La Tête en friche
Francia 2009
Dirigida por Jean Becker
Duración 82 minutos
No cabe duda de que nuestra reacción cuando vemos una película está directamente influenciada por las circunstancias que nos rodean, las vivencias personales , y las simpatías o antipatías que albergamos hacia sus protagonistas.
He escrito recientemente en el blog sobre la lectura y casi por accidente he tenido la oportunidad de ver una película: “Tardes con Margueritte”, la cual me ha parecido una viva ilustración de lo que yo quizá sólo había logrado presentir. El buen recuerdo que guardo de Jean Becker, el director de la película en “La fortuna de vivir” y el incomparable Gérard Depardieu que encarna el papel protagonista han conseguido cautivarme, emocionarme y salir de la sala un poco más feliz.
Se podrá alegar que se trata de una película de corte tradicional, previsible, con una importante carga de emotividad, escrita quizá con una abierta intención sensiblera, pero el tema trasciende con creces el plano puramente sentimental. Géard Depardieu y sobre todo Gisèle Casadesus nos llevan inevitablemente a una reflexión práctica y directa sobre la lectura, la educación, y la convivencia.
Germain es un bonachón inculto que sobrevive gracias a algunas chapuzas y a las cosechas de su pequeño huerto. Hijo no deseado, escarnio de profesores y burla de sus compañeros comprendió pronto que los libros no estaban hechos para él y se fue dejado vivir bajo la mirada compasiva y condescendiente de sus vecinos. Un día se encuentra con Margueritte, una adorable y culta viejecita que lee libros en un banco del parque. Entablan conversación y con entrañable delicadeza la anciana provoca en Germain curiosidad por lo que lee, luego interés por escuchar fragmentos de lectura, y poco a poco una auténtica conciencia de sus lagunas de aprendizaje y el deseo por aprender a leer y descubrir nuevas palabras.
Se crea así un sorprendente contrapunto entre esta relación casi filial, y la relación que desde niño ha tenido que soportar de su madre. Sorprende igualmente el cariño y devoción con la que trata a su novia Annette, mucho más joven que él, y el cambio que el lenguaje, gracias a las nuevas palabras que va aprendiendo ejerce en su conducta y en su relación con sus amigos del bar. Su gusto por la lectura, su avidez por aprender nuevas palabras, por comprender y explicar lo que lee se verá incrementado por una poderoso necesidad: su amiga Margueritte se está quedando ciega y Germain se propone convertirse en su lazarillo lector.
Historia sencilla, muy emotiva pero nada desdeñable. Gérard Depardieu quizá sobreactúa en algunos momentos pero sabe estar en su papel, y desde luego Gisèle no necesita actuar para darnos una magnífica lección de cultura, sensibilidad y plácida conformidad con lo que le toca vivir. La película no aspira seguramente a convertirse en obra maestra pero será recordada por ser una película tierna que nos deja buen sabor de boca.