En el Camino de Santiago portugués, o más apropiadamente en la Vía XIX de los romanos que luego se convertiría en Camino Real, se encuentra enclavada la pequeña aldea de Mos. No tendría nada de particular si no fuera por un espléndido Pazo recientemente restaurado y que para mi sorpresa pertenece al Consejo Vecinal que lo han transformado en un centro multiusos a medio camino entre Casa de Cultura, Centro de Actividades y lugar de encuentro.
Había salido de Tui por la mañana y me tocaba hacer alto en el albergue de peregrinos de la localidad. Tras el aseo y descanso pertinente me interesé de inmediato por el pazo que pensaba en manos de cualquier familia de abolengo o en el peor de los casos de algún nuevo rico de los que se duda siempre del origen de su fortuna.
Movido por la curiosidad me acerqué y para mi sorpresa constaté que en su interior funcionaba una cafetería. La imponente fachada de piedra clara recién pulida, el monumental escudo de armas, la explanada y el crucero son imponentes por sí solas. Nada perdía por pedir un café en la anunciada cafetería. Siguiendo las flechas rodeé el edificio y pude contemplar un patio interior con una monumental fuente, arcadas de sillería en la planta baja y una balconada tallada en piedra en el primer piso.
Entré, me acerqué a la barra, pedí un café cortado, miré a mi alrededor y constaté que me hallaba en una amplia sala con 10 o doce mesas, algunas de ellas ocupadas por paisanos jugando a partida, y en una esquina un par de futbolines donde unos chiquillos estaban enfrescados en una partida entre risas, exclamaciones, y el estampido de la pelota contra la madera de las porterías.
Al terminar mi café pregunté a la simpática camarera si sabía a quién pertenecía el pazo y se podía visitar. Ufana, me contestó que el pazo pertenecía al pueblo y que en cuanto a la visita mejor preguntaba a José Luis que era el conserje responsable.
José Luis ostenta el cargo de conserje pero para mí que es sobre todo un experimentado guía, un enamorado del pueblo y de su pazo, el alma de muchas de las actividades que allí se desarrollan y el presidente de la Asociación cultural del Concejo de Mos.
José Luis me contó que las primeras referencias a la actual parroquia de Mos está íntimamente ligada a la construcción del pazo y al asentamiento en esas tierras de la familia Quirós Sotomayor. A mediados del siglo XVI aparecen en la historia los primeros Señores de Mos que construyen no sólo el pazo sino también una iglesia dedicada a Santa Baia (nombre gallego de Santa Eulalia) y siete viviendas para los empleados del pazo lo que daría lugar al primer núcleo urbano de Mos.
Los Señores de Mos consiguieron título nobiliario y en 1776, el quinto marqués, Benito Correa de Sotomayor, obtuvo además el reconocimiento de Grande de España. Eso hizo que el noble pasara más tiempo en la Corte que en el pazo con lo que se inició su decadencia. En 1809 una parte del Ejército de Napoleón, pasó por Mos en su camino hacia Tui que debían reforzar. Al no conseguir su objetivo, de regreso, en represalia fueron quemando los edificios más señeros que encontraron a su paso, entre ellos el Pazo.
El palacio dejó de ser residencia de los Marqueses de Sotomayor y se aceleró la ruina del edificio. Cuando se extinguió la descendencia directa del marquesado, sus bienes pasaron a manos de una sobrina que puso los en venta. El edificio y los terrenos circundantes pasaron por diversas manos hasta que a mediados del siglo XX fueron adquiridos por una cooperativa agrícola (Coren) para instalar en sus terrenos una explotación ganadera.
La Asociación de Vecinos de Santa Baia solicitó formalmente en 1979 a D. Eulogio Gómez Franqueira actual propietario, la cesión del Pazo y en febrero de 1981 el inmueble, aún en ruinas, pasó definitivamente a manos de los vecinos . Éstos, inicialmente cedieron el edificio al Ayuntamiento para su rehabilitación y recuperación, pero a la vista de los escasos resultados, volvieron a retomar las riendas y constituyeron la “Fundación Pazo de Mos”. Finalmente a partir de 2008, rehabilitado el pazo gracias a las aportaciones de la Comunidad de Montes, de la Asociación de Vecinos y de las ayudas Autonómicas y Estatales, el edificio cobró nueva vida como local vecinal y dinamizador cultural.
Pude constatar en directo la intensa actividad cultural que se desarrolla entre sus muros: dos corales, una banda de música y otra de gaitas, un grupo de teatro, un grupo de bailes regionales, un centro de informática, y de conexión a internet, una asociación deportiva, etc. etc.
¡Qué maravilla! Cuántas cosas se pueden hacer cuando un grupo de vecinos se une con un propósito claro al margen de rivalidades políticas o intereses particulares. No pude por menos que recordar la famosa frase de Kennedy. No preguntes que puede hacer el país por tí, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país.