3 de noviembre de 2009

Franz Marc : Perro tendido en la nieve

Perro tendido en la nieve (1910-1911)
Liegender Hund in Schnne
Óleo sobre lienzo 62,5 x 105 cm
Städelsches Kuntisntitut (Frankfurt, Alemania)

La popularidad de Franz Marc se debe, aún hoy en día, principalmente a sus representaciones de animales. Diez años fueron necesarios para que Franz Marc evolucionara de la pintura tradicional de la academia de Munich, pasando pro diversas tendencias estilísticas, al lenguaje formal que cristalizaría en su estilo personal. Entre 1911 y 1914 no sólo surgieron sus obras más importantes; también fue éste el tiempo en que, junto con Kandinsky, editó el almanaque que se llamó “Der Blaue Reiter” (el jinete azul), organizó las exposiciones que llevaron este mismo nombre y se convirtió en una de las fuerzas más importantes de la cultura alemana.

Es interesante escuchar al propio Marc explicar a su contemporáneo el también pintor alemán Macke, su manera de trabajar explicando al mismo tiempo su conocido cuadro
“Perro tendido en la nieve”:

“Pinté a mi Russi tendido sobre un campo nevado; hice la nieve en un color blanco puro con profundidades azules puras, y el perro en un amarillo sucio. En el prisma, el amarillo aparecía como gris turbio y todo el perro enmarcado por los más maravillosos anillos de colores. Entonces hice el perro, en etapas, ‘de color más puro’ (amarillo claro); cada vez que el color se volvía más puro, iban despareciendo los márgenes de colores del perro, hasta que se había conseguido una relación entre los colores, entre el amarillo, el frío blanco de la nieve y el azul dentro de ésta. Además, la masa azul, no debe extenderse demasiado, frente al amarillo del perro, de débil luz, para seguir siendo complementario (es decir para poder decir que está “organizado”)

2 de noviembre de 2009

"Un Gran Chico" de Nick Hornby

UN GRAN CHICO
Novela
Nick Hornby
Anagrama 2008
Panorama de narrativas
Título original: About a boy 1998
Traducción de Miguel Martínez-Lage
352 páginas


Siempre me han gustado los libros en los que alguno de los personajes es un antihéroe, una de esas personas con algunas virtudes y muchos defectos con quines nos identificamos o nos cruzamos a vece en el descansillo de la escalera.

Esa sensación he tenido al leer “Un Gran chico” de Nick Hornby que la editorial Anagrama después de haber publicado novelas posteriores del mismo autor, ha tenido la sensatez de publicar en el 2008 rescatando así para el público de habla hispana la primera trilogía del autor.

Por otra parte aquí no hay ni acción, intrigar o misterio por lo que puedo explayarme en la reseña sin temor a descubrir la trama.

La novela trata de Will, un hombre rico, inmaduro, cínico, egoísta, superficial, hedonista, amoral, irresponsable, que transita por la superficie de la vida, sin mojarse, sin implicarse, o como el mismo aclara “sin juguetes que entorpezcan o manchen la alfombra de su salón”. Disfruta de la música joven de su tiempo, sabe vestir , tiene éxito con las mujeres pero como elude todo compromiso no establece relaciones serias con ninguna.

Frente a él y por una carambola del destino, Marcus, un adolescente de 15 años, extraño, inadaptado, sin amigos, que viste y actúa contracorriente, porque hijo de una madre soltera y con tendencias suicidas, se ha visto a madurar antes de tiempo.

Como se ve no se trata de una trama compleja pero los personajes lo son, y enfrentados entre sí uno se pregunta quién es el adulto y quién es el niño. Se establece entre ellos una relación emotiva. Marcus aprende de Will, encuentra en él la referencia paterna que le falta, pero sobre todo Will aprende de Marcus, descubre a los demás, empieza a empalizar con los problemas ajenos, se compromete y se da cuenta de que se puede vivir manteniéndose al margen del sufrimiento de los demás, pero eso quizá sea también mantenerse al margen de la vida.

Nick Hornby utiliza como era de esperar un lenguaje funcional, de frases cortas, con numerosos diálogos, a través de los cuales descubrimos los entresijos de las relaciones humanas, con realismo, pero también con humor y una pizca de ironía. Y sitúa la acción en un lugar (norte de Londres) y una época perfectamente identificable con referencias precisas a Grupos musicales como Nirvana o el suicidio de Kart Cobain.

En 2002, el libro sirvió de guión a la película de mismo nombre, interpretada por Hugo Grant


Cuando Marcus y su madre discutían, siempre se oían alto y claro las partes importantes de la conversación: era demasiado, demasiado caro, demasiado tarde, demasiado joven, malo para la dentadura, otro canal de televisión, los deberes del colegio, la fruta. En cambio, cuando su madre discutía con alguno de sus novios, uno podía pasarse horas a la escucha sin terminar de comprender de qué iba todo aquello, todo lo referente a la fruta y los deberes, que sin duda tenía que estar escondido en alguna parte de la discusión. Era como si alguien les hubiera dicho que discutiesen, y como si se hubieran puesto a hacerlo sobre lo primero que les había venido a la cabeza.


A Will le bastó con mirarlo a la cara para convencerse de que el chico era sencillamente curioso, y de que esa curiosidad no daba muestras de menguar. La conversación ya se había extendido hasta un punto que rebasaba con creces el nivel de comodidad de Will, a quien ahora empezaba a preocuparle la posibilidad de que se viera obligado a manifestar la más cruel de las verdades, esto es, que la madre de Marcus era, como su hijo, una lunática; que aún cuando se dejase a un lado la cuestión de la cordura, los dos eran, de todos modos, un par de perdedores sin remedio; que difícilmente podría imaginar unas navidades más lúgubres que las que él le estaba proponiendo; que con mucho habría preferido volver a su plan inicial y pasar la Navidad en el olvido y verse la filmografía completa de los hermanos Marx antes de cumplir el ritual de partir el hueso de la suerte con cualquiera de los dos; que toda persona en sus cabales sentiría lo mismo que él. Si el chico no era capaz de pescarlo al vuelo, ¿qué opciones le quedaban? Estaba clarísimo, a menos que…



Will jamás había considerado con cierta seriedad que Marcus fuese un buen chico; hasta ese momento sólo se había fijado en su faceta más excéntrica y problemática, seguramente porque no había habido nada más en qué fijarse. No obstante, vio con absoluta claridad que lo era, y no porque obedeciese a todo y no se quejase de nada, no, se trataba de una bondad intrínseca, algo que le hacía mirar un montón de regalos lamentables y reconocer que estaban hechos con amor y cariño, y que con eso bastaba. Ni siquiera se trataba de que Marcus prefiriese ver la botella medio llena; su botella no estaba llena a rebosar, eso saltaba a la vista, pero sin duda se habría quedado de una pieza si alguien hubiera intentado decirle que muchos chicos de su edad habrían tirado aquella chaqueta espantosa y las partituras para piano a la cara de sus padres y habría reclamado terminantemente una consola de Sony Playstation.