29 de mayo de 2009

Inspiración


El profano piensa que la inspiración es algo mágico y que el escritor ha de quedarse esperando a que llegue, cuando llega y si llega. Es muy bonito pensar en el poeta que mira al cielo azul en espera de inspiración. Pero no es así. Se escribe cuando se quiere, y la inspiración quizá no exista. Como con todas las cosas, sólo hace falta tener ganas de escribir, sentir ese placer. También para planchar la ropa o hacer un jersey de punto hay que tener ganas y sentir placer, de lo contrario se trabaja mal y no sale bien. No es inspiración lo que le falta al poeta cuando mira al cielo azúl, son ganas.

Giorgio Scerbanenco
Citado por Francesco Piccolo en "Escribir es un tic"

18 de mayo de 2009


Mario Benedetti
In Memoriam
CORAZÓN CORAZA
Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque noe res mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amot
si no te miro
porque tú siempre existes dondequeira
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo no tenga
y no

17 de mayo de 2009

El lector

EL LECTOR
USA, 2008
Dirigida por Stephen Daldry
Duración 124 minutos
Drama

Pocas películas tan profundas, tan cargadas de emociones contradictorias, tan reflexivas como la que nos ofrece Stephen Daldry en "El Lector", y que sin embargo no se empieza a entender hasta que ha transcurrido más de un tercio de la cinta. Sólo entonces la historia empieza a cobrar sentido y advertimos que no se trata de una película de dudoso erotismo en el que una mujer madura, acomplejada y dominante seduce a un joven estudiante de quince años y a cambio de sexo exige que le lea trozos de sus libros de texto. Ciertamente estas escenas eróticas están narradas con impactante realismo y sin mojigatería. Se trata de erotismo de desahogo, frío y exigente por una parte y de un erotismo inexperto y de aprendizaje por otro. Pero un día Hanna Schmitz desaparece sin explicaciones y Michael Berg el joven estudiante, destrozado internamente y moralmente avergonzado emprende el laborioso ejercicio del olvido.

Volvemos a encontrar a nuestros dos personajes unos años más tarde. Michael es ahora un joven estudiante de Derecho, y Hanna una de las acusadas en un caso colateral a los Juicios por crímenes de guerra de Auschwitz ¿Cómo conciliar el amor que Michael ha sentido un par de años atrás por esta mujer y el repudio por los crímenes de los que se le acusa como guardiana de un campo de prisioneras? Michael se siente destrozado por la culpa y la vergüenza, y su dilema es una metáfora, un reflejo del drama que vive una generación de alemanes enfrentados a su propia responsabilidad, a la culpa implícita en su silencio. Por extensión, el espectador, se siente obligado a reflexionar, a tomar partido ante este dilema moral. No es fácil perdonar, pero más difícil aún es perdonarse por los errores cometidos.

Sin embargo, Hanna, lo descubrimos ahora, es analfabeta y por consiguiente no puede ser la única responsable. Ni siquiera pudo haber redactado el informe del que se le acusa. Tampoco puede haber leído todas las alegaciones del caso, pero el tribunal desconoce este hecho y Michael se encuentra nuevamente ante un dilema: ¿Tiene la obligación de salvarla? ¿Debería salvarla en contra de su voluntad? Y la pregunta es para todos: ¿cuáles son los límites del derecho a salvar a quien no quiere ser salvado?

Hanna es condenada a cadena perpetua y ahora somos los espectadores quienes reflexionamos. A pesar de la evidencia de los hechos, a pesar de haber sido condenada ¿es verdaderamente culpable? Michael, ya adulto, trata de convivir en soledad con su angustioso dilema. Se siente avergonzado y culpable, sigue enviando a Hanna libros grabados en casettes pero ya no hay amor ni perdón posible. Días antes de que Hanna sea finalmente puesta en libertad le busca un lugar donde vivir pero es incapaz de un abrazo, de un solo gesto de acogida. Hanna que se ha ido liberando a través de su aprendizaje de la lectura elige finalmente una salida definitiva, pero Michael tendrá que seguir viviendo con la profunda amargura de una soledad atormentada. Nosotros, los espectadores salimos del cine pero seguimos haciéndonos preguntas.

Stephen Daldry, director conocido por películas como "Billy Elliot" o "Las Horas", ha llevado la película con mano maestra, sin estridencias pero manteniendo constante la tensión y el dramatismo del relato. Su guión es meticulosamente fiel a la novela del mismo título escrita por Bernhard Schlink. Kate Winslet está sencillamente soberbia en la piel de un personaje difícil. Es ruda hasta en su forma de caminar, su acento es marcadamente alemán y su mirada dura y fría como hielo. Está acompañado con el siempre misterioso Ralph Fiennes en el papel de Michael adulto y por un David Kross caracterizando al joven Michael que imprime a su personaje una profunda sensación de desasosiego y sentido de culpabilidad.

11 de mayo de 2009

Suiza: Un lugar para vivir

Hay que haber recorrido Suiza en tren, sobrevolado sus campos y sus montañas, visitados sus pueblos y sus ciudades, para poder declarar, luego, que Suiza es un país aburrido.

Es tan limpio, tan puntual, tan predecible, tan austero dentro de su burguesa complacencia que acaba siendo aburrido… y Sin embargo, creo que somos muchísimos los que envidiamos esa pulcritud, esa eficiencia, esa satisfecha rutina y suspiramos: ¡quién pudiera vivir en Suiza en plan de descanso como ellos eligen Marbella o cualquier otro punto de nuestra costa Mediterránea!

Empecé a viajar a Suiza hace muchos años. Casi siempre fueron viajes breves, de uno o dos días, pero con destinos tan diferenciados como Ginebra, Zurich, Berna, Basilea o Lugano. El motivo fue siempre el trabajo, pero de todas esas ciudades guardo un recuerdo imborrable. Por otra parte, el aeropuerto de Ginebra y sobre todo el de Zurich, se convirtió durante un tiempo en la placa giratoria que re-orientaba mis vuelos hacia extraños lugares como Estambul, Bucarest, Sofía, Zagreb, Split, Linz o Beirut.

Cierro los ojos y evoco, con torpes pinceladas, recuerdos de algunas de esas ciudades Suizas que con el paso de los años han ido tomando en mi memoria una cierta patina de nostalgia.

Ginebra: La más visitada, aunque en muchos de esos viajes no llegara a salir del Aeropuerto ya que Alguna gran empresa de distribución, para facilitarnos las cosas había instalado una oficina internacional de recaudación en el propio aeropuerto. Allí viajaba para negociar cada año el acuerdo internacional, que teóricamente facilitaba posteriormente los acuerdos comerciales con cada uno de los países en los que estábamos presentes. Afortunadamente he tenido ocasión, también, de almorzar a orillas del lago y de fotografiar su potente chorro de agua que como un geiser asciende y lucha contra su propio peso y contra la ley de la gravedad.
Desde Ginebra, bordeando el lago hasta Lausana, he visto los Alpes nevados reflejados en sus tranquilas aguas, y también he utilizado esta ciudad como punto de partida hacia Chamonix y los Alpes Franceses en cuyas estribaciones, durante algún tiempo tuvimos una fábrica.

De Zurich recuerdo sobre todo la laboriosidad. El centro de la ciudad es un lugar de culto al trabajo, las comidas son rápidas, sin fiorituras, un sándwich y un café para mantenerse en forma y luego a la hora precisa, la estampida hacia los barrios residenciales o los pueblecitos que rodean el gran núcleo urbano. Si eres extranjero, y llegas a Zurich en plan de trabajo, es mejor traer consigo una buena novela que logre hacerte olvidar las largas horas de aburrimiento hasta reanudar el trabajo del día siguiente.

Lugano es sobre todo paisaje. Impresiona volar entre picos y sortear las cimas como quien sortea los obstáculos en una pista de karting. Una vez en tierra, te sientes empequeñecido por las cumbres, aliviado por el catarín italiano del Tiszino, y algo envidioso de las magníficas mansiones y chalets de montaña que como nidos de águila se incrustan y amoldan al paisaje de la montaña.
Pero puesto a elegir, probablemente me quedo con Basilea. Es la más internacional de las ciudades suizas ya que comparte el aeropuerto con Francia y con Alemania hasta el punto que si te equivocas de puerta puedes acabar saliendo a cualquiera de esos países. El Rhin, majestuoso, la divide en dos, pero hay tanto verde, las casas, las fábricas, los bloques de oficinas se combinan tan bien con el paisaje que nunca tienes sensación de agobio o de ciudad. Pasear por Basilea, contemplar la impresionante fachada del Ayuntamiento, entrar en una tienda de antigüedades, o pararse a comprar una flores o un par de manzanas en el puesto de la esquina, se parecen tanto a los gestos de todos los días que uno acaba teniendo la sensación de haber llegado a casa

1 de mayo de 2009

Lucien Freud: Retrato de la Reina Isabel II

Retrato de Isabel II
2001 Óleo sobre lienzo 6 x 9 inch.

Lucien Freud, nació en 1922. Era el segundo hijo de Ernst Freud un arquitecto que, cuando era estudiante, había trabajado como artista con un estilo derivado de la Secesión de Viena. Ernst era a su vez el benjamín de Sigmund Freud, padre del psicoanálisis.

Freud suele trabajar en todo momento en al menos un retrato de cabeza o medio busto. Retrató a su hijo Fred de bebé – una asombrosa interpretación de la fuerza y agitación que pueden emanar incluso de un bebé dormido – y retrató a la reina Isabel II. Retrató a viejos amigos como el escritor Francis Wyndham y el secretario de la reina Robert Fellowes. Pintó a novias y nietos. Pintó a su hermano Stephen, a su amigo y ayudante David Dawson, a sus distintas hijas y a su marchante William Acquavella. Ninguno de estos retratos difiere en lo fundamental de las otras obras de Freud. Las enfocó de la misma manera, con el mismo cuidado por los detalles, con el mismo rechazo de toda idealización. Pero vistas por separado, no cabe duda de que forman parte de los retratos más destacados de la Historia del Arte. Superficialmente pueden parecer tradicionales, pero expresan una conmoción que la familiaridad no logra atemperar. Resulta difícil de explicar. Sin duda tiene que ver con la forma en que Freud maneja la pintura. Pero también reflejan su determinación por tratar con paciencia y consideración a cada uno de sus modelos de forma individual. Siempre consigue comunicar la masa y el peso de cada cabeza y algo más: algo que tiene que ver con el tremendo esfuerzo que implica sencillamente ser y que ese cráneo, esos ojos, esa boca, y esa carne (todo ellos invisible para uno mismo) actúen como máximo representante de uno mismo.