9 de septiembre de 2012
Paul Auster : Diario de Invierno
DIARIO DE INVIERNO
Novela
Paul Auster
Anagrama 2012
Panorama de narrativas
Título original : Winter Journal 2012
Traducido del inglés por Benito Gómez Ibáñez
248 páginas
Admito que soy un ferviente seguidor de Paul Auster. Sea cual sea el argumento de sus obras, la fluidez del lenguaje y la belleza de su prosa merecen por si solas una lectura atenta para intentar despejar su secreto. Por otra parte, en la obra de Auster hay mucho del maestro que juega con todas las argucias y estilos de escritura como si quisiera hacer una demostración de las alternativas de las que dispondría sus alumnos aventajados. En esta ocasión, con una narración casi siempre en segunda persona, Auster se dirige a ese tú que es él mismo, se cuenta su vida, y como los años han pasado y a lo hecho pecho. Se mira con sinceridad e indulgencia y habla de enfermedades, desilusiones, infancia , y defectos con un desapego no exento de resignación.
Sin embargo, “Diario de Invierno” me ha sabido a poco. Creo que en Paul Auster, una novela autobiográfica debería dar para algo más que enumerar una por una las 21 residencias que ha ocupado a lo largo de su vida. Evidentemente, son demasiados cambios de domicilio en una vida y eso habla de su temperamento inquieto, de su vocación de escritor, de su permanente y ansiosa búsqueda de si mismo, pero es también una manera fácil de rellenar páginas y de decir poco de lo que verdaderamente nos interesa. En mi opinión sobran las listas: cuatro páginas para enumerar sus comidas favoritas cuando era niño, dos páginas para enumerar las cosas que hace con sus manos, tres páginas para señalarnos los lugares a los que ha viajado, dos páginas de cicatrices. Por otra parte cae en algunas descripciones obvias como la que hace de la muerte “ese lugar al que todos vamos a llegar” o del caminar “un pie adelante y luego el otro”. Me gustaría conocer más al escritor y sus sentimientos, sus emociones, sus convicciones su opinión sobre los acontecimientos, su reflexión sobre el momento actual de la literatura.
Indudablemente hay relatos memorables como el que dedica a su madre de la que hace un auténtico panegírico. Esa mujer triple como él la describe, a la vez resplandeciente y angustiada, brillante y desquiciada. Auster habla también de sus escarceos amorosos, pero de una manera “light” como queriendo proteger a su actual pareja, la también escritora Siri Husdvedt, de la que se siente muy enamorado.
Paul Auster está en un momento de su vida, en que empieza a perder a algunos de sus contemporáneos, esa edad en la que empiezas a hacer cálculos y comparaciones con la vida de los que te han precedido. Ese momento en que recuerdas todas y cada una de tus cicatrices. Bello símil que utiliza para indicar que aunque la huella externa haya casi desaparecido, el recuerdo sigue intacto.
En resumen, un libre con luces y sombras, un libro autobiográfico deliciosamente escrito pero que me ha sabido a poco, el libro de una persona “precaria y dolida, un hombre que lleva una herida en su interior desde el principio mismo, ¿por qué, si no, te has pasado toda tu vida adulta vertiendo palabras como sangre en una hoja de papel?”
Camino de Santiago del Norte: Llanes - Oviedo - Luarca
Desde que quedé atrapado por el Camino hace casi tres años, mi entusiasmo sigue en aumento. En escritos anteriores he hablado de la naturaleza, de los paisajes, de los monumentos, del arte, del espíritu que parece impregnar todo lo que se refiere al Camino.
El tramo recorrido este verano ha tenido algo de todo ello. Caminar a orillas del Cantábrico, bajando y subiendo valles y colinas, asomándote a los acantilados, respirando el aroma de los eucaliptos, tumbándote en verdes praderas ha sido maravilloso, un sueño del que a cada paso te despiertas para contemplar iglesias prerrománicas como la de San Salvador de Priesca o el monasterio de Valdedios y su “Conventín”, una joya prerrománica mandada construir en el siglo IX por el Rey Alfonso III . Y luego, de trecho en trecho, ciudades como Llanes, Ribadesella, Villaviciosa, Oviedo, Avilés, Luarca, para las que la única definición que se me ocurre y que las engloba a todas es que son ciudades “cariñosas” , que te cuesta dejar atrás.
Del grupo de peregrinos, en esta ocasión, evoco el recuerdo de una pareja de enamorados, que parecían flotar por el Camino. Su itinerario particular les alejaba de los demás pero se les veía felices y ajenos a las contingencias de las etapas. Recuerdo también a un grupito de peregrinos, a la puerta del albergue de Oviedo que se contaban batallitas. Los “sabelotodo” dominaban el corro y hablaban de sus experiencias del camino como quien diserta sobre las partículas elementales. Y recordaré sobre todo y con cariño a Nicolás, un “Perriflauta” francés que utiliza los albergues del Camino como hoteles baratos en su deambular por las ciudades españolas tocando la “cornemuse”, una especie de gaita sencilla de un solo registro pero que maneja a la perfección y nos deleita con tonadas bretonas, muñeiras y música celta. Es simpático, limpio, y da calor y color a las tardes en el albergue.
De las personas con las que me he cruzado esta vez, quiero evocar aquí a Felipa. Es una anciana de Priesca, auténtica guía y erudita del prerrománico de la Capilla del San Salvador. A pesar de la edad y de su dificultad para caminar nos fue envolviendo con sus comentarios en la belleza del templo y casi sorprendidos, acabamos sentados en un banco entonando un “Salve Regina” en latín, como hicieran doce siglos antes los monjes que atendían ese lugar.
En otro orden de cosas, ¿cómo no recordar también a la cariñosa dueña de un bar de Posada, entre Oviedo y Avilés, que el día de mi cumpleaños a las 10 de la mañana, se brindó a organizar con mi amiga Marisol una pequeña fiesta de cumpleaños con tarta de galleta y chocolate, una improvisada vela hecha de papel aceitado, y un botellín de Benjamín que fue a buscar a su casa? Y de manera más humilde pero igual de cariñosa, ¡cómo olvidar a la mujer que nos ofreció agua y nos hizo sentar en el porche de su casa para que descansáramos antes de emprender camino hacia a Soto de Luiña? Nos conmovió su generosidad y nos hizo gracia su comentario de que aunque se volviera una joven de 20 años jamás haría una promesa como la nuestra aunque las “muletas” ( por los bastones) que llevábamos quizá nos hacían el camino más llevadero.
También están los hospitaleros, los dueños de albergues privados, y los pequeños hoteleros con los que necesariamente te encuentras y que recuerdas, unas veces por su generosidad, otras por su tacañería, por su vanidad o por la astucia con la que salen en busca del peregrino. Los recuerdo a todos con cariño. Me han ayudado en esta aventura y les estoy agradecido.
El Camino no es nunca el mismo. Cada peregrino hace su propio camino, diferente del de los demás aunque recorra los mismos pasos reciba en la cara la misma brisa o le moje el mismo aguacero. Mi camino es único e irrepetible. Tengo suerte: aunque volviera sobre mis pasos, estaría seguramente haciendo un nuevo Camino.
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