemente haya estudiado más tiempo el arte de todas las épocas en los museos, remite a la larga tradición de la deformación.

También artistas como Giotto, Rafael, El Greco Rubens y Picasso deformaron las cosas y la realidad para expresar lo que querían. El Giotto temprano, en una época en que la perspectiva no se había descubierto aún para la pintura, buscaba sugerir en la superficie una forma táctil, plasticidad, espacio. A su vez, Rubens llevó al lienzo, con la sensualidad de la carne, también el éxtasis religioso, muy al contrario del místico El Greco quien, con sus figuras exageradamente alargadas, que giran extendiéndose hacia lo alto, expresó una religiosidad tan extática como profundamente española. Por otro lado, las figuras ascéticamente “delgadas” de Giacometti se han puesto una y otra vez en relación con el existencialismo.

La exageración, permanente universal, y su repetición ininterrumpida dentro de las obras completas de un artista, como fue el caso de los pintores anteriormente mencionados, y también lo es de Botero, eleva la deformación a regla, con lo que la transforma en un estilo. La deformación sin un sentido superior, por sí misma, es o monstruosa o una caricatura; en el caso de Botero no es ni lo uno ni lo otro, sino que la deformación se debe siempre al deseo de elevar la cualidad sensual de los cuadros. Lo regordete responde a una preferencia formal por los valores plásticos en el arte clásico.

Sea cual sea el tema que Botero trae, con su estilo ampuloso y personal, pierde la dureza, lo cáustico, lo drástico. Las “casas” ya no llaman la atención, el toreo se despoja de crueldad: la dama con las uñas pintadas de rojo pierde su ridiculez, e incluso el amor se despoja de erotismo. Sus volúmenes sublimados son la varita mágica con que transforma el mundo y la vida y los viste de irrealidad flotante: por muy paradójico que parezca, el mundo de masas de Botero aparece tan ligero como un globo de aire.

12 de marzo de 2009

Para pensar


Trato de recordar en qué libro reciente fue y no lo logro, pero en algún sitio de ese libro se decía:

"Sólo un consejo te voy a dar: Nunca permitas que la idea, la doctrina, prevalezca sobre las personas".

Cuántas veces nos obcecamos en defender nuestra posición, nuestro punto de vista sin tener en cuenta a las personas. Nos escudamos y defendemos detrás de conceptos tales como el reglamento, las normas, lo acordado, el contrato, los principios, incluso los mandamientos de la ley de Dios, para amordazar el corazón y mantenernos en nuestros trece, para no dar el brazo a torcer o sencillamente para justificar nuestra cobardía.

Hace ya muchísimos años, estando de vacaciones en un pueblecito cristiano de Tailandia, recibí una lección magistral en el mismo sentido. Recién empezada la misa del domingo, el sacerdote fue avisado de que una de sus feligresas estaba muy enferma. Despojándose de sus vestimentas, nos dejó plantados en la iglesia sin más explicaciones. Los murmullos de desaprobación y de escándalo no tardaron en hacerse oír. El domingo siguiente, sin emabargo, le oímos la siguiente explicación: si la anciana a la que asistí el domingo pasado y a quien administré una dosis de morfina, sufrió un poco menos en su tránsito al más alla, seguramente valió la pena suspender una ceremonia a la que acudimos todos los domingos, sin estar de verdad convencidos de por qué lo hacemos.

8 de marzo de 2009

8 de Marzo, Día de la Mujer Trabajadora


No es fácil plasmar en unas líneas todas las ideas, opiniones, e interpretaciones a las que da lugar una fiesta como la de "La mujer trabajadora".
Como no quiero convertir mi blog en un lugar de polémica, he decidido surprimir el "post" inicial pidiendo perdón a las personas que ya han tenido la oportunidad de opinar sobre él. (Según como se mire todos tienen razón...)
Sigue incólume mi admiración por todas las mujeres que trabajan: fuera o dentro del hogar, con frecuencia fuera y dentro del hogar, por todas las mujeres que le han plantado cara a la vida y que solas o en pareja luchan por sacar adelante a su familia.

4 de marzo de 2009

Leonard Cohen: "Everybody Knows"

La verdad es que no sé si me gustan las canciones de Leoanard Cohen por su musicalidad o por lo que dicen; por la extraña profunda voz del cantante o por su increíble vida.
Probablemente sigue siendo mi cantante favorito para las horas de añoranza

3 de marzo de 2009

La Viajera de Madrugada

¿Alguna vez os habéis encontrado de pronto, solos, en un
vaporeto, un domigo a las siete de la mañana, con
la más hermosa de las viajeras japonesas?
Entonces sabréis de qué os hablo.

Si habéis sentido su olor mezclarse con el de la madrugada;
si habéis visto sus manos, delicadas como la flor del cerezo;
si habéis visto sus ojos transparentes como las aguas del Xunyang;
si os habéis acordado sin saber por qué del capítulo que Ueda Akinari
dedica en sus Cuentos de la lluvia de primavera a loar la poesía,
y los poemas de los que habla,
que dicen barcos y ríos y amadas siempre lejanas,
si ella se ha ido y no habéis cruzado palabra,

entonces sabréis de qué os hablo

Martín López Vega
Gajos (Pre - Textos 2007)

Málaga


A veces ocurre que, de repente, descubrimos una ciudad que a fuerza de ser conocida, pasamos por ella sin a penas verla, o fijándonos solamente en lo más obvio, lo periférico o lo banal. Algo así me ha ocurrido en mi reciente, inesperado y brevísimo viaje a Málaga. Hasta ahora siempre había viajado allí en avión desde Madrid y dado que los viajes tenían como destino final Algeciras y Gibraltar dejaba la capital a mis espaldas y enfilaba la carretera de la costa.

Málaga es tan conocida que intentar describirla demostraría una enorme ingenuidad. Subí al mirador de Gibralfaro y a través de la neblina contemplé la ciudad con su puerto, sus jardines y su mar. Paseé sin prisas por los patios y jardines de la Alcazaba, contemplando la filigrana de las celosías, las esbeltas columnas de mármol rescatadas de las vecinas ruinas romanas, las cantarinas fuentes, los estanques y las arcadas. Me rezagué en los quicios de las puertas en escuadra y contemplé el cielo azul a través del denso enramado de los naranjos cuajados de fruta. Palacio dentro de un inexpugnable castillo, fortaleza triplemente amurallada, pequeña joya celosamente protegida por la más adusta coraza.
Y luego, bajada al corazón de la ciudad: maciza catedral, plazuelas silenciosas, calle Larios, bulliciosa y peatonal, parque de la Marina chiringuitos de la Malagueta. Esta vez, por fin os he bebido con todos mis sentidos. Hoy, Málaga ya no es ni un nombre ni una ciudad, es un nuevo rincón en el que se refugia mi memoria.

2 de marzo de 2009

El Juego del Ángel : Carlos Ruiz Zafón


EL JUEGO DEL ÁNGEL
Novela
Carlos Ruiz Zafón
Planeta 2008
663 páginas

Leí hace tiempo “La sombra del tiempo” porque quería saber qué había detrás del fenómeno editorial Carlos Ruiz Zafón. La novela me gustó por lo insólito del encuadre, un mundo de misterio y de libros, con una pizca de romance y mucha, mucha imaginación pero sobre todo un gigantesco montaje de Marketing de Editorial Planeta. Me resultó el libro perfecto para una larga convalecencia o para unas vacaciones chafadas por el mal tiempo.

Aventurarme ahora con su reciente obra “El Juego del ángel” creo que ha rozado el masoquismo. No tengo otra disculpa que la “cazurrería” que caracteriza a las gentes de mi tierra que cuando se les mete algo en la cabeza tienen que llegar hasta el final. Carlos Ruiz Zafón se ha hecho millonario con el primer libro mencionado, pero no creo que se haya labrado un hueco en los anales de la literatura española. Es un autor de éxito, entretenido, que dosifica sabiamente el humor, la intriga decimonónica, el romanticismo esperpéntico a lo Allan Edgar Poe, y escenarios dignos de los mejores folletines de terror con virginales doncellas al borde siempre del abismo.

He concluido el libro con un cierto alivio, pero confieso que no sabría explicar muy bien toda la intriga. Como en su anterior novela, nos lleva a los pocos escenarios que nos quedan de la Barcelona de principios del siglo XX con sus palacetes, sus recién estrenado teleférico, sus pabellones de la exposición universal, el saber-vivir de la burguesía explotadora de unas clases obrera y campesina que subsiste en la más cochambrosa miseria. Recurre nuevamente a la cripta de los libros olvidados para encender la mecha del enigma y explicar por qué nuestro escritor en ciernas se convierte en el predestinado creador de una nueva religión bajo la insidiosa influencia de un patrón que tan pronto identificamos con las fuerzas del mal como con personajes reales que van cambiando de nombre y de apariencia aunque siguen dotados de un increíble don de ubicuidad.

Tampoco podemos decir que la novela destaque por su depurado estilo, sus hallazgos metafóricos o sus ingeniosos diálogos. Algunas escenas, a fuerza de ser repetitivas se convierten casi en parodia de ellas mismas. Los dos ayudantes del Inspector de Policía repiten los mismos gestos y las mismas palabras una y otra vez. Las descripciones del amanecer o de la noche son monótonas y los diálogos con las dos protagonistas femeninas son todo menos espontáneos y verosímiles.
El tiempo es oro y si Ruiz Zafón vuelve con otra novela me dedicaré a leer unas cuantas reseñas sobre la obra antes de aventurarme en otra lectura interminable.