El viejo Payaso 1917-1920
Óleo 102 x 75,5 cm
Colección Particular
Está a punto de clausurarse la amplia Exposición que el Museo de Bellas Artes de Bilbao viene ofreciendo de Georges Rouault (1971-1958). Siendo aún un joven estudiante en Francia, vi en algún lugar, un cuadro o una vidriera suya y quedé cautivado por ese aire de serena y triste resignación que emana de su pintura. Discípulo, al igual que Matisse, de Gustave Moreau, muy pronto se aleja del fauvismo y experimenta con una pintura realista, que se fija en la condición humana, el mundo del circo, de las bailarina y prostitutas y en general de todos los que bajo una máscara u otra llevan el dolor escondido y no pueden evitar que asome en sus ojos. De convicciones profundamente cristianas, ve en todo hombre sufriente, la imagen de Cristo escarnecido, y a lo largo de los años su trazo su vuelve más grueso, lo que recuerda quizá sus años como aprendiz vidriero, y la pintura se carga de materia hasta parecer casi un bajo relieve.
“El viejo payaso” pintado entre 1917 y 1920 es un buen ejemplo de lo anterior. Sobre él comenta el pintor “Tras la brillante máscara, todos escondemos un alma atormentada, un drama”; Tal es el mensaje que Rouault lanza con sus imágenes de payasos. Un contraste que en este caso es evidente: la blancura del maquillaje, el pequeño sombrero o el atuendo decorado y festivo que se adivina no hacen más que subrayar las arrugas del personaje, sus enormes ojos y, en suma, la infinita expresión de tristeza de su rostro.
31 de enero de 2011
30 de enero de 2011
Ruta del Ebro: GR99 - 6ª Etapa
No pretendo hacer una descripción exhaustiva de esta ruta del Ebro que recién incorporado a la Agrupación de Montaña “Suances” he compartido en su sexta etapa entre Pesquera de Ebro y Manzanedo en la provincia de Burgos.
A los que hemos vivido muchos años en Burgos el paraje nos trae reminiscencias: excursiones escolares a Orbaneja del Castillo, y blancos acantilados fugazmente vislumbrados mientras subimos el puerto de Carrales camino de Santander.
Nevaba cuando salimos de Torrelavega, seguimos con nieve entre Reinosa y Carrales y la bajada a Pesquera de Ebro fue por momentos laboriosa para los autocares que llevaban a los 84 excursionistas que emprendíamos esta sexta etapa del GR 99 que bordea en sus más de 1200 Km los márgenes del Ebro. Hoy tocaba empezar en Pesquera de Ebro, silencioso a esa hora de la mañana del domingo. Hace frío pero luce un sol esquivo que sólo logra hacernos avivar el paso. En Pesquera me llama la atención el escudo de armas y sobre todo la curiosa leyenda en la fachada de una casa. Salvo en breves trechos del camino, al entrar o salir de los pueblos, la ruta, primorosamente marcada, discurre al mismo borde del río que en este lugar, y una vez que ha cavado un amplio y frondoso lecho, discurre manso entre hayas, robles y quejigos.
Sin desviarnos, vemos la torre de la iglesia románica de Colina y muy pronto, al otro lado de la corriente empezamos divisamos las primeras casas de Villanueva Rampalay. Cruzamos el río por el viejo puente medieval y a su vera izquierda, seguimos camino hasta Tubilleja que tras un breve alto dejamos para llegar a Tudanca, una aldea que conserva todo su encanto rural con su gran campa verde en la que picotean las gallinas y el río que parece haberse ensanchado en este lugar para que en su espejo se mire completa la montaña vecina y agrupe en su arco las casas y la iglesia.
Nosotros aprovechamos el lugar para almorzar, y lamentamos que la cantina del pueblo no tenga cafetera y no podamos meter algo caliente en el estómago en esta fría mañana de enero. Al menos hemos cogido fuerzas y las necesitamos pronto pues las paredes rocosas van encajonando el río y nos obligan a subir zigzagueando por una estrecha senda que con cerrados y empinados bucles nos lleva al Portillo del Oso. El esfuerzo tiene su recompensa. Desde esa altura divisamos un largo trecho del Ebro festonado de verde y vigilado de cerca por los altos muros calizos que lo encuadran. A partir de este punto sólo queda bajar entre carrascas hasta llegar nuevamente a orillas del río que nos encamina hacia Cidad de Ebro y su ermita románica de la Virgen Blanca. El río aquí se ha vuelto perezoso y forma un amplio meandro. Llegamos a Manzanedillo y tras cruzar de nuevo el Ebro por un pontón subimos hasta Manzanedo fin de nuestra etapa. Han sido 18,5 Km de fácil y agradable caminar, de sosegada escucha de los murmullos del río y de estrecha comunión con la naturaleza.
25 de enero de 2011
Poesía China: Li Po
Proclamado “El Dios de los Versos” por muchos críticos, Li Po ocupa un puesto trascendental en la literatura china. Ejerció una poderosa influencia en los poetas de su época y de posteridad, como fueron Du Fu y Bai Juyi, de la dinastía Tang, y Lu You y Xin Qiji, de la dinastía Song del Sur,
Las hierbas de yen
son hilos de seda esmeralda.
El peso de las hojas
inclina las verdes ramasde las moreras de Qin.
Mi corazón anhelante ya está destrozado.
Y sólo ahora piensas tú, mi amor, tornar a casa.
¡Oh viento de primavera!
Tú, que eres un extraño,
¿por qué levantas
mi cortina de raso?
Melancolía primaveral
Montando un caballo blanco con silla dorada,
mi esposo se fue a la guerra.
Bajo cortinas de seda,
cubierta con una manta bordada,
duermo mecida por la brisa de primavera.
A través de la ventana
la baja luna lanza una mirada furtivaa mi agonizante candelabro.
Las flores indiscretas
se asoman a mi moraday se burlan de mi cama vacía.
Mario Vargas Llosa: El sueño del Celta
EL SUEÑO DEL CELTA
Novela
Mario Vargas Llosa
Alfaguara 2010
454 páginas
Mario Vargas Llosa acaba de recibir el Premio Nobel de Literatura por su fecunda y brillante trayectoria literaria. Unas semanas antes nos ofrecía su nuevo libro “El sueño del Celta” que, como en ocasiones anteriores, se aleja de la pura ficción para adentrarse en la biografía novelada que es un recurso que emplean los escritores para recomponer una vida partiendo de los hitos más destacados en la trayectoria del personaje estudiado. El paisaje, los personajes secundarios, los diálogos son evidentemente inventados. El lector acepta la novela biográfica por lo que es sin pedir exactitud en los detalles pero exigiendo a cambio mucha interpretación del carácter, la motivación y los posibles sentimientos del personaje abordado.
Es justamente lo que he echado en falta en esta obra de Vargas Llosa que aunque escrita en una prosa fluida y a veces deslumbrante, no deja de ser una documentada cronología de un personaje contradictorio que nos hubiera gustado conocer mejor.
En efecto el Roger Casament (1864 - 1916) que nos presenta en esta obra Vargas Llosa es un funcionario público de origen irlandés, empleado por el Foreign Office Británico para llevar a cabo una misión de investigación sobre los abusos de los colonizadores y las compañías del caucho en El Congo y posteriormente en el Putumayo de la selva Peruana. Desde luego, como trabajo de investigación no se puede pedir más. Primero en el Congo luego en la selva peruana, Casament lleva a cabo una reiterativa, casi obsesiva recopilación de infamias y horrores, que le valen el título de “especialista en atrocidades”, pero que al lector acaba no sólo cansando sino insensibilizando ante tanta barbarie por parte precisamente de los que se arrogan como portadores de cultura.
Ser testigo documentado de esta explotación lleva a nuestro personaje a mirar hacia otro tipo de explotación más cercana como la que el Gobierno inglés ejerce sobre la sometida Irlanda. De ahí, brota en él la veta nacionalista y se une de cuerpo y alma a los grupos que luchan por la independencia irlandesa. Esto le lleva a posiciones cada vez más radicales hasta el extremo de aliarse con los alemanes y conspirar contra Inglaterra bajo el supuesto que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos” Capturado cuando intentaba llevar armas alemanas a los sublevados irlandeses durante la Primera Guerra Mundial, es encarcelado y finalmente ajusticiado en una cárcel de Londres en 1916.
Esta parte es precisamente la que a mi juicio menos lograda está en la novela, pues si bien el Vargas Llosa nos desvela de manera progresiva las tendencias homosexuales de Casament, no vemos en ningún momento cuestionamiento alguno, lucha de intereses ni conflictos internos sobre sus obligaciones como súbdito británico y unas raíces maternas irlandesas. Demasiada superficialidad para aceptar que un diplomático de carrera cometa traición sin cuestionar ni una sola vez si “el fin justifica los medios”
Dicho esto la composición de la obra es excelente. Vargas Llosa alterna la narración lineal de la trayectoria diplomática del con capítulos en los que próximo a morir y encarcelado en espera de una conmutación de sentencia, recibe la visita de sus amigos y sobre todo habla con su carcelero. Curiosamente, es en el transcurso de estas conversaciones donde más y mejor afloran en el libro los sentimientos, la indagación psicológica y el alma de los personajes.
En resumen, un libro que puede llegar a cansar por el tono monocorde y reiterativo de las atrocidades de la colonización, en este caso británica, fiel relato de la cronología de unos hechos y de un personaje que en mi opinión ha quedado muy superficialmente descrito y con escasa profundidad sobre motivos, sentimientos, dudas y conflictos interiores sobre sus actos.
Novela
Mario Vargas Llosa
Alfaguara 2010
454 páginas
Mario Vargas Llosa acaba de recibir el Premio Nobel de Literatura por su fecunda y brillante trayectoria literaria. Unas semanas antes nos ofrecía su nuevo libro “El sueño del Celta” que, como en ocasiones anteriores, se aleja de la pura ficción para adentrarse en la biografía novelada que es un recurso que emplean los escritores para recomponer una vida partiendo de los hitos más destacados en la trayectoria del personaje estudiado. El paisaje, los personajes secundarios, los diálogos son evidentemente inventados. El lector acepta la novela biográfica por lo que es sin pedir exactitud en los detalles pero exigiendo a cambio mucha interpretación del carácter, la motivación y los posibles sentimientos del personaje abordado.
Es justamente lo que he echado en falta en esta obra de Vargas Llosa que aunque escrita en una prosa fluida y a veces deslumbrante, no deja de ser una documentada cronología de un personaje contradictorio que nos hubiera gustado conocer mejor.
En efecto el Roger Casament (1864 - 1916) que nos presenta en esta obra Vargas Llosa es un funcionario público de origen irlandés, empleado por el Foreign Office Británico para llevar a cabo una misión de investigación sobre los abusos de los colonizadores y las compañías del caucho en El Congo y posteriormente en el Putumayo de la selva Peruana. Desde luego, como trabajo de investigación no se puede pedir más. Primero en el Congo luego en la selva peruana, Casament lleva a cabo una reiterativa, casi obsesiva recopilación de infamias y horrores, que le valen el título de “especialista en atrocidades”, pero que al lector acaba no sólo cansando sino insensibilizando ante tanta barbarie por parte precisamente de los que se arrogan como portadores de cultura.
Ser testigo documentado de esta explotación lleva a nuestro personaje a mirar hacia otro tipo de explotación más cercana como la que el Gobierno inglés ejerce sobre la sometida Irlanda. De ahí, brota en él la veta nacionalista y se une de cuerpo y alma a los grupos que luchan por la independencia irlandesa. Esto le lleva a posiciones cada vez más radicales hasta el extremo de aliarse con los alemanes y conspirar contra Inglaterra bajo el supuesto que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos” Capturado cuando intentaba llevar armas alemanas a los sublevados irlandeses durante la Primera Guerra Mundial, es encarcelado y finalmente ajusticiado en una cárcel de Londres en 1916.
Esta parte es precisamente la que a mi juicio menos lograda está en la novela, pues si bien el Vargas Llosa nos desvela de manera progresiva las tendencias homosexuales de Casament, no vemos en ningún momento cuestionamiento alguno, lucha de intereses ni conflictos internos sobre sus obligaciones como súbdito británico y unas raíces maternas irlandesas. Demasiada superficialidad para aceptar que un diplomático de carrera cometa traición sin cuestionar ni una sola vez si “el fin justifica los medios”
Dicho esto la composición de la obra es excelente. Vargas Llosa alterna la narración lineal de la trayectoria diplomática del con capítulos en los que próximo a morir y encarcelado en espera de una conmutación de sentencia, recibe la visita de sus amigos y sobre todo habla con su carcelero. Curiosamente, es en el transcurso de estas conversaciones donde más y mejor afloran en el libro los sentimientos, la indagación psicológica y el alma de los personajes.
En resumen, un libro que puede llegar a cansar por el tono monocorde y reiterativo de las atrocidades de la colonización, en este caso británica, fiel relato de la cronología de unos hechos y de un personaje que en mi opinión ha quedado muy superficialmente descrito y con escasa profundidad sobre motivos, sentimientos, dudas y conflictos interiores sobre sus actos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)