Admiro los surtidores de las gasolineras que se paran automáticamente cuando el depósito del automóvil está lleno. El hombre a lo largo de su evolución a desarrollado un maravilloso sistema de alerta que encienden los mecanismos imprescindibles de supervivencia como la sed, el hambre, el miedo o la ira. Sin embargo, cuando estas necesidades están cubiertas o las causas que las provocan han desaparecido, el mecanismo que nos indique el punto de saciedad es mucho más difuso y con frecuencia pervertido o atrofiado por los sentimientos y las emociones.
Sabemos cuando tenemos hambre pero nuestro cuerpo no emite señales distintivas para que dejemos de comer cuando estamos saciados . Todos tenemos la experiencia de “habernos pasado”, de “haber comido de más”. El lugar donde comemos y las personas que nos rodean tienen una influencia directa en nuestra ingesta de alimentos. Está demostrado que en los restaurantes de comida rápida, rodeados de personas que engullen “big Macs”, comemos más de prisa y generalmente nos pasamos más fácilmente de la raya que cuando comemos pausadamente en un restaurante caro alternando nuestra comida con una conversación amena entre amigos. Según cómo y donde, lo tenemos más difícil para decir ¡Basta! Nuestro cuerpo no nos ayuda demasiado en esta tarea.
Nuestros ancestros, para poder sobrevivir los crudos inviernos post-cuaternarios aprendieron a acumular no sólo para el momento presente sino también en previsión de necesidades futuras. Aunque nuestras vidas han cambiado drásticamente, en nuestros genes siguen inscritos algunos de estos atavismos primigenios, y todos, de alguna manera, sucumbimos a la necesidad de acumular, almacenar, adquirir para tiempos malos. Somos más partidarios de las hormigas que de la cigarra de la fábula, y eso está muy bien, pero ¿cuál es el mecanismo que nos dice ¡basta!? ¿Hasta dónde es suficiente? Merece la pena acumular objetos, utensilios o bienes, a cambio del tiempo de trabajo necesario para pagarlos? ¿Dónde se encuentra el punto de equilibrio entre lo que se tiene y el tiempo necesario para disfrutarlo? Me hago estas preguntas y creo que no hemos encontrado tampoco en este terreno el punto de saciedad responsable que nos permita prever y proveer para el futuro sin por ello dejar de disfrutar del presente.
Cuando llego por la mañana a mi despacho, he ojeado dos periódicos locales. Abro el ordenador y veo las principales noticias mundiales en Internet. Llego a casa a medio día y veo las noticias en la televisión. En el correo electrónico, amén de la publicidad no deseada (Spam) me invaden los pps, los mensajes, los chistes, y afortunadamente cartas de amigos siempre deseadas. Sobre la mesa se amontonan los libros por leer, las películas en DVD por ver, los CD de música por escuchar y me vuelvo a preguntar: ¿Cuándo es la información suficiente? ¿Cuándo hay que decir ¡Basta!? Pienso sinceramente que a fuerza de tener información perdemos capacidad de opinión. Oímos versiones contradictorias de los hechos, y más de una vez tendemos a repetir lo que se dice en lugar de reflexionar sobre lo que ocurre.
Cada vez que necesito cambiar de teléfono móvil siento la tentación de echar a suertes cuál escoger, y es que aquí también estamos inundados de alternativas y empieza a ser hora de decir ¡basta de opciones! Tantas alternativas acaban agobiándonos. Acabamos no sabiéndo cuál es la elección correcta y además eso crea en nosotros un cierto estado de ansiedad ya que recién hemos comprado una cámara, un ordenador portátil, o un videojuego, ya ha salido un nuevo modelo que hace el nuestro obsoleto. Nuestra sociedad está tan montada en el carro de la producción en masa que sería peligroso que de pronto dejáramos de consumir, pero creo que estamos abusando de los recursos disponibles en el planeta y está siendo hora de decir ¡Basta!
Sabemos cuando tenemos hambre pero nuestro cuerpo no emite señales distintivas para que dejemos de comer cuando estamos saciados . Todos tenemos la experiencia de “habernos pasado”, de “haber comido de más”. El lugar donde comemos y las personas que nos rodean tienen una influencia directa en nuestra ingesta de alimentos. Está demostrado que en los restaurantes de comida rápida, rodeados de personas que engullen “big Macs”, comemos más de prisa y generalmente nos pasamos más fácilmente de la raya que cuando comemos pausadamente en un restaurante caro alternando nuestra comida con una conversación amena entre amigos. Según cómo y donde, lo tenemos más difícil para decir ¡Basta! Nuestro cuerpo no nos ayuda demasiado en esta tarea.
Nuestros ancestros, para poder sobrevivir los crudos inviernos post-cuaternarios aprendieron a acumular no sólo para el momento presente sino también en previsión de necesidades futuras. Aunque nuestras vidas han cambiado drásticamente, en nuestros genes siguen inscritos algunos de estos atavismos primigenios, y todos, de alguna manera, sucumbimos a la necesidad de acumular, almacenar, adquirir para tiempos malos. Somos más partidarios de las hormigas que de la cigarra de la fábula, y eso está muy bien, pero ¿cuál es el mecanismo que nos dice ¡basta!? ¿Hasta dónde es suficiente? Merece la pena acumular objetos, utensilios o bienes, a cambio del tiempo de trabajo necesario para pagarlos? ¿Dónde se encuentra el punto de equilibrio entre lo que se tiene y el tiempo necesario para disfrutarlo? Me hago estas preguntas y creo que no hemos encontrado tampoco en este terreno el punto de saciedad responsable que nos permita prever y proveer para el futuro sin por ello dejar de disfrutar del presente.
Cuando llego por la mañana a mi despacho, he ojeado dos periódicos locales. Abro el ordenador y veo las principales noticias mundiales en Internet. Llego a casa a medio día y veo las noticias en la televisión. En el correo electrónico, amén de la publicidad no deseada (Spam) me invaden los pps, los mensajes, los chistes, y afortunadamente cartas de amigos siempre deseadas. Sobre la mesa se amontonan los libros por leer, las películas en DVD por ver, los CD de música por escuchar y me vuelvo a preguntar: ¿Cuándo es la información suficiente? ¿Cuándo hay que decir ¡Basta!? Pienso sinceramente que a fuerza de tener información perdemos capacidad de opinión. Oímos versiones contradictorias de los hechos, y más de una vez tendemos a repetir lo que se dice en lugar de reflexionar sobre lo que ocurre.
Cada vez que necesito cambiar de teléfono móvil siento la tentación de echar a suertes cuál escoger, y es que aquí también estamos inundados de alternativas y empieza a ser hora de decir ¡basta de opciones! Tantas alternativas acaban agobiándonos. Acabamos no sabiéndo cuál es la elección correcta y además eso crea en nosotros un cierto estado de ansiedad ya que recién hemos comprado una cámara, un ordenador portátil, o un videojuego, ya ha salido un nuevo modelo que hace el nuestro obsoleto. Nuestra sociedad está tan montada en el carro de la producción en masa que sería peligroso que de pronto dejáramos de consumir, pero creo que estamos abusando de los recursos disponibles en el planeta y está siendo hora de decir ¡Basta!
4 comentarios:
Zí zeñó!!. Un puñetazo encima de la mesa.
Vaya empacho, verdad?
Vamos cargando nuestras espaldas con tanta 'chatarra'...
Totalmente de acuerdo, Fede. El problema es saber cuándo decir ¡Basta!, cuando dar ese puñetazo sobre la mesa que dice Blanca. Yo a veces me siento abrumada por las obligaciones y la cantidad de cosas pendientes de hacer ¡durante mis ratos de ocio! En esos momentos me gustaría vivir en un pueblo de montaña, sin internet y sin móvil, y dedicarme a lo que me apetezca hacer en cada momento. Hasta que me acuerdo de que tengo que preparar alguna cosa para las clases de mañana y la rueda comienza otra vez a girar.
Saludos
P.D. Perdón por lo de no avisar en la escapadilla a Burgos, pero es que de verdad que ni me acordé de que tú vivías allí. Habría sido genial charlar un rato en directo. Queda pendiente para una próxima vez.
Hola Fede.
Qué razón llevas. La verdad que no se sabe hasta "dónde" podemos llegar por consumir algo. Si embargo, creo que nuestra capacidad de opinión es lo que cuenta...
Me ha encantado la reflexión... y ha venido muy muy bien ;)
Un saludo!
PD: A los jovenes... es alucinante el consumismo que tienen y como no quieren que cambie... da pena...
Me ha alegrado enormemente esta reflexión, yo misma estoy atrapada en alguna de las facetas que presentas, pero sabes una cosa amigo?...
Yo pienso que de algunas cosas no sabemos decir basta para gozar de pequeñas cosas, porque no estas con quien las puedes compartir...y llenamos vacios con ello.
No tratariamos de aturdirnos con tantos libros,tantos email, si de verdad pudieramos compartir una charla amena con gente de nuestro agrado y que sabe escuchar, igual que cuando compartes una buena comida con amigos, la mayoria de las veces importa más la compañia que lo que comes, y para que decir del lugar...
Nos has hecho pensar, al menos ha estado muy bien para que algunas nos intentemos enmendar .
Un abrazo
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