Había pasado cerca. Me había asombrado la obra de ingeniería que supuso hacer pasar la autovía de Valencia por encima del Embalse de Contreras y cómo no, recordaba la polémica y paralización que sufrió la autovía por el empeño de los ecologistas en preservar este singular paraje, el río Cabriel y sus hoces sinuosas y profundas en la confluencia de las provincias de Cuenca y Valencia.
Sin casi proponérmelo, he tenido ahora la oportunidad conocerlo y dar la razón a los ecologistas, de pasearlo, disfrutarlo y maravillarme de la caprichosa la naturaleza y de la erosión que en unos lugares ha creado profundas gargantas y en otras inhiestas y afiladas cuchillas rocosas. Se puede decir que Venta del Moro es punto neurálgico de este Parque natural. Su Museo municipal y Centro de Interpretación ofrecen diversas alternativas y rutas de senderismo para admirar y disfrutar de este paraje. Las actividades al aire libre y de aventura, han movilizado a las empresas de turismo activo que se han establecido en el municipio y ofrecen a colegios y particulares actividades de rafting, trekking, descenso de barrancos etc.
http://www.youtube.com/watch?v=0vp91ernzOs&feature=colike
17 de junio de 2012
16 de junio de 2012
La Cena de Hermann Koch
LA CENA
Novela
Herman Koch
Salamandra 2010
Narrativa
Título original Het Diner 2009
Traducido del holandés por Marta Aguilé Bernal
284 páginas
Un hecho real, acaecido en Barcelona en 2004 en que unos jóvenes de buena familia matan a un mendigo en un cajero automático, sirve de punto de partida a este escritor holandés para hacer una radiografía de la sociedad europea contemporánea y plantear dudas y preguntas sobre la responsabilidad de los padres de la conducta de los hijos, el libro albedrío, el dilema entre ética y defensa de los intereses personales.
Extraordinario creador de personajes el escritor nos va trazando muy paulatinamente el retrato de los cuatro protagonistas principales. No podemos tomar nada por sentado, de hecho, a medida que avanza en el relato nuestra percepción de los personajes va cambiando y sólo al final de la novela tenemos elementos suficientes como para emitir nuestro propio juicio sobre la conducta de estos padres que por preservar su tranquilidad y su modo de vida, por egoísmo o por defender su carrera política, prefieren mirar para otro lado aún a sabiendas de que sus hijos son los autores de un crimen, aunque no haya indicios que los puedan delatar.
Hermann Koch va dosificando la información de manera a mantener la tensión a lo largo de las casi trescientas páginas del libro. Se sirve para ello de una estructura lineal: una cena en un restaurante de lujo en el que los dos matrimonios cuyos maridos son además hermanos, deben tomar decisiones trascendentales. Y como en los restaurantes de lujo, los platos se hacen esperar: el aperitivo, los entremeses, o los sucesivos platos o el postre son también el inicio de nuevos capítulos. La tensión se incrementa y sentimos que nos podríamos saltar algún plato para llegar antes al desenlace de la historia y saber cómo por fin se soluciona el conflicto.
En vano esperaremos las respuestas a las grandes preguntas que la historia plantea. El escritor plantea una situación pero su misión no es la de dogmatizar, filosofar o sentar cátedra. Se trata de una novela, no de un ensayo filosófico o ético. Los tópicos para la discusión surgen de la propia historia, pero el lector tiene que involucrarse y sacar sus propias conclusiones.
Una gran novela para leer y debatir en grupos de lectura o con amigos que también la hayan leído.
Novela
Herman Koch
Salamandra 2010
Narrativa
Título original Het Diner 2009
Traducido del holandés por Marta Aguilé Bernal
284 páginas
Un hecho real, acaecido en Barcelona en 2004 en que unos jóvenes de buena familia matan a un mendigo en un cajero automático, sirve de punto de partida a este escritor holandés para hacer una radiografía de la sociedad europea contemporánea y plantear dudas y preguntas sobre la responsabilidad de los padres de la conducta de los hijos, el libro albedrío, el dilema entre ética y defensa de los intereses personales.
Extraordinario creador de personajes el escritor nos va trazando muy paulatinamente el retrato de los cuatro protagonistas principales. No podemos tomar nada por sentado, de hecho, a medida que avanza en el relato nuestra percepción de los personajes va cambiando y sólo al final de la novela tenemos elementos suficientes como para emitir nuestro propio juicio sobre la conducta de estos padres que por preservar su tranquilidad y su modo de vida, por egoísmo o por defender su carrera política, prefieren mirar para otro lado aún a sabiendas de que sus hijos son los autores de un crimen, aunque no haya indicios que los puedan delatar.
Hermann Koch va dosificando la información de manera a mantener la tensión a lo largo de las casi trescientas páginas del libro. Se sirve para ello de una estructura lineal: una cena en un restaurante de lujo en el que los dos matrimonios cuyos maridos son además hermanos, deben tomar decisiones trascendentales. Y como en los restaurantes de lujo, los platos se hacen esperar: el aperitivo, los entremeses, o los sucesivos platos o el postre son también el inicio de nuevos capítulos. La tensión se incrementa y sentimos que nos podríamos saltar algún plato para llegar antes al desenlace de la historia y saber cómo por fin se soluciona el conflicto.
En vano esperaremos las respuestas a las grandes preguntas que la historia plantea. El escritor plantea una situación pero su misión no es la de dogmatizar, filosofar o sentar cátedra. Se trata de una novela, no de un ensayo filosófico o ético. Los tópicos para la discusión surgen de la propia historia, pero el lector tiene que involucrarse y sacar sus propias conclusiones.
Una gran novela para leer y debatir en grupos de lectura o con amigos que también la hayan leído.
13 de junio de 2012
Marc Chagall en el Thyssen
Hace unas semanas tuvimos el privilegio de poder contemplar en Madrid algunas de las mejores obras del pintor ruso judío Marc Chagalla.
A pesar de su larga trayectoria pictórica, a pesar de haber vivido casi toda su vida exiliado de su tierra natal , su pintura ha seguido siempre impregnada de ese sentimiento de pertenencia a un lugar y a una estirpe. Las alusiones al exilio, al judío errante, a la música y baile tradicionales de su Biolorusia natal , al ángel protector, al gallo de la espera y de la esperanza, al circo y a la evasión son constantes en su obra que se nos presenta a veces con tintes de naif e inocente simplicidad.
El pintor flota en el aire a menudo abrazado a su amada y mira al mundo con optimismo. No se deja agobiar por las terribles consecuencias de la guerra porque siente la inminencia de lo sagrado. Todo tiene una finalidad y un significado y confía aunque no entiende. Elige colores vívidos y sus azules constituyen la marca de agua de su pintura.
De entre las más de 160 obras que se reparten entre el Museo Thyssen y la Fundación Caja Madrid, he elegido para saborearlo el “Le cirque bleu” (el Circo azul) pintado entre 1950 y 1952 y que se exhibe actualmente en el Centre Pompidou de Paris.
Es de noche, la luna brilla en el cielo y toca el violín. La acróbata, se balancea en el vacío iluminada por el haz de un proyector que la atraviesa. La vemos a vez de frente y de perfil y en torno a ella encontramos algunos de las constantes del pintor: el pez volador que saca de algún lugar una mano para empuñar el ramo de flores que lanza a la artista, el gallo de la esperanza que se pasea sobre el muslo de la acróbata tocando el tambor y abajo, a la derecha el caballo verde ( símbolo del amor) que contempla con arrobo a la mujer. Situados en torno al eje diagonal del haz luminoso, los personajes forman un círculo de color, amarillo de la luna, rojo de la acróbata y verde del caballo. En el centro un vacío, porque todo es liviano, tan liviano y efímero como los sueños, como el amor.
A pesar de su larga trayectoria pictórica, a pesar de haber vivido casi toda su vida exiliado de su tierra natal , su pintura ha seguido siempre impregnada de ese sentimiento de pertenencia a un lugar y a una estirpe. Las alusiones al exilio, al judío errante, a la música y baile tradicionales de su Biolorusia natal , al ángel protector, al gallo de la espera y de la esperanza, al circo y a la evasión son constantes en su obra que se nos presenta a veces con tintes de naif e inocente simplicidad.
El pintor flota en el aire a menudo abrazado a su amada y mira al mundo con optimismo. No se deja agobiar por las terribles consecuencias de la guerra porque siente la inminencia de lo sagrado. Todo tiene una finalidad y un significado y confía aunque no entiende. Elige colores vívidos y sus azules constituyen la marca de agua de su pintura.
De entre las más de 160 obras que se reparten entre el Museo Thyssen y la Fundación Caja Madrid, he elegido para saborearlo el “Le cirque bleu” (el Circo azul) pintado entre 1950 y 1952 y que se exhibe actualmente en el Centre Pompidou de Paris.
Es de noche, la luna brilla en el cielo y toca el violín. La acróbata, se balancea en el vacío iluminada por el haz de un proyector que la atraviesa. La vemos a vez de frente y de perfil y en torno a ella encontramos algunos de las constantes del pintor: el pez volador que saca de algún lugar una mano para empuñar el ramo de flores que lanza a la artista, el gallo de la esperanza que se pasea sobre el muslo de la acróbata tocando el tambor y abajo, a la derecha el caballo verde ( símbolo del amor) que contempla con arrobo a la mujer. Situados en torno al eje diagonal del haz luminoso, los personajes forman un círculo de color, amarillo de la luna, rojo de la acróbata y verde del caballo. En el centro un vacío, porque todo es liviano, tan liviano y efímero como los sueños, como el amor.
Berlín
Hay ocasiones en que uno huye de las tareas pendientes no tanto por el trabajo que supone ejecutarlas sino por el miedo a no estar a la altura, o a hacerlo de forma mediocre. Después de un intenso y prolongado viaje a Berlín, son tantas las cosas que quisiera decir, tantos los impactos, las impresiones acumuladas que me está costando trabajo hacer una síntesis, condensar lo que más me ha impresionado o marcar algunos hitos más sobresalientes. De nada ha servido dejar reposar las impresiones, esperar a que las emociones más profundas afloren en la superficie de mi consciente.
A modo de pequeños apuntes de viajero quiero anotar lo que tres meses después del viaje, primero me viene a la cabeza al oír la palabra Berlín, lo que por otra parte, gracias a la Sra. Merkel y a la crisis económica está ocurriendo más de lo recomendable.
Berlín ha renacido de sus cenizas y lo ha hecho con acierto. La tarea no está terminada, basta comprobar la cantidad de grúas y obras en ejecución a lo largo de la ciudad. Pero manteniendo el concepto original de ciudad amplia y verde ha conservado todo lo que queda de su pasado histórico y ha aprovechado la oportunidad de partir de zonas de absoluta “tabla rasa” para crear conceptos urbanísticos modernos como la Postdam Platz y los edificios que la circundan que huyen de la desproporción para destacar cada uno de ellos por la modernidad y el atrevimiento de sus líneas arquitectónicas.
El pasado sigue muy presente en Berlín. Para mi gusto, demasiado presente. Los miles de turistas que visitan diariamente la ciudad parecen obsesionados por la puerta de Brandeburgo, el muro, y el bunker de Hitler. No hay que olvidar el pasado si no queremos que se repita, pero creo que se debe cambiar el énfasis. Berlín fue capital cultural europea en los primeros años del siglo XX, ha acumulado a lo largo del siglo XIX tesoros arquitectónicos de medio mundo que exhibe en sus numerosos museos, ha sido precursora del movimiento “Okupa” y de los movimientos alternativos que con sus pintadas y graffitti sensibilizaron a toda la juventud europea. Berlín debe interpretar la caída del muro no sólo en su vertiente política y de reunificación de un país dividido sino como cambio radical en la manera de enfocar la cultura y la democracia.
La Cúpula del Bundestag, linterna de cristal y acero que corona el parlamento Alemán, obra de Norman Foster, merece por si sola una visita a Berlín. Ascendemos por la rampa que circunda la pared interior de la cúpula. A través de sensores la audio guía localiza nuestra posición y nos va dando una completa información sobre los edificios y monumentos que podemos contemplar. Hacemos así una visita panorámica de la ciudad con dos vueltas de 360 grados sin obstáculo alguno. Podemos también atisbar a través del cono invertido de espejos que dan luz al edificio, el desarrollo de los debates parlamentarios. Una vez más, el lamentable estado en que quedó el parlamento, ha permitido a los alemanas combinar de manera armoniosa pasado y presente, tradición y modernidad.
Es de noche. La cúpula Sony en Postdam Platz está iluminada y cambia del azul al verde y al granate. Acabamos de asistir a un Concierto de la Filarmónica de Berlín. El coro y la orquesta han interpretado la misa de Requiem de Fauré y nos hemos sentido durante dos horas envueltos en una atmósfera de belleza y armonía. Es hora de bajar a la realidad del día a día. Nada mejor para ello que pedir una currywurst y una cerveza y repasar en la memoria la película de estos días. De pronto me preguntan: ¿Con qué te quedas? Y me mente vuela al Neues Museum para perderme en la serena y misteriosa mirada del busto de Nefertiti.
A modo de pequeños apuntes de viajero quiero anotar lo que tres meses después del viaje, primero me viene a la cabeza al oír la palabra Berlín, lo que por otra parte, gracias a la Sra. Merkel y a la crisis económica está ocurriendo más de lo recomendable.
Berlín ha renacido de sus cenizas y lo ha hecho con acierto. La tarea no está terminada, basta comprobar la cantidad de grúas y obras en ejecución a lo largo de la ciudad. Pero manteniendo el concepto original de ciudad amplia y verde ha conservado todo lo que queda de su pasado histórico y ha aprovechado la oportunidad de partir de zonas de absoluta “tabla rasa” para crear conceptos urbanísticos modernos como la Postdam Platz y los edificios que la circundan que huyen de la desproporción para destacar cada uno de ellos por la modernidad y el atrevimiento de sus líneas arquitectónicas.
El pasado sigue muy presente en Berlín. Para mi gusto, demasiado presente. Los miles de turistas que visitan diariamente la ciudad parecen obsesionados por la puerta de Brandeburgo, el muro, y el bunker de Hitler. No hay que olvidar el pasado si no queremos que se repita, pero creo que se debe cambiar el énfasis. Berlín fue capital cultural europea en los primeros años del siglo XX, ha acumulado a lo largo del siglo XIX tesoros arquitectónicos de medio mundo que exhibe en sus numerosos museos, ha sido precursora del movimiento “Okupa” y de los movimientos alternativos que con sus pintadas y graffitti sensibilizaron a toda la juventud europea. Berlín debe interpretar la caída del muro no sólo en su vertiente política y de reunificación de un país dividido sino como cambio radical en la manera de enfocar la cultura y la democracia.
La Cúpula del Bundestag, linterna de cristal y acero que corona el parlamento Alemán, obra de Norman Foster, merece por si sola una visita a Berlín. Ascendemos por la rampa que circunda la pared interior de la cúpula. A través de sensores la audio guía localiza nuestra posición y nos va dando una completa información sobre los edificios y monumentos que podemos contemplar. Hacemos así una visita panorámica de la ciudad con dos vueltas de 360 grados sin obstáculo alguno. Podemos también atisbar a través del cono invertido de espejos que dan luz al edificio, el desarrollo de los debates parlamentarios. Una vez más, el lamentable estado en que quedó el parlamento, ha permitido a los alemanas combinar de manera armoniosa pasado y presente, tradición y modernidad.
En Berlín desplazarse por la ciudad en vehículo particular es un lujo innecesario. Me llama la atención la perfecta sincronización de trenes, metro y autobuses que tejen una tupida malla por la ciudad y permiten desplazarse a cualquier punto de manera rápida y eficaz. Las numerosas combinaciones de billetes turísticos de uno o varios días permiten desplazarse incluso a las ciudades circundantes de
manera económica y veloz. Postdam y el famoso Palacio “Sanssouci” refugio de Federico el Grande, con sus jardines al estilo de Versalles o el palacio Cecilienhof en el que los Aliados firmaron el tratado de Postdam que partió y repartió Alemania entre los vencedores, está a pocos minutos en tren del centro de Berlín. Es de noche. La cúpula Sony en Postdam Platz está iluminada y cambia del azul al verde y al granate. Acabamos de asistir a un Concierto de la Filarmónica de Berlín. El coro y la orquesta han interpretado la misa de Requiem de Fauré y nos hemos sentido durante dos horas envueltos en una atmósfera de belleza y armonía. Es hora de bajar a la realidad del día a día. Nada mejor para ello que pedir una currywurst y una cerveza y repasar en la memoria la película de estos días. De pronto me preguntan: ¿Con qué te quedas? Y me mente vuela al Neues Museum para perderme en la serena y misteriosa mirada del busto de Nefertiti.
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