La meseta norte castellana estaba esa mañana de broma: amenazaba lluvia mientras el sol jugaba al escondite entre las nubes. El viento empujaba con fuerza los rastrojos, pero los gruesos muros de piedra de estos recios y casi deshabitados pueblos, ofrecían generosos rincones al abrigaño para hacer paradas y contemplar el paisaje. El cereal verdeaba con tonalidades luminosas en los campos pedregosos y los árboles, cuajados e brotes reventones se mecían a orillas del río. Los más madrugadores, los almendros, estaban ya de boda y su traje blanco temblaba en la brisa y con leve sonrojo cubría las ramas aún desprovsitas de hojas.
ocurrió este pasado domingo mientras recorríamos la décima etapa de la ruta del Ebro. Pueblos casi deshabitados van desfilando a ritmo de nuestro paso y a breve trecho unos de otros: Pangusión, Barcina del Barco, Mijaralengua, y como etapa final para los más lentos de entre nosotros, San Martín de Don. En todos ellos encontramos el cartel premonitor que con letras negras sobre fondo amarillo reza: "PUNTO DE REUNIÓN, Plan de Emergencia Nucledar", y es que estamos pasando a orillas de la Central Nuclear de Sta. maría de Garoña. Son estos carteles los que me ponen sobre aviso. Esperaba ver numerosos edificios unidos por retorcidas tuberías, grandes evaporadores cubiertos por penachos blancos; sin emabrgo, sólo se ve un gigantesco y macizo cubo de hormigón, sin aberturas, y a su lado una alta chimenea de la que apenas se desprende un hilillo de humo blanco, tan aparentemente anodinos como incongruentes en este bucólico lugar.
para nosotros termina aquí la caminata. Comemos en el merendero cercano al lavadero del pueblo, tomamos café en la única cantina del pueblo que pertenece a la alcaldesa, nos enteramos de la vida y costumbres del lugar y a media tarde, bajamos despacio hacia el embalse de Sobrón donde nos recogerá el autocar a pie de carretera.