25 de agosto de 2013

Escuela de bambú: Enseñando Inglés


He tardado en comprender el proceso de aprendizaje de mis alumnos a la hora en enfrentarse con el Inglés.  Habituados desde la  más tierna infancia a declamar, yo diría casi a canturrear o mejor aún salmodiar todo lo que aprenden,  se sienten  absolutamente desprotegidos cuando se les  enfrenta de forma individual  a pronunciar cualquier palabra en éste, para ellos terrible idioma.
          Me he dado cuenta de que para ellos, las palabras no son un conjunto de fonemas que combinados entre sí forman unidades de significado,  que  cuando se trata de un idioma extranjero aprehendemos como un todo de la misma manera  que aprehendemos la realidad de un cuadro, o de un dibujo,  sino que cada palabra es sólo un conjunto de letras que hay que memorizar  como se memorizan las piezas de un puzle  o una secuencia de colores. De hecho aprenden por separado la palabra oída  (sonido) y la palabra gráfica (escrita). Llegué a este descubrimiento cuando escribí en el encerado una frase y al pedir a un alumno concreto que la leyera, la repitió mirándome a mí en lugar de mirar al encerado.  Entonces borré dos palabras clave de la frase y le volvía pedir que leyera su frase.  la volvió a repetir tal como el la había memorizado inicialmente. No había leído la frase.
   Me dí cuenta con espanto, que mi alumno no sabe leer las palabras, ni bien ni mal, sencillamente no sabe leer. Ha llegado a tercero de primaria y conoce, entiende, algunas palabras que ha oído miles de veces, pero no las distinguiría escritas en un libro o en un encerado. 
     
Para  mi alumno Wichai la palabra  “rice”  es  sobre todo  r-i-c-e  que a base de repetición, preferiblemente coral, es capaz de asociar  a  un sonido  específico  “rais”  y a un alimento abundante en su país y que constituye la base de su dieta hasta el punto de  utilizar la misma palabra para dar a entender que ya se ha comido.
             Se tarda algún tiempo en entender este mecanismo de aprendizaje y comprender que  la frase mejor sabida cuando la recita el conjunto de la clase, es una trampa para ratones cuando se pide a cada alumno individualmente que la lea. 
            Era importante descubrir dónde estaba el  problema.  Me doy cuenta de que muchos alumnos esconden su incapacidad de lectura gracias a una excelente memoria auditiva y capacidad de repetición. Las prisas no son buenas consejeras.  Ya no pretendo terminar el libro. Me gustaría que aprendieran a leer algunas palabras, que las memorizaran  que entendieran su significado y que las evocaran  cuando se les presenta una representación gráfica de su significado. 

22 de agosto de 2013

Escuela de bambú: Día de la Madre



De todos es bien conocido el fervor  y respeto que los tailandeses  tienen hacia  la Familia Real.  Los cumpleaños de los Monarcas son celebrados  con arcos conmemorativos, pancartas, banderolas y otras muestras de respeto tanto en edificios públicos, como en empresas o a lo largo de la carretera.

El día de cumpleaños de su Majestad la Reina Sirikit se ha  designado también como día oficial de la madre, de todas las madres, y en todas las escuelas y colegios del país  se invita a las madres de los alumnos para que participen en una doble actividad. La primera de carácter oficial consiste en un homenaje  y ofrenda floral a su Majestad la Reina por parte de alguna persona  relevante  invitada a tal efecto.  la segunda  no menos emocionante es  la exhibición de canciones, bailes, dibujos, poesías, que los escolares han preparado para sus mamás, y no menos emotivo,  las muestras de respeto y cariño que los niños  dedican a sus mamás  simbolizados, además de con los “Wais” de profundo respeto  con una diminuta flor blanca que cada niño prende en  la blusa o vestido de su mamá.  Cuando la mamá, por algún motivo no  puede asistir, las profesoras  hacen las veces de la madre y los niños las abrazan como a sus auténticas madres.

En nuestro colegio,  celebramos la ceremonia el viernes día 9   ya que el día oficial del Cumpleaños de su majestad, el día 12 es día no lectivo.   Fue emocionante participar en esta fiesta  sencilla pero cargada de emoción. me gustaron los bailes, las canciones, los dibujos, los premios, pero me gustó sobre todo algunos de los gestos de cariño  y satisfacción que vi en la cara de esas madres que trabajan  tan duro para sacar adelante  sus familias en circunstancias a menudo muy difíciles.
                                        

19 de agosto de 2013

Escuela de Bambú: Hua Hin

Dicen que una retirada a tiempo es casi una victoria.  Yo diría más bien una escapada a tiempo porque en verdad, después de casi cuatro meses en la selva  húmeda del noroeste de Tailandia y sin otra diversión que el ruido de la lluvia, el chirrido de los insectos y la cadenciosa  y cantarina repetición del alfabeto  tailandés, necesitaba cambiar de aires, ventilarme, ver gente normal, haciendo vida normal, bañarme en el mar, zambullirme en una piscina, entrar en un restaurante y cenar a la carta,   olvidarme del sudor y de los ventiladores, sentir el frescor del A/C, ver el mar, ver un palmo de tierra llana etc.  
Este fin de semana comprendí que  había llegado el momento de la descompresión, que debía alejarme del colegio y de los alumnos un par de días.  Decidí ir a pasar un largo fin de semana a Hua Hin.  Este blog no es precisamente un guía de viajes y no pretendo cantar las excelencias del lugar. Nuestras playas españolas, y más particularmente nuestras playas del norte la aventajan en muchos puntos.

Hua Hin es  a la Familia Real Tailandesa lo que Santander o San Sebastián fue para los Borbones, y a pesar de que en años recientes se  han multiplicado los hoteles internacionales de todas las enseñas  incluido un Meliá,  sigue siendo una ciudad tranquila, muy de familia tradicional tailandesa o  en cualquier caso de extranjeros residente en Tailandia  ya sea por motivos de trabajo, ya sea porque expatriados, han encontrado en este país la compañera y el lugar ideal de su vida.

Me alojé en un hotel tailandés y disfruté sobre todo el aire acondicionado y de la piscina.  Para conocer  el lugar,  si se tiene la suerte de hablar un poco el idioma nada mejor que intimar con porteros,  taxistas o policías.  Todos están encantados de  decirte lugares típicos donde comer buen pescado y de paso averiguar hasta qué punto es cierto que les entiendes.  Sin ellos me hubiera sido imposible descubrir  aquel  restaurante escondido  en Khao  Tao  (Cabo o Colina de la Tortuga) ni pasearme por las playas  vírgenes  que aún quedan en Sampranburi.    Después de cenar nada mejor que un paseo por el mercadillo de artesanías  con  parada incluida para degustar una  cerveza mientras se escucha a algún cantautor local.  Todavía no logro descifrar lo que cantan, pero por el semblante de la gente y la melodía, sospecho que se trata de apasionadas baladas de amores frustrados.
He hecho cosas que no se me hubieran ocurrido hacer de otro modo. Incluso entré en un templo e, imitando a otra gente, me puse en la cola para que un monje  rezara por mi. Tras el obligatorio donativo (Tham Boon)  debió encomendarme a algún Ser Superior y me puso una pulsera en la muñeca que no debo quitarme  ni cuando me ducho.    No sé lo que durarán sus  efectos,  pero hoy, ya de vuelto en el colegio, me vuelvo a sentir en forma y con el ánimo recuperado, o eso espero, hasta finales del mes de octubre.

12 de agosto de 2013

Escuela de Bambú: Kate


Desde hace mucho tiempo, la preocupación de las diferentes organizaciones  de ayuda humanitaria  por la educación de los niños  de las zonas fronterizas entre Birmania y Tailandia ha sido una constante.  “Ningún niño dejado atrás, ningún niño sin una oportunidad”  parece ser el lema.  Y así han surgido iniciativas diversas y de muy diversos signos como las escuelitas católicas fundadas por los párrocos en la zona de Mesoc, las iniciativas del Padre Sacol en Thong Pha Phum, la relativamente  reciente iniciativa de los Hermanos de La Salle en su Escuela de Bambú en el Paso de las Tres Pagodas  o la más antigua y quizá desconocida  Escuela de Bambú en Bong Ti , de Kate, una mujer carismática a la que dedicaré con cariño  este relato.
“ No será este el otro ayuno que yo quiero…? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Qué cuando veas a un desnudo le cubras y de tu semejante no te apartes?      (Isaías  58)
 De piloto de helicópteros de rescate  a “Mon Mon Kat”

Esta Neozelandesa antigua  piloto de helicópteros de rescate, y luego enfermera  en un hospital de Bangkok, se encuentra en el esplendor de su vida adulta frente a un veredicto inapelable: su cáncer no tiene cura. Le quedan dos meses de vida. Regresa a su país, se somete a los tratamientos que la imponen y dos años más tarde, totalmente restablecida comprende que acaba de recibir el regalo de una nueva vida para hacer algo con ella.  El capítulo 58 del libro de Isaías se convierte en su guía, regresa a Tailandia  en busca de algún proyecto  en el que invertir esa nueva vida regalada. 


Se desplaza hacia el Noroeste de Tailandia, una de las zonas más pobres del país y recala en la zona de Bong Ti,  fronteriza con Birmania y en ese momento foco candente de luchas entre el ejército birmano y la minoría étnica Karen.  Las tropas asolan e incendian los pueblos Karen, matan  a los hombres, violan a las mujeres y dejan multitud de huérfanos que huyen con los supervivientes a refugiarse del otro lado de la frontera en Tailandia.  Kate crea la  “Bamboo School”, una escuela de Bambú que muy pronto rompe el sentido estricto de escuela y se convierte en casa de acogida, orfelinato y dispensario o un conglomerado de todo eso y mucho más.
Eminentemente práctica, Kate pone mucho cuidado en no duplicar servicios que puede conseguir localmente. Así, cuando logra que las escuelas locales admitan a sus chiquillos, ella deja la actividad escolar y se centra en atender a los niños abandonados. Ahí, lamentablemente el trabajo no le falta. Recibe desde recién nacidos a niños de catorce a dieciséis años.  La “Bamboo School” es su casa, y Kate se ha convertido en “Mom Mom Kat” (mamá Kate) e independientemente de que su idioma original sea el Karen, el birmano o el tailandés todos hablan con ella en inglés   

Algunos de esos niños han dejado el orfelinato hace tiempo, se han independizado, y trabajan en diversos lugares, pero todos ofrecen a Mom Mon Kat  al menos un día al mes de servicio en el orfelinato en pago de todo lo que recibieron durante el tiempo que estuvieron allí.  Kate recibe colaboración y ayuda principalmente de médicos voluntarios que la ayudan en el dispensario y en la casa de acogida. 
El día que la visitamos tiene en brazos a  “Fa Sai”  (Cielo brillante), una recién nacida abandonada por su madre en un retrete. Afortunadamente un vecino que pasaba cerca oyó gemidos y dio el aviso,  pero el bebé había estado desatendido demasiado tiempo y a consecuencia de ello había pedido totalmente la vista.  A través de sus contactos, Kate ha conseguido que “Fa Sai” sea operada por uno de los mejores oftalmólogos de Bangkok.  Ya ve con un ojo y los médicos siguen pensando que la recuperación del otro ojo es posible.
Ese mismo día, una  ONG  de Bangkok  hace revisión médica de todos los niños del orfelinato incluidos  dos  jóvenes de un grupo de voluntarios  que a través de La Salle han venido a colaborar con el Padre Sakol en la construcción de una guardería  y que han contraído el dengue.
Nuestra visita no había sido anunciada, pero con “Fa Sai” , el quinto niño que tiene que adoptar este año en brazos, nos atiende con una serenidad y una atención que pareciera no hay nada más importante para ella en estos momentos que responder a nuestras preguntas.  Sin que nos hayamos percatado alguien en la casa nos ha preparado entre tanto la comida. Salimos de Bong Pi con la sensación de haber encontrado una persona buena plenamente volcada en hacer  del regalo de esa segunda parte de su vida algo gratificante para todos los que la rodean.

4 de agosto de 2013

Escuela de bambú: "Amo a mi profesora porque mi profesora me ama”


Galardonado con el 2º Premio Nacional de Redacción con ocasión del día del Maestro de  2553, este relato, escrito hace tres años por Boo, una de nuestras alumnas  dice más sobre educación en esta región de lo que yo pueda  escribir.  Me contentaré por consiguiente con  presentaros  una  traducción libre de su trabajo.  
Cuando fui  a la escuela no era muy lista, no sabía leer, mis conocimientos no estaban a la altura de los de mis compañeros. Yo era la “tonta” para todos ellos, hasta que  un día, una profesora vino al encuentro de mi vida.  Esta profesora se llamaba Mila. Era muy buena profesora.  Yo  absorbía poquito a poco todos los conocimientos que podían entrar en mi cerebro. Esto me cambió, dejé de ser la tonta de la clase y me convertí en una chica lista.

Un día en que en mi escuela se celebraba un certamen competitivo sobre conocimientos académicos, mi profesora me animó a que me presentara y participara en el examen.  Yo le dije que no quería competir porque aún tenía muy pocos conocimientos pero la profesora me dirigió unas palabras llenas de fuerza y de ánimo diciéndome:  “Chiquilla, nada, nada se puede obtener  con facilidad sin pasar por una práctica intensiva, y aunque los resultados de este examen no llenen de orgullo a tu profesora con el primer premio, tus resultados serán los míos” Estas palabras de la profesora de no dejarme vencer han sido la fuerza que me ha acompañado desde entonces.
Tres semanas después de que mis padres se fueran a trabajar a Tailandia, tuve que ir a vivir con una tía.  Sucedió que el hijo de mi tía cayó enfermo. Entonces, mi tía me dijo: “Mi hijo está enfermo porque tú has venido a esta casa”. Sin embargo yo veía a su hijo con buena salud.  Mi tía me pidió que me fuera de la casa. Yo me eché a llorar y me fui a la casa de mi abuelo paterno, pero éste también me dijo que me marchara, que no podía quedarme con él. Me encontré con todos los caminos cerrados, entonces decidí ir a dormir a la escuela. Esa fue mi salvación.  La profesora Mila me vio sentada llorando debajo del árbol “Tonsai” junto a la escuela. La profesora me aseguró que si el hijo de mi tía estaba enfermo yo nada tenía que ver con eso, que mi tía no quería que me quedara porque era gastar arroz y comida de la casa y era verdad que en aquel momento la situación económica de mi tía no era muy buena.  La profesora me dijo: “Vente a vivir a mi casa. Sólo te pido que te apliques en el estudio y que seas una buena chica, con eso me basta”.
La autora en la actualidad
El primer día del año escolar siguiente, mis padres no tenían dinero para enviarme a la escuela. Entre tanto, mis amigas habían avanzado mucho en los estudios. Un día la profesora vino a verme a casa y me preguntó: ¿Por qué no vienes a la escuela?” Yo le expliqué las razones por las que no podía ir a pesar de lo mucho que yo quería estudiar.  Ella me contestó que no me preocupara y que volviera a la escuela.
Al día siguiente volví a la escuela. Mis amigas lucían vestidos nuevos y una blusa blanca muy bonita mientras que yo sólo tenía una blusa vieja y tenía que utilizar viejos cuadernos. Mis amigas no me dejaban jugar con ellas pero cuando la Señora Mila supo lo que decían de mi, me pidió que tuviera paciencia, que me fijara en el futuro con esperanza.
Todos los días por la mañana los niños teníamos tareas que hacer en la parte de la escuela de la que éramos responsables. Algunos se sentaban y no hacían nada, se aprovechaban de los servicios de los demás, y todavía me acusaban a mi de no hacer nada, pero yo no les hacía caso porque la profesora me había enseñado que sólo hiciera cosas buenas. “Si no hacemos el bien, no podemos regañar a los demás”.  Ella me enseñó a controlar mis emociones y a no mostrar resentimiento por las críticas de los demás.  La Señora Mila me decía a menudo: “¿Quieres ser una buena estudiante? ¿Quieres tener resultados en tus estudios? ¿Quieres leer bien y hablar bien?” y todas las veces la profesora tenía una respuesta para estas preguntas. Me decía: “nadie puede ser lista si le falta aplicación y determinación”.
Tuve la ocasión de presentarme a un examen y sacar el primer premio gracias a los conocimientos que la profesora me había inculcado, y gracias también a la virtud y bondad con la que ella me había ido puliendo.

Por eso la Señora MIla es una maestra que merece nuestro respeto y admiración, porque ella enseña a sus discípulos a que sean atrevidos tanto refiriéndose a los conocimientos como a la bondad.  Yo he sido su discípula, pero eso amaré y veneraré  a mi profesora toda mi vida.