Hace muchos años escribíamos nuestras biografías con pluma y papel en cuadernos y en diarios , pero como ahora eso ya no se lleva vamos plasmando nuestro día a día en esporádicos mensajes gráficos y fotográficos en teléfonos, tablets o laptops y a través de las redes sociales de facebook, twiter, instagram o tantas otras.
Sin haberse modernizado a lo largo de los años, ni cambiar de aplicación, nuestro cuerpo escribe mucho mejor y de manera indeleble, en nuestro propio cuerpo el historial de nuestras alegrías y disgustos, nuestros excesos y accidentes, nuestras penas, nuestras enfermedades y dolencias.
Sin ser conscientes de ello, día a día, se van esculpiendo en nuestro cuerpo y llega un día que nos da por mirarnos y a penas nos reconocemos: ese rictus en la cara, esas arrugas en torno a los ojos, ese enrojecimiento de las palmas de las manos, esas descamaciones de la piel, las excoriaciones de las rodillas, los dolores lumbares, la rigidez en la espalda, las migrañas, los olvidos, los moratones y las verrugas son un relato que sin exclamaciones ni signos de interrogación proclaman alto y claro nuestra historia.
Acontece sin embargo que contrariamente a lo que ocurre cuando escribimos, y el papel acepta todo lo que le contamos, aquí solo podremos disimular por un tiempo, pero nunca engañar del todo y menos a nosotros mismos. Por mucho que nos empeñemos en ocultarlas nuestras pequeñas miserias acaban saliendo a la luz y a cada momento nos recuerdan nuestra historia.
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1 comentario:
Es cierto. Nacemos como una página en blanco y después en el cuerpo se nos van quedando todas las señales y en nuestro cerebro los recuerdos que nos van marcando y moldeando.
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