22 de agosto de 2014

Camboya y las Ruinas de Angkor Wat

Estoy  lo suficientemente cerca de Camboya y de sus famosas ruinas de Angkor  como para desaprovechar la ocasión de acercarme a visitarlas. Por fin he cumplido con mi propósito y pese a pequeños  inconvenientes de masificación estoy plenamente colmado

El País
Camboya es un país pobre que se recupera a marchas forzadas de 20 años de atrocidades y locura bajo el Régimen Pol Pot entre 1970 y 1999.  Por establecer un baremo de comparación, creo que podría decir que   la   Camboya de hoy  me recuerda la Tailandia que conocí  la primera vez que la visité hace 50 años.
Camboya es un país agrícola, con una inmensa zona  central dedicada al cultivo del maíz.  El Río Mekong  y el Lago Tonle Sap,  que con sus 150 km de longitud y 70 de anchura es  el mayor lago de agua dulce de Asia, se combinan para mantener  al país tan bien irrigado que en ciertos lugares pueden obtener hasta tres cosechas de arroz al año.
Camboya se recupera rápidamente gracias a las inversiones de sus vecinos  en particular  Vietnam, Japón y Corea.   Por otra parte,  sus cerca de cinco millones de turistas al año para una población de 14 millones son una importante fuente de divisas y  motor de  desarrollo y de modernización. 

            La Cultura
            Salvo las ruinas, poco queda del antiguo Imperio Jemer  influenciado por la cultura India y por la religión Hinduista floreció entre los siglos IX y VI de nuestra era.  Las diferentes  dinastías que se sucedieron en el trono Jemer, no solo adoptaron el hinduismo como religión oficial sino que basándose en las escrituras sagrada de la India, el Pali y el Sanscrito,  desarrollaron una escritura que serviría posteriormente de base para otros idiomas como el laosiano o el tailandés. 
                En su época de prosperidad, los diferentes reyes  Jemer, utilizaron los templos  para  exaltar a los dioses del panteón Hindú:  Shiva, Vishnú y Brama,  Emisario de los Dioses  que habitan  en el Monte Meru de la India, y puesto que el Rey no puede  desplazarse  con frecuencia  allí  para conferenciar con ellos,  nada mejor que  construir templos  que con sus  terrazas escalonadas y sus Cúpulas o “Prang”   imitando las
cumbres del  Monte Meru  hicieran más atractiva la venida de los dioses  al reino Jemer.  Pero  los templos eran también símbolo de riqueza y de poder, al tiempo que palacio y panteones reales.  No es pues de extrañar que se multiplicaran los templos con cada nueva dinastía puesto que se trataba no sólo de marcar  poderío sino también  dar  digna sepultura  a los ascendentes  del nuevo monarca.  Es así como en una zona  de aproximadamente 40 kilómetros cuadrados, al norte del  Gran lago, han aparecido las ruinas de unos 200 templos. 
          Los Templos
Por razones no del todo esclarecidas,  tras un período de luchas con  sus vecinos de Tailandia ocupada entonces por los Mon,  los Reyes  Jemer abandonan  la capital  Angkor  y se desplazan hacia el Sur  para fundar  la actual capital  del  país: Phnon Phen. Más extraño aún es el hecho de que no sólo la nobleza sino toda la población abandonara  la antigua capital y dejaran que  palacios y templos  desaparecieran  al cabo de los años bajo la insaciable voracidad de la naturaleza y  sofocante abrazo de la selva.
Aunque no es del todo cierto que se perdiera el rastro de la ciudad,  sí es cierto que no es hasta el siglo  XIX que los países occidentales y en particular Francia que ha tomado Camboya como colonia, empezaran  a  descubrir  aquellos gigantescos templos de piedra gris descoyuntados por las raíces de los árboles, sepultados por sus ramas, silenciados por el  monótono bullir de la naturaleza.
Desde entonces diferentes programas internacionales luchan por recuperar  y restaurar el antiguo esplendor de Angkor.  Declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad  en 1992, muchos de los templos lucen  ya sus  ruinas despojados de la asfixiante maleza.  Como ilustración, dejo aquí mis  impresiones  de la visita  a cuatro de estos templos.
Bangteay Srei.  
Es probablemente el que mejor conserva el detalle de las esculturas originales. Construido con piedra rosa  menos friable que la de otros templos,  es también el más luminoso. Llama la atención el tamaño casi miniaturesco de algunos de los edificios pero sobre todo la belleza  de la filigranas esculpidas en los dinteles de las diferentes “Gopuras” (Puertas) que dan acceso a los recintos. Me indigna  la decapitación  salvaje de algunas esculturas y el inútil destrozo de los saqueadores de tesoros arqueológicos.
Ta Phrohm
Es probablemente el templo que mayor sobrecogimiento y admiración suscita. Aunque se trabaja  en su conservación, no se le ha despojado de los árboles, ramas y raíces que lo abrazan y lo estrangulan. Algunos de sus rincones han sido inmortalizados por el cine y cómo no, siempre hay cientos de turistas  queriendo repetir la escena, pero prefiero sentarme en una esquina para contemplar   y admirar a un tiempo  árboles y esculturas en una  imposible  simbiosis, el abrazo desesperado e imposible de piedra y madera.
Bayon
Construido  aproximadamente en el año 1200 por  Jayavarman VII es uno de los templos más enigmáticos de Angkor.  Iniciado como templo hinduista, pasa a ser  templo budista y  posteriormente Panteón Real.  La laberíntica construcción  de la que sobresalen numerosos “prangs” con caras esculpidas  (probablemente representando a Brama, el dios de la cuatro caras)  es desconcertante pero me quedo con  el muro recubierto de bajorelieves en que se describen  pasadas hazañas y sobre todo con las graciosas “ apsara” o bailarinas  sagradas que por parejas adornan las columnas del atrio principal.
Angkor Wat

Es el mayor templo del mundo. Construido por la dinastía Suryavarman en el siglo XII, casi en paralelo a las catedrales góticas europeas, fue además de templo una ciudad en sí misma donde vivían cerca de 22.000 almas.  En  un recinto cerrado de cerca de 80 hectáreas, la construcción central  de más de 300 metros de lado, se eleva en terrazas sucesivas  imitando  la Cadena Montañosa del Meru, sede de los Dioses  y sus tres torres principales representan al Panteón hindú  siendo la principal y la más ancha la dedicada al dios Vishnú.  Todo es grandioso en este templo e ingente el trabajo de conservación que se está llevando a cabo.  El templo cuenta con más de 2000 estatuas de “apsaras” (bailarinas sagradas).  Yo me he detenido intentando descifrar las escenas del Ramayana esculpidas en piedra a lo largo de más de 600 metros   en las paredes de de la tercera Galería.

La visita me ha sabido a poco. He quedado con hambre de más, pero también con un cierto hartazgo de turismo masificado.  La atracción y la afluencia indiscriminada de visitantes  puede convertirse en último término en un peligro para la supervivencia de los monumentos si no se encauza  su flujo a través de pasarelas que nos alejen de las esculturas, las tallas y bajo relieves.







18 de agosto de 2014

Phra Pathom Cheddi


Cuenta la leyenda que allá por  el año 870,  el  adivino del Rey Phraya Kong de Ratchaburi predijo que si  el primogénito del rey era niño, crecería fuerte y poderoso y eventualmente mataría a su propio padre.  Naturalmente  el primogénito nació niño y el rey de inmediato ordenó su  ejecución.
La reina sin embargo pidió en secreto a su doncella que llevara al niño a “Yai Hom” una anciana que vivía en el bosque. Cuando el niño creció, fue adoptado por el rey de la vecina provincia de Kanchanaburi  y recibió el nombre de Phraya Pan.   Años más tarde, el rey Phraya Kong  (padre del muchacho) dejó de pagar tributo  al Rey de Kanchanaburi y éste le declaró la guerra. Un ejército fue enviado a  Rachburi al mando de no otro que Phraya Pan  que naturalmente desconocía sus orígenes.
Como anunciado,  el joven Phraya Pan venció y mató a su propio padre y tomó posesión de la ciudad.  En su ignorancia, y siguiendo  la tradición, quiso tomar a su madre como concubina.  La madre entonces le contó toda la historia  y éste enfurecido mató a la anciana que le había ocultado su pasado.  Más tarde, arrepentido de sus crímenes decidió construir la pagoda más alta del mundo, tan alta que las palomas no la pudieran sobrevolar.
Naturalmente esto es sólo leyenda, pero Phra Pathom  Cheddi sigue siendo la pagoda   más alta del mundo.  Situada en Nakhon Pathom,  a 60 km al oeste de Bangkok, la estupa original que las escrituras budistas mencionan  ya en el siglo VII  fue  reconstruida  en  la época Daravati en el siglo XII,  en forma de campana pero rematada con un  “prang” de estilo Khmer similar a los de los templos de Angkor.  Años más tarde, debido a un desvío del  cauce de río y a la sequía subsiguiente, la población abandonó la ciudad de Nakhon Pathom  a favor de la vecina Nakhon Chaisi  y la estupa  quedó abandonada y recubierta por la maleza.
En su época de Monje Budista el rey Mongkut  ( Rama IV) visitó  en varias ocasiones  las ruinas y cuando ascendió al trono ordenó  la reconstrucción de la pagoda.  Para recubrir totalmente la pagoda anterior hubo de elevarse hasta una altura de  127 metros  con diámetro en la base de 233 metros.  La  obra duró 15 años y se terminó  definitivamente en 1870.  Posteriormente, El Rey Chulalongkorn, su hijo, y sobre todo el Rey Vajiravudh (Rama VI) mejoraron y embellecieron el monumento,  construyeron un canal,  erigieron un palacio  e hicieron retornar a la población  que se había establecido en Nakhon Chaisi.  El propio Rey  Vajiravudh pidió  que sus cenizas fueran enterradas al pie de la gigantesca estatua de bronce que adorna la cara este de la pagoda.  
En la actualidad, y con la pagoda recientemente restaurada y abrillantada , es uno de los monumentos más vistosos e impresionantes de toda Tailandia.  La explanada que rodea  la pagoda permite contemplarla desde cualquier ángulo en todo su esplendor.  Además  más de un centenar de  estatuas de Buda  en diferentes posturas  y gestos de  manos (mudras)  adornan las capillas que rodean la base de la gigantesca campana. 
Nakhon Pathom es considerada   como la puerta de entrada del Budismo en  Tailandia; no es pues de extrañar  que este  impresionante monumento  visible desde decenas de kilómetros de distancia  actúe como una especie de faro espiritual  que ilumina la fe de este pueblo eminentemente religioso.











16 de agosto de 2014

Undisguised xenophobia: The job of “nanny” only for Thai women. / Indisimulada xenofobia: el trabajo de niñera sólo para las tailandesas.


The Director General of the Employment Department in the Ministry of Labor has confirmed that the job of nannies is a reserved occupation for Thais.  This confirmation comes after Phra Nakhon Si Ayutthaya Hospital’s Deputy Director expressed concern about the influence nannies and domestic helpers from different  cultural and social environments have on a child’s development and  he had previously  said that the children cared for by migrant nannies will imitate their characteristics and would grow up with similar behavior, attitude and social skills.
Fortunately the same Bangkok Post in the Opinion Page a few days later recognizes that such declarations are completely outdated and more often than not are the result of the  undisguised ethnic prejudice against neighbouring countries which dominates the oppressive migrant policy in the country
En el Bangkok Post leo las increíbles declaraciones de la Directora General  de  Empleo del  Ministerio de Trabajo, en las que declara que la tarea  de niñera sólo puede ser ejercida por mujeres tailandesas, siendo ilegal para el personal doméstico de Myanmar, Laos, Camboya o Vietnam que sólo pude dedicarse a las tareas domésticas de limpieza, cocina, jardinería y trabajos asimilables.  Pero lo más inaudito es que se apoya  en el informe del  Dr. Duangporn Asvarachan, Subdirector General del Hospital Phra Nakhon Si Ayutthaya que manifestaba su malestar por la influencia perniciosa que las “nannies”  procedentes de ambientes sociales y culturales diferentes pudieran tener sobre el desarrollo de los niños pequeños que aprenden por observación e imitación. Asegura dicho Doctor “que los niños al cuidado de niñeras inmigrantes imitarán las características y crecerán con conductas actitudes y habilidades sociales  parecidas a las de sus cuidadoras”.

No soy el único escandalizado por tan descarada xenofobia.  El propio Bangkok Post  en su página de Opinión tachaba unos días después tales declaraciones de  trasnochadas,  fruto de prejuicios  étnicos injustificados y ancestrales  y muy poco en consonancia con los tiempos modernos y de las necesidades auténticas del país que debería  preocuparse por ayudar a las madres trabajadoras, que representan mas del 50% de la población activa del país, en lugar de aferrare a políticas restrictivas de ocupación diseñadas hace más de 30 años con vistas a mantener ciertas actividades en manos de ciudadanos nacionales y que contradicen las demandas actuales del mercado laboral. La falta de guarderías  es lo que obliga a muchas madres a recurrir a trabajadoras inmigrantes cuando no a enviar a sus hijos lejos de casa con  los abuelos u otros parientes.

Si la preocupación de los pediatras es el buen desarrollo infantil - y no el nacionalismo -,deberían promover y apoyar la creación de guarderías sin dejar de lado la atención y educación de los hijos de los inmigrantes. Dejarlos fuera del sistema es una bomba social de relojería, y eso es lo que debería preocupar de verdad a la sociedad.  

14 de agosto de 2014

Mo Mo Eh


Hace un par de meses  me encontré por primera vez  con Mo Mo Eh.   Había ido con mi amigo Víctor a visitar la familia de una alumna que había venido a decirnos que no tenían arroz en casa.  En efecto el padre se había ido a trabajar a Bangkok y se olvidaba de mandar dinero a casa, la madre estaba enferma y con sus tres hijos más el que estaba en camino vivían en casa de la abuela que también se sentía mal    pero no iba al hospital por falta de dinero.

Víctor llevaba ayuda a esta familia, pero  mirando alrededor vimos  lo que podría llamarse un  precario chamizo que parecía sostenerse en  equilibrio inestable y que  ciertamente no podría proteger a una familia de las inminentes lluvias del monzón.  Descubrimos que allí vivía  Mo Mo Eh, con su madre y su padre, recién llegados de Myanmar.  También nos enteramos que  el joven padre estaba sin trabajo, que  bebía con exceso y se drogaba.  Ayudamos también a esta familia y conseguimos que la niña, que  no  estaba escolarizada, viniera al colegio.

Unas semanas después,  la niña dejó de venir a clase.  Supimos por su vecina que la madre había huido de casa porque el padre borracho  la había pegado. Encontramos su paradero no lejos del colegio  y la niña volvió con sus amiguitas, luego  el marido se enteró  dónde vivían, volvieron a juntarse y la niña llegó a clase tan contenta   porque los padres se habían reconciliado. Una sonrisa más grande que se cara  volvió a dibujarse en su carita morena  e hizo brillar sus enormes y bonitos ojos marrones.

Pero Mo Mo  Eh  volvió a desaparecer y  ya no hubo manera de saber qué había sido de la niña.  Al cabo de un tiempo nos dijeron que como consecuencia de una nueva paliza, la madre se había vuelto a Myanmar llevándose con ella a la niña.  Parecía que ya nada más se podía hacer, pero Víctor no es de los que se rinden fácilmente.  Ante todo  se preocupaba por el bienestar y la escolarización de la niña.  Llegó finalmente a nuestros oídos que  alguien conocía la casa donde madre e hija vivían del otro lado de la frontera.   Preocupado por ellas, Víctor me  invitó a acompañarle en una aventura  un tanto arriesgada puesto que la frontera  entre  Myanmar  y Thailandia está cerrada para los europeos en este punto.  Le echamos un poco de valor temerario, fuimos a buscar a nuestra guía,  y por caminos  secundarios 
controlados por los Mon nos adentramos en Myanmar.  De pronto,  cuando  ya no había marcha atrás nos encontramos con una barrera  y   un soldado  birmano, que metralleta en ristre nos conminaba a bajar del vehículo.  Nuestra guía, explicó al soldado en birmano, que sólo pretendíamos visitar a una alumna, pero el soldado seguía firme en su propósito.  Un oportuno billete de 100 Baht ( 2,5 Euros)  finalmente suavizó la tensión del momento.  A recoger ese billete el soldado probablemente estaba   ganando más  del doble de su paga diaria. Cómo no iba a  mirar un momento para otra parte?

Con algo de susto en el  cuerpo, hay que decirlo, llegamos por fin a la casa en la que ahora vive Mo Mo Eh y su madre.  Una sola pieza, de paredes  sin encalar, sin cocina y sin baño,  donde se juntan seis personas:  El  hermano mayor con su mujer, su hijita de meses y una  tía más las dos recién llegadas. El hombre trabaja  12 horas al día en una fábrica de zapatos del otro lado de la frontera  por algo más de  3500 Baht al mes.  (Unos 83 Euros) . Teniendo en cuenta que paga 1500 Baht por la casa donde viven  significa que la familia de seis personas tiene que arreglarse con menos de dos Euros  al día!   La niña quería volver al colegio y convinimos en que la niña  viniera a la “Escuela de Bambú”  del lado tailandés pero no lejos de la frontera.  Después de aportar un poco de ayuda a la familia volvimos hacia Tailandia  por caminos en los que parecía que el coche iba a quedar embarrado  para siempre.

Unos días más tarde vuelvo a ver a So So Eh en brazos de su madre.  Se la ve tan débil que a penas puede abrir los ojos.  No tienen dinero para llevar a la niña al hospital.  Víctor parece la solución a todos los males.  Sin pensárselo dos veces, cogemos a la madre y a la niña y las llevamos al hospital donde diagnostican que la niña padece  anemia y la dejan hospitalizada  enchufada a la botella de suero.

A los pocos días,  como todos los lunes, voy a la escuela de Bambú a dar mis clases de inglés, y  de pronto veo a Mo Mo Eh que viene corriendo hacia mí para abrazarme.  Se la ve sonriente y alegre. Es una niña feliz y parece muy recuperada.   Días más tarde, con ocasión del “Día de la Madre”  Mo Mo Eh y su mamá se presentan en el colegio  y Víctor  se lleva una enorme alegría.  Sabe que él solo puede poner  un granito  de arroz,  que nunca solucionará todos los problemas  con los que se encuentra,  pero también sabe que siempre es más fácil buscar disculpas para no mover un dedo  que echarle un poco de valor  y arriesgarse por ayudar al prójimo.

    

Moralidad por decreto

A la puerta del Colegio, enviado por las autoridades escolares se ha colocado una gran pancarta con las doce consignas o virtudes que, a petición de los nuevos gobernantes del país  los colegios tienen la responsabilidad de  difundir, enseñar, explicar y hacer practicar a los alumnos.
                A  mi que pinto  canas, al menos las pocas que me quedan, eso me suena a viejos tiempos en se nos hacía estudiar  “La formación del Espíritu Nacional”.  Ya no recuerdo los enunciados de aquellas lecciones, pero  me imagino que no diferían  demasiado de las doce consignas que tengo ante mis ojos y que incluyen:
*el amor a la monarquía, a la nación y a la religión,
* la disciplina  y el respeto a  la ley, la autoridad y los mayores
* el pensar y actuar  de acuerdo el pensamiento de su  Majestad el Rey
* la correcta interpretación de la democracia  con el monarca como cabeza visible del Estado
* la preocupación por el interés común  por encima de los intereses particulares   etc. etc.

No pretendo  criticar  abiertamente  el contenido de cada uno de los doce mandamientos que la  cúpula gobernante  pretende imponer  a través de las escuelas  como base y fundamento de la moralidad y conducta de los futuros ciudadanos.  Pero creo sinceramente que se equivocan  en cuanto al método elegido.

Las virtudes morales, el patriotismo y la solidaridad no se enseñan en los colegios,  al dictado de los profesores,  ni haciendo paradas y obligando a los alumnos  a cantar canciones patrióticas, sino en el hogar,  y no  con imposición de  normas y eslóganes,  sino con el ejemplo. 

Pero más importante aún,  creo que la mejor campaña  que  puede orquestar  la nueva cúpula miliar es la del ejemplo, y  ciertamente si  los padres y los profesores tienen que ser los primeros en dar ejemplo, no es menos cierto  que lo mismo deben hacer  los servidores públicos ya sean militares, policías o funcionarios.


4 de agosto de 2014

La Kao Kain Jo "muñecas enlazadas"


Es una casa  antigua, grande, espaciosa y muy ventilada.  Abajo, casi al aire libre está la cocina, y en un rincón, supongo que los servicios.  Es resto es un espacio diáfano en el que se aparcan las motos, se cuelgan los aperos y herramientas de trabajo,  y escarban las gallinas. Al piso propiamente dicho se accede por una escalera de barrotes que subo pensando sobre todo en cómo bajarla. Nos acaban de invitar al enlazado de las muñecas  una ceremonia Karen de profundas connotaciones ancestrales y familiares que se remontan a los orígenes del pueblo Karen en el desierto del Gobi y que a nosotros como extranjeros y extraños al clan nos conmueve por lo que supone de franca acogida.

En efecto, al menos una vez al año, generalmente en el mes de agosto y en un  día sagrado, es decir  un día de luna nueva o de luna llena,  los Karen, llevan a cabo un sencillo y emotivo rito de bienvenida y acogida, algo así como un “vuelta a casa por Navidad”  de todo el clan familiar  y en localidades más pequeñas  de todos los nacidos en el pueblo.

Se trata en efecto de reunir ese día, bajo un mismo techo,   al mayor número de miembros de la familia posible, que por lejos o dispersos que se encuentren harán lo posible por acudir a la llamada del jefe del clan o del patriarca de la familia.
Sa Ai, una de las profesoras, nos ha invitado a la ceremonia y nos sentimos muy honrados en participar. De una manera  indirecta está mostrándonos su consideración y respeto y nos invita a formar parte de su familia.  El parquet de la casa, diáfano salvo por algunos rincones separados por mamparas o cortinas, está recubierto de esteras de paja trenzada  sobre  las que  a pesar de nuestra falta de flexibilidad intentamos sentarnos  erguidos, sin cometer la descortesía de poner los pies por delante,   pero incapaces de  adoptar esa aparente cómoda posición de piernas cruzadas que a  ellos les resulta tan natural.
Cuando todos los invitados  están por fin reunidos, los más jóvenes,  nos agasajan con una larga canción de bienvenida en lengua  Karén.  Los anfitriones,  sacan una de  las bandejas de comida a la puerta, en este caso a pie de escalera y  batiendo la bandeja con  una cuchara  llaman a los rezagados o a cualquiera que pase quiera compartir esa comida con ellos. 


Ahora ya estamos todos reunidos  y formamos una familia. La manera de simbolizarlo  es tocar todos con la mano el borde de la bandeja de  comida mientras  los más mayores pronuncian  una oración ritual que supongo de bendición.  Luego,  recibimos  con la dos manos   una porción de comida en la que se mezcla fruta, flores y sobre todo bolas de  “sticky rice”  (arroz pegajoso)  y diversos pasteles, también de arroz. El arroz pegajoso es el elemento imprescindible en la comida del día, puesto que del mismo modo que los granos de arroz quedan pegados unos a otros y no se pueden separar, así el pueblo Karen es uno y la familia  permanece unida por muy lejos que sus miembros tengan que dispersarse. Es entonces  cuando la anfitriona procede a  rodear ambas muñecas con tres vuelas de  doble hilo rojo y blanco. El hilo rojo es símbolo de pureza de espíritu y el hilo rojo simboliza con su color a todo el pueblo Karen.  Mientras ella  invoca  su  plegaria,  me hace sentir de una  extraña manera  que soy uno más de esta  gran familia Karen  que  contra viento y marea , desplazada quizá de su tierra de origen, sigue conservando sus tradiciones y reuniendo  al menos una vez  al año a sus miembros dispersos  por lejos que se encuentren.  Se supone que los hilos hay que dejarlos en la muñeca hasta que se deshagan por sí mismos.  Estoy convencido que eso ocurrirá mucho antes de que yo pueda olvidar esta sencilla e inesperada ceremonia









30 de julio de 2014

Meditación Budista


En el texto que sigue trato de hacer una interpretación  personal de lo que entiendo por meditación budista. Puesto que parto de consideraciones fruto de mis lecturas y vivencias personales presento sobre todo una reflexión personal y por consiguiente subjetiva, sobre lo que entiendo por meditar y sobre la meditación budista en general.

Cuando hablamos de meditación a secas podemos estar hablando de cualquier cosa: reflexión, introspección,  contemplación,  repetición hipnótica de mantras  o incluso arrebatos místicos.  Para hablar de meditación por consiguiente, es  imprescindible hacerlo refiriéndonos a  una tradición:  cristiana, sufí, budista,  pero sobre todo a un objetivo.  Un monje  budista,  un cartujo,  un lama  o  un derviche  pueden  utilizar  posturas corporales, y métodos para centrar la atención  muy similares, pero dado que los objetivos que cada uno busca son muy diferentes, la meditación será también diferente.  Personalmente creo  que la meditación es ante todo una experiencia  personal  que tiene que ver con la búsqueda de  nuestra  unicidad. 

Es parte de nuestra naturaleza vivir la dualidad de mente, alma, espíritu o como queramos llamarlo y cuerpo   como dos realidades que conforman nuestro ser  pero que raramente coinciden y que actúan  de forma  independiente  y a veces antagónica.  Nuestros pies nos llevan a un lugar pero nuestra cabeza  sigue pensando en el lugar del  que hemos salido;  nuestros ojos contemplan un paisaje, pero nuestra imaginación  se recrea en otra escena;  alguien nos  habla de sus problemas pero pensamos  mientras le escuchamos en  qué vamos a hacer mañana;  queremos cambiar una mala costumbre pero  hacemos  lo contrario de lo que nos proponemos.   Pues bien, creo que meditar es ante todo buscar  esa  concentración de cuerpo, mente, alma, espíritu,  o  facultades humanas  en  un solo y único objeto:  respiro y mis pulmones,  mi voluntad,  mi atención, mi imaginación sólo viven esa unicidad que es el acto de respirar.    A veces  me lo explico a mi mismo con la imagen de aquellas cámaras fotográficas  que antes de la era digital teníamos que enfocar:  aparecía en el visor  la imagen que queríamos fotografiar como desdoblada, y a base de girar la ruleta íbamos haciendo que las dos imágenes se superpusieran  exactamente  en una sola.  Pues bien, algo parecido ocurre al meditar: enfocamos, centramos,  nuestro cuerpo nuestra mente, nuestro ser  nuestras energías en  un solo acto  evitando cualquier tipo de dispersión  y durante el  mayor tiempo posible.  ¿Pero, para qué?

 Pues bien, cuando hablamos de meditación budista podemos decir que la práctica de la meditación    “bhavana” o “cultivo de la mente” es una predisposición a situarnos  en la realidad para de ese modo aprehenderla mejor, y así erradicar  de nuestra vida el “dukkha” o sufrimiento  que podríamos quizá  matizar como angustia existencial.
 Como ya sabemos , casi desde el inicio del budismo  surgieron  en los países por los que se fue extendiendo diferentes escuelas de práctica budista:  budismo Mahayana en el  Tibet y Nepal, Confucionismo en China, Taoismo   en Japón. etc.
En el Sudeste asiático, en Tailandia,  predominó la práctica del Budhismo Theravada  y aunque se conocen más de cuarenta  métodos meditativos todos ellos tienen dos componentes básicos  que se denominan “Samantha” o calma mental  y tranquilidad  y “Vipassana”  o conocimiento directo e intuición. Se considera que los métodos derivados del “samantha”   preceden y sirven  para preparar  la meditación “Vipassana”.  En cualquier caso, todas las formas de meditación, sirven en último caso para “cultivar la mente” y evitar el sufrimiento, es decir, para contrarrestar  los cinco agregados que lo producen, a saber: 1  mente, cuerpo;  2  sentimientos y sensaciones;  3  percepción y memoria;  4  estados mentales  y  5 conciencia.

Las técnicas de meditación varían según las diferentes escuelas pero se intenta siempre predisponer una determinada condición mental que favorezca el “estado de máxima atención y tranquilidad”. En el núcleo central de toda  meditación budista hay una observación tranquila y atenta tanto de los propios procesos mentales como de los fenómenos de la vida.  Pese a la variedad de tradiciones, técnicas y variantes meditativas, es difícil que en una tradición budista no se encuentre por lo menos señalado aquello que ocupa la tradición de las otras.  De cualquier forma y a modo de descripción de rasgos distintivos  podemos decir que  el Budismo Therevada hace hincapié en el análisis y descripción de los diferentes estados de meditación.   Desprovisto de cualquier ritual y con un fuerte componente de estudio, enfatiza un camino progresivo de práctica para pulir los progresos del practicante. El análisis y la sistematización de la experiencia meditativa es por consiguiente la característica principal de Budismo Theravada.
Por su parte, el Budismo Zen destaca el carácter intuitivo y espontáneo de la sabiduría. Intenta buscar una armonía natural en el individuo que le predispone a realizaciones directas e intuitivas, evitando el dualismo en la comprensión de la realidad  En contrapartida, en el budismo Tibetano sobresalen los mecanismos simbólicos e inconscientes de la mente. Es una práctica ritualista que intenta establecer  nuevos patrones psicológicos para aumentar la comprensión de la realidad a niveles profundos. Es la más simbólica y mágica de todas las tradiciones budistas.

Cuando leo y pienso sobre meditación budista y más particularmente sobre la meditación practicada en la escuela Theravada, no me siento muy lejos de San Juan de la Cruz o de Santa Teresa. Me concentro en la respiración, en los  latidos del corazón, en mi realidad física, pero no como algo mágico que por si sólo va a operar en  mi una transformación, sino como una manera de evitar la dispersión de mi mente, como una forma de estar entero en el lugar y momento que estoy, para propiciar esa  atenta pero sosegada  quietud  y tranquilidad que Santa Teresa resumía a su manera castiza con ese “Mira que te mira Dios”.

20 de julio de 2014

Leyendas de Tailandia: Manora


La imagen de Manora es quizá una de las más fotografiadas en el templo del Buda de Esmeralda de Bangkok. ¿Pero quién es Manora y qué representan estas figuras  mitad pájaro, mitad mujer, que con el nombre de Kinnaris  son veneradas por los tailandeses como  genios protectores de la música y la danza?

Cuenta la leyenda que Manora, era la hija menor del Rey-Pájaro cuyos dominios se extendían a pie del Himalaya.  La princesa Manora, y sus seis  Hermanas  solían volar hacia el vecino reino de Pawnkala  porque habían  descubierto  un precioso y recóndito lago  donde  les gustaba bañarse a la luz de la luna.  Allí, al amparo de la noche y del l frondoso follaje se despojaban despreocupadamente de sus alas y de sus colas  y jugaban a perseguirse  y alborotar en el  plateadas y cristalinas aguas del lago.


Un día,  Bun, un astuto cazador y fiel súbdito del rey de Pawnkala, oyó ruido al pasar cerca del lago y agazapado contempló  maravillado la escena sin osar moverse ni hacer ruido.  Vio entonces como las kinnaris, al despuntar el alba, recomponían su plumaje y emprendían  el vuelo hacia las montañas.  Bun  pensó que la más joven de aquellas maravillosas criaturas sería una digna esposa para el  príncipe  y estuvo largo tiempo elucubrando cómo  conseguir apresar a Manora.  Se acordó entonces que  el rey de la serpientes le debía una,  y acudió a él en busca de ayuda.   Reconociendo su deuda,  el rey   le prestó la serpiente de nudo corredizo.   Unos días después  Bun volvió al lago  y escondido esperó la llegada de las princesas.  Cuando éstas reemprendían el vuelo de regreso,  Bun lanzó el nudo corredizo a Manora  que pese a sus gritos y batir de alas quedó apresada  y  atada a una gruesa rama de árbol.  Respetuosamente, Bun, se acercó a la princesa, se postró ante ella y le hizo saber que no tenía otra intención que presentarla al Príncipe Sutone, por si él quería tomarla por esposa.
A pesar de que Sutone era joven, fuerte y bien  parecido Manora se sintió muy afligida. Quería volver con su padre, El rey de los hombres pájaro y con sus hermanas las princesas y le pidó al príncipe su libertad, pero  éste ya se había enamorado peridamente del Manora  y de su delicada belleza  y no dudó  en desposarla. Transcurrido un tiempo, el príncipe Sutone tuvo que abandonar el palacio para luchar contra los enemigos. El rey de Pawnkala entretanto tuvo una pesadilla. Soñó que sus intestinos  se le salían del cuerpo y rodeaban el mundo entero.   Acudió a su Consejero  el Ministro de Justicia para que le interpretara el sueño, y éste que envidiaba y odiaba en secreto al príncipe aprovechó la ocasión para vengarse.

Le explicó al rey que su sueño anunciaba un mal presagio, que el Príncipe Sutone había cometido una falta grave al desposar una  Kinnari y sólo un sacrificio de parecida magnitud podrá librar al rey de los males que el sueño presagiaba.  Manora  debía  ser sacrificada y sometida a un fuego  purificador.

Cuando Manora supo de su suerte, se afligió  sobre todo porque no podría despedirse del príncipe Sutone que seguía guerreando y a quien con el tiempo había comenzado a amar.  Enseguida  pensó en una estratagema para librarse del odiado  enemigo del príncipe.  Postrándose ante el Rey de Pawnkola aceptó su  suerte pero le pidió el favor  de  poder despedirse del Rey y de la corte  bailando para ellos ataviada con sus mejores galas.  Su petición fue atendida y Manora se revistió de oro y piedras  preciosas  disimulando entre  gasas y adornos sus alas y su cola de pájaro.  La  Kinnari  bailó para el Rey y la Corte de manera maravillosa y embaucadora quedando  todos los presentes tan  arrobados  por tanta belleza y armonía que ni se dieron cuenta que al finalizar su baile la kinnari desechando sus adornos humanos y emprendía el vuelo  hacia el Reino de los hombres pájaro.  

Su padre  y sus hermanas  las seis  kinnari,  se llenaron de gozo  al ver  por fin a Manora de vuelta  a  casa pero  la princesa había estado demasiado tiempo entre los humanos  y el Rey, su padre, dictaminó que  debería vivir lejos de palacio hasta que pudiera desprenderse del olor de los humanos.  Manora obedeció fielmente  y pasó siete años lejos de palacio  lavándose purificándose.     


Entre tanto,  Sutone, que había regresado de la guerra se enteró de la traicionera y engañosa  interpretación del sueño real y después de haber pasado a cuchillo al infiel  Consejero,  acompañado del fiel cazador  Bun,   emprendió la búsqueda de la  añorada  y amada princesa. Muchas fueron las penalidades que tuvieron que  sufrir y los obstáculos que tuvieron que vencer hasta que por fin llegaron a la ciudad de Suwan Nakan en el Reino de los Hombres-Pájaro. 

El Rey  Pájaro, al escuchar  las peripecias  y obstinación del príncipe quedó convencido  de que  Sutone amaba  verdaderamente a su hija la princesa  Manora.  No obstante quiso someterlo a una última y definitiva prueba. Hizo llamar a sus hijas, las kinnaris y se las presentó al príncipe. Éste quedó sumido en una profunda confusión  al constatar el enorme parecido ante ellas. Su esfuerzo por tratar de reconocer a su amada  fue tal que casi desfallece en el intento. 

 Su amigo el cazador Bun, sin embargo había urdido una estratagema, sentado  a orillas de la laguna donde por primera vez viera bañarse a la princesa Manora,   esperó la llegada de unas doncellas que venían a recoger agua para las abluciones  purificadoras de la kinnari.  Subrepticiamente,  dejó  caer  en una de sus ánforas un anillo de la princesa.  Cuando  en el agua del baño, Manora vio brillar el anillo de su amado, no dudó en ponérselo en su dedo índice.  Sutone  que ya casi daba por perdida a la princesa,  fue atraído por un fulgor  especial en  el dedo de una de las princesas.  Reconoció el anillo, y sin más dudas  eligió a su portadora  como Princesa  Manora y la Esposa de la que se había prendado.  Pidió entonces formalmente al rey la mano de su hija y  durante muchos días la música y el baile alegraron con sus sones  las altas montañas del Himalaya. A la muerte de su padre, el Rey de Pawnkala,  Sutone regresó con  Manora   a su Reino.  Vivieron años prósperos y felices y no se olvidaron de volver  regularmente a las montañas del Himalaya para celebrar  con bailes y danzas las festividades del los Hombres Pájaro. 

18 de julio de 2014

Voluntarios


Vienen de cualquier país: Inglaterra, Australia, España, Singapur. Unos estudian, otros trabajan; son profesores, enfermeras, cocineros, electricistas,  vienen a compartir con nosotros unas semanas de su tiempo, un poco de su dinero, pero sobre todo a compartir con nosotros su entusiasmo, su disponibilidad, sus ganas de ser  útiles, de ayudar, de enseñar y de aprender.
Por mucha preparación que se haya tenido, por más que se haya leído sobre el país que se visita  o el trabajo que se va a realizar, nada es realmente como uno  lo figuraba.  El proyecto es claro, la misión también, pero en estos países muchas cosas, necesariamente tienen que dejarse a la improvisación del momento,  la benevolencia del clima, las festividades religiosas que se presentan o incluso la inesperada  ausencia de los obreros a quien se supone se viene a ayudar. El tiempo discurre de otra manera y nuestras mentes cuadriculadas creen estar perdiendo el tiempo si cada  momento de la jornada no tiene una tarea asignada.  Pero estar quieto, mirar, dejarse impregnar por el ambiente es parte de la experiencia.

Trabajar  chapoteando en el barro hasta media pierna, acarrear canastas de grava, arena o ladrillos, sentirse indefenso ante las picaduras de mosquitos y otros insectos, y sonreír al final de la jornada, tener humor para dejarse abrazar por los niños o incluso transportar dos o tres sobre los hombros es digno  de admiración.  casi todos tienen la inmensa suerte de interactuar, jugar, enseñar, divertirse con  los niños.

Según me cuentan, meses después, las ampollas en las manos se curan, las picaduras de insectos se olvidan, pero lo que  no podrán  olvidar es esa  sonrisa  hecha de dientes como perlas, de labios abiertos y de ojos  chispeantes como estrellas.  Lo que recordarán siempre  son los abrazos espontáneos, las manos tendidas que se enganchan  en tus dedos y es difícil  sacudir. 


Las pequeñas compensaciones  por  venir tan lejos,  la vegetación exuberante,  el colorido de las tribus con  su música y sus bailes,  la extensión de los lagos y  la majestuosidad  los ríos y de las cascadas  palidecen  ante la dimensión humana de la experiencia.  Recuerdos  inolvidables  como las anécdotas de la convivencia,  el paseo a lomos de elefante o el descenso de  un río en una estrecha  balsa de bambú,  quedan en desventaja cuando  después de un tiempo se  revive en el recuerdo el tiempo de voluntariado.

Veo partir grupo tras grupo, y mi admiración va con ellos. Admiro su generosidad, su espíritu de sacrificio y su alegre  generosidad.  Olvidaré algunos nombres, pero lo que yo tampoco olvidaré es haber compartido con ellos una algo más dilatada experiencia, pero  idéntica  disponibilidad  solidaria.






2 de julio de 2014

Tráfico Humano en Tailandia


Hace unos días, el embajador de Tailandia en Estados Unidos, se quejaba del informe 2014 recientemente publicado  por  Departamento de Estado de Estados Unidos que coloca  a Tailandia en en nivel  “tres”  es decir entre los peores países del mundo en lo que a Tráfico de Personas se refiere.  Sin negar del todo las acusaciones se lamentaba de que el informe no recogiera los esfuerzos que Tailandia está haciendo para luchar contra esa lacra.

Tailandia es un país  de economía dinámica y más desarrollada que la de sus vecinos pobres: Myanmar,  Cambodia y Laos. Esta situación y la creciente necesidad de mano de obra favorece a  las mafias de reclutadores y explotadores criminales  que se aprovechan  de esa circunstancia  para, a través  complejas  redes  de captación y logística,  atraer al país  mano de obra  engañada,  comprada y a veces hasta  robada.

Una  de las actividades  Tailandesas objeto en estos momentos  de particular  escrutinio internacional  es la de la pesca  y la relacioanda con  los  camarones o langostinos de los que Tailandia con más de 500.000 toneladas año es el mayor exportador mundial.   Las flotas pesqueras del sudeste de Tailandia  que suministra materia prima al Gigante CP  (Charoen Pokphand Foods) utilizan con frecuencia  mano de obra  birmana, que ha sido engañada  por mafias que los venden a los buques y una  vez a bordo    pasan años sin volver a pisar tierra  obligados a trabajar  dieciocho horas diarias sin días de descanso.  Algunas Cadenas de Alimentación Americanas como Walmart o Europeas como Tesco y Carrefour  ya han denunciado la situación y amenazado a lCP  con interrumpir las compras si en la cadena de producción se sigue utilizando mano de obra esclavizada.   Esta lacra es sin embargo  difícil de erradicar porque  las inspecciones corren a cargo de las Comandancias Marítimos Tailandeses   que con evidente miopía no han detectado ninguna  irregularidad en cuantas inspecciones han llevado a cabo hasta la fecha.

Otro  área  donde el tráfico  humano es particularmente vergonzoso es el referido   a niñas  y niños utilizados  como reclamos de mendicidad o  explotación sexual   y el de jóvenes campesinas  atraídas al país con falsas promesas de contratos de trabajo que  debido a las enormes deudas que contraen para  pagar a las mafias que las reclutan,  acaban  en trabajos  de servicio doméstico  del que no se pueden liberar  pese a  verse obligadas a trabajar más horas de las estipuladas  y por un sueldo  muy inferior al prometido.

Malee,  una muchacha  de origen Karen,  de 16 años, trabajadora,  y espabilada, había estudiado en nuestra escuela  durante un par de años y se defendía bastante bien en Tailandés.  La separación  de los padres y posterior abandono al cuidado de su abuela  la obligaron, para mantener  a sus hermanos, a  contactar  con  una persona que previo pago de 15.000 Baht (equivalente  a tres o cuatro meses de trabajo) podía  hacerla pasar clandestinamente a través de la frontera y  de los diferentes controles policiales  y una vez  en Bangkok  empezar a trabajar en una familia que le pagaría  5.000 Baht al mes  (120 Euros)  de los que tendría que devolver  2.000 al intermediario hasta saldar la deuda.  La muchacha nos contó  que el viaje fue una auténtica pesadilla.  La camioneta,  una pick up  Toyota, cargó una quincena de muchachas que tuvieron que tumbarse  alargadas  en la caja unas sobre otras como si fueran fardos,  tapadas con una lona  y sin moverse durante buena parte del viaje, También nos contó que caminaron durante horas por senderos en la selva, para evitar los controles policiales, sobre todo en la primera parte del  viaje. La familia en la que empezó a trabajar tenía más miembros de los que le habían dicho en un principio, pero lo que sobre todo le ocultaron es que un miembro de la familia estaba paralítico y tenía que hacerse cargo de asearlo, darle de comer y moverlo en la cama.  Malee, tuvo suerte, alguien pagó su deuda y pudo regresar a su pueblo en la frontera de Myanmar.

Algunas de las ONG que luchan en Tailandia contra el tráfico humano sospechan que uno de los problemas para atajarlo es que  las autoridades policiales o aduaneras  no colaboran efectivamente contra las mafias y que en ocasiones  se dan casos de  corrupción y connivencia  con los cabecillas.

Las muchachas birmanas o de grupos tribales  en la frontera entre Birmania y Tailandia son fácilmente presa de las redes que captan  y abastecen los  prostíbulos de Bangkok. Tienen la ventaja de ser guapas,  de  piel fina y clara y sonrisa encantadora. Pero tienen sobre todo la ventaja de carecer de cualquier documento que las acredite como ciudadanas de un país. Sin apellidos, sin papeles, están a la merced de sus explotadores, que en caso de problemas no dudarán en maltratarlas, desfigurarlas o incluso matarlas.   Engañadas, o a veces  vendidas por los padres para pagar deudas contraídas, muchas de esas chicas  son objeto de una de las más repugnantes lacras de este país:  el turismo sexual.

La trata de personas es la tercera actividad ilegal más lucrativa del mundo, después del tráfico de armas y el narcotráfico, y sus beneficios rondan los 32 mil millones de dólares anuales.” La pobreza extrema y el analfabetismo endémico son factores que  colocan en una situación de gran vulnerabilidad a las personas que los sufren, lo que provoca que sean fácilmente engañadas por las mafias. Bajo la promesa de una vida mejor o un trabajo estable, se llevan a mujeres y niños a trabajar en clubes donde se practica la prostitución o los obligan a formar parte de actividades relacionadas con la pornografía infantil.

  La víctima es la población vulnerable que reside en estos lugares, el cómplice es el gobierno que los deja desprotegidos y los ejecutores son las mafias. Pero los turistas provenientes de Europa o Estados Unidos son los principales responsables. Es necesario tener claro este hecho para abordar todos los aspectos de esta lacra. No señalar a los culpables del comercio sexual supone otorgarles un estatus de invisibilidad que favorece su impunidad.