Calle de Delft, (1657 h)
Óleo sobre lienzo 54,3 x 44 cm
Rijksmuseum, Amsterdam (Holanda)
Vermeer sólo pintó dos cuadros de su ciudad natal. Uno de ellos, probablemente el más antiguo, de reducidas dimensiones, es Calle de Delft comúnmente conocido como “La Callejuela” que transmite la sensación de una calma silenciosa, liberada del tiempo.
Paralelo al cuadro, al otro lado de la calle, más allá del adoquinado con apariencia estriada, Vermeer nos presenta una fachada de ladrillos rematada con un aguilón en forma de aspillera. Esta fachada está unida por la izquierda a una casa de menor altura. Podemos observar los aguilones y tejados de otros edificios traseros por encima de los muros del primer plano.
Casi todas las contraventanas de la casa están cerradas, dando así la impresión de que la casa está clausurada hacia el exterior, únicamente la puerta abierta, en la que una mujer trabaja en su encaje de bolillos, permite una mirada al interior, dominado por una oscuridad ambigua. La casa presenta todas sus contraventanas cerradas, lo que hace pensar que está cerrada al exterior, aunque la puerta permanezca abierta.
En su zaguán una mujer trabaja en su encaje de bolillos. A través de él podemos echar una mirada al interior, dominado por una oscuridad ambigua. A través de la entrada al patio, sostenida provisionalmente con puntales, podemos ver un estrecho pasillo en el que una criada está ocupada con una tinaja o una cuba para el agua de lluvia. Las dos mujeres, absolutamente inmersas en las tareas del hogar, permanecen anónimas. La criada tiene la cabeza vuelta hacia un lado, de modo que no podemos ver su cara. El rostro de la mujer sentada no es más que una pincelada de color enmarcada por el blanco de su cofia, del canesú y del encaje, un blanco que se prolonga en el encalado del inferior de la fachada.
Tampoco son visibles los rostros de los dos niños arrodillados en el suelo delante de la casa aunque el reciente descubrimiento de Daan Hartmann del taller del pintor en la calle Voorstraat muy cercano al callejón hace pensar que la niña arrodillada puede ser la propia hija de Vermeer, posiblemente Elisabeth.