31 de diciembre de 2012

Cayó la hoja


 Cayó la hoja roja,  y la que arranco hoy  me muestra el cartón desnudo de un calendario que ha dejado de serlo.  Como en las cámaras antiguas rebobino estos 365 días de 2012 y veo que no ha sido tan mal año... Yo decía el otro día que éste era un año para recordar, y lo decía por su faceta negativa que ha afectado sobre todo a personas de mi entorno.  En justicia es también  un año para recordar   por todas las cosas buenas que  me han  ido sucediendo  al compás de los días y al ritmo de las estaciones.
Mis  caminatas, generalmente siguiendo las diferentes rutas del Camino de Santiago o los GR de la ruta del Ebro (GR 99) y las salidas con  la Agrupación de Montaña.  Más de 600 Km en total, en  etapas de 20 a 30 Km respirando aire puro, llenándome los ojos de mar, de bosques o de los amarillos trigales de la meseta.  De todas ellas un pequeño broche de oro: Contemplar Luarca en compañía, desde lo alto del cementerio, al pie de la tumba del científico enamorado, Severo Ochoa.
Las variadas actividades desarrolladas a lo largo del año, estrategias disfrazadas para integrarme en lo posible a la vida de este pueblo que no es el mío: el Tai-Chi de José Ramón, la gimnasia de Sonia, el club de lectura de Ana, el taller de escritura de Juan, las clases de pintura de Guillermo y hasta el grupo de Liturgia de Begoña para leer algún día en la misa del domingo.
 Los viajes, que  siguen siendo  mi droga favorita.  Un viaje a Berlín, en el que el apartamento, el tiempo, la novedad, la buena compañía y el variado programa  me han permitido disfrutar como un colegial.  El viaje a Mallorca con el Imserso  y el descubrimiento de parajes inolvidables que  para no ser exhaustivo resumo en un picnic  compartido en Sa Calobra, luminosa y desierta.  Y viajes a  Altea  o breves estancias en  Madrid para visitar las exposiciones de pintura de Chagall o de Hopper.   
Actividades, viajes, que han llenado los días, personas que me han dado mucho cariño y amistad, un año que he saboreado en plenitud  y algunos malos momentos, pocos y esos sí  olvidados definitivamente.  Miro hacia atrás y me doy cuenta de que con todo ello no tengo ni para rellenar un folio.   Pero lo importante  no es el número de folios que relleno sino que sean folios de años consecutivos.

29 de diciembre de 2012

¿Un año para olvidar?

El año es ya sólo ese charquito de cera en el que una mecha vacilante consume las últimas gotas de parafina. Toca a su fin y según muchos, es un año para olvidar.  ¿Olvidar este año?  Encerrarlo en ese destartalado armario que llamamos olvido? ¡No!  ¡Me niego a ello!

Entiendo que las personas que han perdido a un ser querido, los que se quedaron sin trabajo, los que vieron cómo los ahorros de una vida se volatilizaron entre los dedos avariciosos de unos banqueros impunes y sin escrúpulos, los que perdieron o están a punto de perder la casa por no poder hacer frente a una hipoteca, los funcionarios a los que reiteradamente se les congela el salario, prefieran pasar página.

No se puede gastar lo que no se tiene repiten una y otra vez desde el Gobierno. Eso cualquier ama de casa lo sabe, pero cuando en un hogar las cosas vienen mal dadas, los sacrificios se reparten entre todos y siempre son los padres los primeros que se quedan sin postre.   ¿Por qué no se han quedado sin postre los líderes sindicales, los senadores, los diputados, los funcionarios de alto copete, y sobre todo los banqueros ?

¿Olvidar este año?  ¡NO! Hay que recordarlo al menos hasta las próximas elecciones. Recordar lo que dijeron los políticos y contrastarlo con lo que han hecho. Dejar de lado a los mentirosos y a los embaucadores. Buscar líderes nuevos que nos ofrezcan  la garantía de unas manos limpias aunque sólo sea porque son neófitos.  Recordar que el cambio es posible como lo fue en Islandia.

Como individuo, soy un grano de arena que las olas llevan y traen a su capricho. Unido a miles de otros granos, cimentados por un firme propósito podemos formar un bloque de hormigón,  un malecón contra las envestidas de la corrupción, el amiguismo, y los tejemanejes de muchos dirigentes.

¡Sí! Me acordaré del 2012  porque ha sido un año malo. Me acordaré del 2012 hasta las próximas elecciones.

21 de diciembre de 2012

La Nieta del Señor Linh de Philippe Claudel

LA NIETA DEL SEÑOR LINH
Novela
Philippe Claudel
Salamandra 2008
Título original: la petite fille de Monsieur Linh
Publicado en 2005
Traducción del francés de José Antonio Soriano Marco
126 páginas


He disfrutado mucho de esta novela propuesta en nuestro club de lectura de Suances.  Ante todo, me parece una novela absolutamente visual: una fábula hecha de imágenes despojadas y bellas que desfilan bajo nuestros ojos.  No es casual que los personajes de la novela  no se entiendan más que por gestos y que la nieta del Señor Linh sea tan silenciosa.


El sentimiento de desarraigo del anciano, reforzado por la falta de puntos de referencia, de olores, de sabores, de paisajes que recuerden su pasado y la incomunicación debida al idioma se refuerza cuando es despojado de sus ropas, deja de oír los sonidos de su idioma en boca de otros refugiados y es llevado a un hospicio. Sólo le queda la nieta a la que suavemente le canta la antigua canción que las mujeres cantaban a sus hijas allá en la aldea lejana.
Frente a tanta angustia,  tanta soledad, un único rayo de esperanza. El contacto visual con un hombre al que no entiende pero que está ahí.  Otro solitario desarraigado que en lugar de a una nieta se abraza a una botella y chupa cigarrillos sin tregua. Entre ellos se establece un extraño vínculo, un entenderse sin palabras que a medida que pasan los días se convierte en inquebrantable amistad.


Me imagino esta historia como guión de una película de cine mudo.  Lo que el libro narra en tiempo presente, quedaría sustituido por el lento travelling de una cámara, con esporádicos flashbacks hacia la pequeña aldea. Como música dos sonidos contrapuestos: el chirriar de las grúas  y el estruendo de los camiones en la gran ciudad, y el apacible y acariciante susurro de la selva.  Estos sonidos nos sitúan alternativamente en alguna ciudad portuaria de Francia como Burdeos o quizá Le Havre y en alguna aldea perdida a orillas del Mekong  en el corazón de Vietnam.  El fundido final podría ser un saludo bilingüe que para el Señor Bark se confunde con un nombre y para el Señor Linh es un sello de amistad: "Tao-lai" y "Bon Jour".


Unas líneas para visualizar:
Los dos amigos se ponen en camino. Toman un sendero que desciende serpenteando por el bosque. El día es de una belleza sin igual. el aire huele a tierra húmeda y amancayo.  Los fragmentos de musgo parecen cojines de jade bordados y los bambúes tiemblan agitados por el pájaros.  el señor Linh va en cabeza. De vez en cuando se vuelve hacia su amigo y, con unas palabras o un gesto, le señala una raíz con la que podría tropezar o una rama que podría golpearlo. El bosque da paso a la llanura. Los dos hombres se detienen en el lindero y sus miradas abarcan la extensión verde que se despliega hasta el lejano y tembloroso azul del mar.
En los arrozales, las mujeres cantan mientras trasplantan brotes jóvenes, con los pies sumergidos en el agua cálida y cenagosa.  Los búfalos meditan cabizbajos, mientras en sus lomos los espulgabueyes se pavonean y se alisan las blancas plumas. Unos niños intentan cazar ranas gritando y azotando el agua con varas de sauce. En el cielo, las golondrinas escriben invisibles poesías en la suave brisa.

2 de diciembre de 2012

Club de lectura


Ayer, celebrábamos en Suances una entrañable efeméride: nuestro  Club de lectura celebró su décimo aniversario.  Era para celebrarlo.  Cuántas veces proyectos culturales como éste,  nacen,  tienen dos o tres años de esplendor y luego, sin saber muy bien las razones  se marchitan, pierden adeptos, y acaban desapareciendo.
Llevo  sólo dos años en el club de lectura y he podido constatar el entusiasmo que anima a nuestro grupo.  Los libros propuestos no son necesariamente siempre del gusto  de todos nosotros, pero procuramos asistir todos a esas  reuniones del club  en las que  de manera  casi espontánea,  aunque sabemos que no lo es,  nuestra moderadora,  nos lleva a  reflexionar sobre nuestra lectura y a  enriquecernos con las ideas,  sentimientos y emociones de  todos y cada uno de los miembros del club que han leído en mismo libro  y sin embargo han sabido ver cosas que quizá   nosotros hemos pasado por alto. 
Cada libro que he leído en el club de lectura es como si lo hubiera mirado a través de un  prisma de doce caras cada una con matices de color propias.  Por eso, no puedo dejar de añadir  una cita  de la última  novela de Amin Maalouf,  “ Los Desorientados”   que dice:
“Se habla muchas veces del hechizo de los libros. No se dice lo suficiente que es por partida doble. Está el hechizo de leerlos y el de hablar de ellos. Todo el encanto de un Borges está en que leemos las historias que cuenta mientras sueña con otros libros inventados, soñados, fantasmagóricos. Y, en el espacio de pocas páginas, tenemos los dos encantamientos a la vez.
He podido, en mi vida, notar con frecuencia esa virtud de los libros. Pero fue ese día cuando la descubrí. Estás con una extraña, te pregunta que estás leyendo, o se lo preguntas tú, y, si los dos pertenecéis al universo de los que leen, ya estáis a punto de entrar cogidos de la mano en un paraíso compartido. Y, como un libro llama a otro vais a saber juntos de hazañas, de emociones, de mitos, de ideas, de estilos, de esperanzas”.