12 de noviembre de 2008

Moscú: Monasterio Novodivichy


Febrero del 2003. Moscú ha amanecido bajo una gruesa capa de nieve y los termómetros han bajado a 18 bajo cero. Luce un sol pálido y sin fuerza, pero tengo la mañana libre y me he propuesto visitar el monasterio de Novidivichy, situado en un recodo del río Moscova, antiguo convento de damas nobles que de inmediato me recuerda nuestro Monasterio de las Huelgas Reales de Burgos, y que ha sido recientemente declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.

Aunque los dedos se embotan hasta el punto de tener dificultades para disparar la cámara de fotos, creo que ningún otro día como hoy hubiera podido apreciar, saborear y memorizar la belleza de este enclave de paz. El bosque cercano, el Cementerio del mismo nombre donde están enterrados hombres de estado, poetas, escritores y otras personas ilustres de Rusia, hacen de escudo protector contra el ruido de la ciudad. La nieve por otra parte amortigua las pisadas y el ajetreo del tráfico. El silencio, inmenso, es sólo interrumpido por el chasquido de alguna rama que cede bajo el peso de la nieve y cae con un ruido sordo sobre el manto blanco de la nieve.

El monasterio alberga la catedral Smolensky fundada por Basilio III en 1524 para conmemorar la reconquista de Smolensk de manos de los lituanos. Me llaman la atención sus cuatro cúpulas verdes sobre las que se alza, dorada, una cúpula mayor que resplandece tímidamente en esta mañana invernal En su interior se encuentra un iconostasio de cinco filas, considerado uno de los más bellos que existen hoy en Rusia. Las paredes están recubiertas con espléndidos murales del siglo XVII.

Desde la época de Iván el Terrible, hijo del fundador, el monasterio fue siempre especialmente protegido por los zares y se convirtió a lo largo de los siglos XVI y XVII en convento para mujeres de la familia real que deseaban abrazar la vida contemplativa. Impresiona saber que aquí pasó sus últimos años Irina Godunova, esposa del zar Fiodor Ionaovitch, hijo de Iván el Terrible o la zarevna Sofía hermana de Pedro el grande.

Desde los silenciosos y afelpados senderos del parque, mi mente vuela a ese otro monasterio de Santa María de las Huelgas Reales, fundado por Alfonso VIII de Castilla y su esposa Leonor allá por el siglo XII en su antigua finca de caza que lo convirtió en monasterio cisterciense para damas de alcurnia, panteón de Reyes y a la postre refugio de princesas díscolas o bastardas de los Reyes Castellanos.

En el mismo recinto, la iglesia de la Transfiguración, con sus caprichosas formas barrocas destaca por su color sangre y sus macizas formas cuadrangulares contrastan con los redondeadas y suaves formas de la Catedral Smolensky, En un rincón del jardín, escondida entre los árboles descubro la capilla Prokhorov, blanca y oro, que me fascina. A pesar del frío, me paro a contemplar esta pequeña maravilla de piadoso recogimiento y por una suerte de milagro, me parece escuchar los sonoros acordes de Albert W. Ketelbey “En el jardín de un monasterio”. Los pies se me están quedando de mármol pero no me decido a dejar el lugar. La música, la literatura el arte me envuelven por completo. No en vano me viene a la memoria Catalina Alexandrovna, la “Kitty” de la novela Anna Karenina de Tolstoi que se refugió en este convento y en ensimismada quietud sigo soñando en este remanso de paz hasta empieza de nuevo a nevar y salgo despacio de este recinto amurallado y sonriendo porque he visto un monumento en Moscú que no ha sufrido cambio alguno desde su construcción, a pesar de que las tropas de Napoleón intentaran hacerlo saltar por los aires antes de emprender su retirada. Afortunadamente las buenas de monjas de entonces estuvieron al quite y lograron apagar las mechas antes de que la llama llegara a los barriles de pólvora situados a pie de los principales edificios.

3 comentarios:

Malena dijo...

Preciosa descripción de tu viaje, Fede. Más de una vez te lo he dicho, que es un placer seguirte en tus viajes porque unes lo real con tus emociones y eso es de un valor incalculable.

Un beso muy grande.

Willow dijo...

Preciosas fotos y monumentos fantásticos Fede. Junto con tu descripción, me hace casi, casi, estar allí.

Paquita dijo...

No se que es mas lindo, el texto o las fotos...
Precioso aunque ya lo conocia.

Un abrazo si nadie se molesta.