No pretendo hacer una descripción exhaustiva de esta ruta del Ebro que recién incorporado a la Agrupación de Montaña “Suances” he compartido en su sexta etapa entre Pesquera de Ebro y Manzanedo en la provincia de Burgos.
A los que hemos vivido muchos años en Burgos el paraje nos trae reminiscencias: excursiones escolares a Orbaneja del Castillo, y blancos acantilados fugazmente vislumbrados mientras subimos el puerto de Carrales camino de Santander.
Nevaba cuando salimos de Torrelavega, seguimos con nieve entre Reinosa y Carrales y la bajada a Pesquera de Ebro fue por momentos laboriosa para los autocares que llevaban a los 84 excursionistas que emprendíamos esta sexta etapa del GR 99 que bordea en sus más de 1200 Km los márgenes del Ebro. Hoy tocaba empezar en Pesquera de Ebro, silencioso a esa hora de la mañana del domingo. Hace frío pero luce un sol esquivo que sólo logra hacernos avivar el paso. En Pesquera me llama la atención el escudo de armas y sobre todo la curiosa leyenda en la fachada de una casa. Salvo en breves trechos del camino, al entrar o salir de los pueblos, la ruta, primorosamente marcada, discurre al mismo borde del río que en este lugar, y una vez que ha cavado un amplio y frondoso lecho, discurre manso entre hayas, robles y quejigos.
Sin desviarnos, vemos la torre de la iglesia románica de Colina y muy pronto, al otro lado de la corriente empezamos divisamos las primeras casas de Villanueva Rampalay. Cruzamos el río por el viejo puente medieval y a su vera izquierda, seguimos camino hasta Tubilleja que tras un breve alto dejamos para llegar a Tudanca, una aldea que conserva todo su encanto rural con su gran campa verde en la que picotean las gallinas y el río que parece haberse ensanchado en este lugar para que en su espejo se mire completa la montaña vecina y agrupe en su arco las casas y la iglesia.
Nosotros aprovechamos el lugar para almorzar, y lamentamos que la cantina del pueblo no tenga cafetera y no podamos meter algo caliente en el estómago en esta fría mañana de enero. Al menos hemos cogido fuerzas y las necesitamos pronto pues las paredes rocosas van encajonando el río y nos obligan a subir zigzagueando por una estrecha senda que con cerrados y empinados bucles nos lleva al Portillo del Oso. El esfuerzo tiene su recompensa. Desde esa altura divisamos un largo trecho del Ebro festonado de verde y vigilado de cerca por los altos muros calizos que lo encuadran. A partir de este punto sólo queda bajar entre carrascas hasta llegar nuevamente a orillas del río que nos encamina hacia Cidad de Ebro y su ermita románica de la Virgen Blanca. El río aquí se ha vuelto perezoso y forma un amplio meandro. Llegamos a Manzanedillo y tras cruzar de nuevo el Ebro por un pontón subimos hasta Manzanedo fin de nuestra etapa. Han sido 18,5 Km de fácil y agradable caminar, de sosegada escucha de los murmullos del río y de estrecha comunión con la naturaleza.
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