30 de agosto de 2011

Parque Nacional de Somiedo



Uno de mis mejores recuerdos de este verano será sin duda los cuatro días pasados en el Parque Nacional de Somiedo. La conjunción de los astros nos fue propicia y hasta el sol radiante y los cielos despejados se aliaron con nosotros para convertir cada día en una jornada memorable. El placer y el estímulo de la buena y alegre compañía, las palabras de aliento cuando ya parecía que no iba a poder coronar la siguiente cresta, la recompensa de un baño al regresar al hotel, y una sidra en alguno de los bares del pueblo fueron algunos de los alicientes adicionales de esta salida.

Para ir haciendo boca nos adentramos en el parque recorriendo a pie la “Senda del Oso”, magnífica ruta ciclable de más de treinta kilómetros construida sobre el lecho de una antigua vía de ferrocarril minero que bajaba el mineral de hierro desde los montes de Somiedo hacia el valle. Entre estrechas gargantas, cruzando túneles, dejándonos acompañar por el murmullo saltarín del vecino río, recorremos parte de la senda entre Proaza y Entragu al tiempo que saludamos a viejos conocidos o vamos trabando conversación con los que para nosotros son nuevos en el grupo.

El hotel es cómodo, Pola de Somiedo, en el corazón del parque un lugar tranquilo y fresco, las cenas copiosas, la compañía inmejorable y el transporte para llevarnos al punto de partida de las excursiones de medalla de honor. El segundo día nos subió sin un solo frenazo hasta el Alto de la Ferrapona a 1707 metros de altitud. Los menos montañeros dejamos que los compañeros hicieran la escalada a los Albos mientras nosotros recorríamos uno a uno los magníficos lagos de Saliencia. Bordeando la montaña, por sendas a penas visibles, ayudados en ocasiones por el GPS fuimos pasando del lago de Cabalazosa al precioso lago de Cerveiriz y de éste, al lago de la Cueva. Luego, a través de pazos y praderas, con el permiso de vacas y terneros cuyo tranquilo rumiar
distraíamos, nos acercamos hasta Las Divisas para desde allí, mientras almorzábamos, contemplar el Lago del Valle con su diminuta isla central. Ya de regreso, coincidimos con los compañeros que regresaban de su escalada al Albo Occidental de 2066 metros, y juntos, regresamos en autocar a la base.
El tercer día, la excursión partía de Santa María del puerto justo en la línea que separa Asturias de las tierras de Babia en la provincia de León. No cruzamos la raya para que no nos dijeran que estábamos en Babia, pero si la bordeamos hasta alcanzar la peña Penouta de 1976 metros unos, y el Cornón de 2.188 metros los más valientes. La caminata por prados, escobedos y riscos fue preciosa. Mientras almorzábamos, pudimos ver cientos de corzos o rebecos saltando por la cresta de la montaña vecina (Peña Blanca) mientras allá en el valle del lado de León, potros salvajes pastaban atentos a cualquier ruido.

Amaneció el domingo y tocaba regresar, pero antes tuvimos tiempo de subir a la Braña de Mumián a 1400 metros. Allí pudimos ver numorosas "cabañas de teito" especie de pallozas con techumbre de paja que sirvieron en su día de abrigo para el ganado, últimos vestigios de una tradicional cultura ganadera, que nos transportan a lugares ancestrales, casi mágicos.  Bajando luego por frondosos bosques de castaños, eucaliptos y avellanos llegamos hasta Coto de Buenamadre y desde allí, siguiendo el río hasta Pola de Somiedo.
  
 Ha pasado un mes, pero aún me sorprendo recordando momentos vividos durante esa salida. No hay frases altisonantes que puedan resumir la experiencia, sólo buena compañía, nuevas amistades, naturaleza, aire puro, esfuerzo, cansancio, y convencimiento de que un paso tras otro se puede llegar a donde uno se lo propone.

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