30 de enero de 2012

Realismo Sucio: José Emilio Pacheco













Realismo sucio del despertador,
su irrupción malsonante
en el abismo lírico del sueño.

Bomba de precisión el feroz reloj
que vuela en mil pedazos el video intimísimo,
filmado noche a noche por nuestro inconsciente dramático,
máquina de narrar extrañas ficciones,
siempre al alcance involuntario de todos.

Nunca sabré cómo iba a terminar esa historia onírica.
Hicimos una cita y se quedó sin desenlace
por culpa del despertador que no se apiada de nadie,
Por obra del estallido del deber y de la realidad,
gran enemiga de los sueños.

José Emilio Pacheco
Como Lluvia (2001-2008)

20 de enero de 2012

El misterio de la ventana

Viajábamos de Madrid a Salamanca. De pronto una casa de piedra en pleno páramo nos llama la atención. La construyeron probablemente mucho antes de que por allí, alguien, un día, decidiera que pasase la carretera.

La casa parece abandonada. El revocado de la pared se cae a trozos, y deja al descubierto los cantos rodados utilizados en la construcción. La humedad y las filtraciones ennegrecen las paredes y en algunos sitios aparecen manchas musgosas. En medio de la pared el vano de una ventana y más allá la oscuridad. Se trata sin duda de una casa abandonada pero entonces, ¿cómo explicar la maceta florida en la ventana? ¿Quién la puso? ¿Quién la riega? Paro el coche y nos acercamos . Rodeamos la casa y no vemos señal de vida. En medio de tanto abandono, los geranios en el alféizar ponen su nota de alegría.

Han pasado los años. Me distraigo y ejercito pintado un cuadro que de inmediato me recuerda aquel momento. Con cada pincelada intento acercarme al modelo propuesto, pero sobre todo intento capturar el instante aquel en que supimos hacer un alto durante un viaje de negocios y pararnos a contemplar la serena belleza de una ruina en la que inexplicablemente destacaba un geranio en flor.

14 de enero de 2012

Modernismo, "Art Nouveau", Secesión

Nada más erróneo que querer circunscribir este movimiento a una disciplina, una escuela o una región concreta. En efecto, la indeterminación es una de sus características, se ha llamado de diversas formas (art nouveau, modernismo, art déco cuando se refiere específicamente a objetos, secesión, etc.) y se inscribe dentro de la corriente de rebelión, reforma y libertad que sacudió a Europa a finales del siglo XIX y originó una fuerte reacción en contra de los estilos artísticos dominantes, particularmente aquellos practicados en las Escuelas, sancionados en los Salones o consagrados por la Arquitectura Oficial del momento.

No hay por otra parte manifiesto alguno o programa suscritos por los adherentes a este movimiento que abarca manifestaciones y disciplinas diferentes o incluso prioridades divergentes según las personas o países en los que se originan. Lo que todas estas diversas corrientes tienen en común, es la necesidad de probar algo nuevo, algo que rompa con el estilo tradicional en un ambiente de exacerbada libertad  y en la que el arte sea lo que verdaderamente importe.
Un primer rasgo  de esta corriente consiste en la decisión de abolir cualquier distinción entre Arte con mayúsculas y artes menores. Para estos artistas lo esencial es que el nuevo arte afecte a la vida de la gente,  no sólo a unos costosos cuadros colgados en las paredes de los ricos, sino también a los objetos de la vida cotidiana: casa, mobiliario, vasos, tazas, anuncios: todo, desde el pomo de una puerta hasta la farola de la calle o la barandilla de una escalera. El empeño en combinar belleza y utilidad se encuentra siempre en el centro del mensaje social de este nuevo estilo.

Uno de sus principios formales de inspiración reside en la naturaleza como fuente inagotable de ideas de diseño; especialmente en su flora y fauna y en el desarrollo de sus líneas fluctuantes y asimétricas. Para algunos de sus representantes el énfasis en la ornamentación lineal tiene un contenido simbólico que perciben como una metáfora visual cargada de energía espiritual y de significado. Estos partidarios del Art Nouveau, imbuidos de la importancia política y social del arte, ponen un enorme énfasis en las posibilidades de renovación espiritual y de ahí que, para muchos de ellos, deje de ser un estilo y se convierta en un modo de vida.

Por otra parte el énfasis en los diseños dinámicos de líneas y formas naturales conducen unas veces hacia un arte de naturaleza abstracta y simbólica, otras hacia un arte muy floral y orgánico (especialmente en Francia), a un arte lineal y bidimensional o incluso en ocasiones a un arte geométrico y constructivo. Así pues bajo una misma etiqueta encontramos una enorme variedad de diferentes manifestaciones de este movimiento. A modo de ejemplo, en mobiliario o cristalería, el “Art Nouveau” puede abarcar desde diseños muy elaborados y deliberadamente florales hasta formas geométricas mucho más austeras sin referencia alguna a las sinuosidades de la naturaleza; y en arquitectura el “Art Nouveau” incluye cualquier cosa desde los diseños dinámicos y sorprendentes de Antonio Gaudi hasta los más austeros edificios de estilo secesionista de Jan Kotera en Praga.

El énfasis en el enérgico y dinámico modulado de las líneas fue promovido igualmente por el resurgimiento del interés por el arte celta y la pasión que se extendió en toda Europa por el arte japonés particularmente en sus elementos decorativos, su exotismo y su concepto del espacio.

Las diversas tendencias existentes en el “Art Nouveau” quedan igualmente reflejadas en la manera de pintar a la mujer. La imagen común, utilizada particularmente por Mucha, es la de una mujer como foco central de un intricado diseño lineal que convierte su rostro o figura femenina en parte del diseño del que deriva su fuerza e intensidad. Se percibe en ellas un sentido de autoconfianza, de apasionamiento y de poder. La energía latente en el diseño sirve para cargarlas de una inquietante  independencia.

12 de enero de 2012

"L'Evéil du Matin" de Alfons Mucha

Faltaban menos de dos semanas para que Sarah Bernhardt, la diosa de la danza del momento, estrenara en Paris su obra Gismonda. El gerente de la imprenta Lemercier, que acababa de recibir el encargo de preparar los carteles argumentaba ante tanta inmediatez la imposibilidad de cumplir con la tarea. El joven Alfons Maria Mucha que se encontraba en la imprenta en ese momento, se ofreció en el acto para pintar el cartel. El impresor, a la desesperada aceptó el ofrecimiento y pocos días más tarde Mucha le presentó un cartel estrecho y largo, de tonos malva, rosa, verde, marrón y dorado en el que el pintor esbozaba a la divina Sarah con flores en el pelo, mangas amplias y una palmera aureolando su cabeza. Ante el asombro de todos, Sarah Bernhardt quedó encantada y ofreció a Mucha un contrato de exclusividad por seis años.


Este cartel y los siguientes que Alfons Mucha preparó para el Teatro del Renacimiento hicieron furor y popularizaron el nombre de este pintor nacido en Ivancice, en Moravia del Sur, por entonces aún parte del Imperio Austro-Húngaro, quien, tras un breve paso por Viena, había llegado a París para estudiar en la Académie Julian. Aunque compartió durante un corto período de tiempo taller con Gauguin y a pesar que en esos últimos años del siglo XIX París era un hervidero de escuelas y tendencias, Mucha no simpatizó ni con impresionistas, ni con fauvistas, o puntillistas. Se mantuvo fiel a su propio e inconfundible estilo que a falta mejor comparativo, se dio en llamar “estilo Mucha”.
Con ese estilo Mucha produjo una gran cantidad de cuadros , pósters, carteles e ilustraciones y participó en el diseño de joyería, dibujos para textiles, y diversos elementos de decoración siguiendo ana tendencia que vino a llamarse “Art Nouveau”.

Como todas las modas el estilo Mucha fue perdiendo el fervor del público. Sin embargo algunas de sus litografías mantuvieron siempre una gran popularidad que se acrecentó con la puesta en valor del llamado “Art Noveau” a finales de los años sesenta. Entre las litografías más representadas se encuentras las series que ilustran las horas del día, las estaciones del año o las piedras preciosas.

Analizando detenidamente las ilustraciones y pósters de Mucha podemos percibir la razón de que su obra se hiciera tan popular. Arraigado profundamente en la tradición folklórica de su país de origen, su estilo es accesible y fácilmente comprensible incluso para el observador menos ilustrado. El diseño combina líneas dinámicas con patrones geométricos en los que el impacto de las figuras se refuerza por la manera en que emergen o se funden con el dibujo. Los colores generalmente quedan poco subrayados resaltando así el trazado lineal y la harmonía que se establece entre este trazado y la figura humana, que evoca casi siempre mujeres o jóvenes en una atmósfera llena de energía sexual no tanto por la representación en sí misma como por la exuberancia, autoconfianza y salud que parecen disfrutar y que las despoja de cualquier atisbo de malicia. Líneas ondulantes, y ornamentación floral acompañan siempre a las figuras que parecen nimbadas con un halo de sensual serenidad.

No es pues sorprendente que estas litografías tuvieran tanto éxito y atrajeran el interés de un público urbano especialmente en una época en que se estaba desarrollando el fervor romántico por la naturaleza.

2 de enero de 2012

Laura Freixas : Los otros son más felices

LOS OTROS SON MÁS FELICES

Novela
Laura Freixas
Ediciones Destino 2011
Áncora y Delfín 1220
255 páginas


La hierba en el jardín del vecino siempre nos parece más verde que la del nuestro propio y es que solemos ver la felicidad ajena como un compendio bienes, de situaciones o de relaciones de las que nosotros carecemos.

Este parece ser el hilo conductor de “Los otros son más felices” novela con la que Laura Freixas se adentra de forma magistral en la toma de conciencia de la propia individualidad, en los cambios que se producen los años sesenta y setenta en la familia tradicional española, en las relaciones entre diferentes clases sociales, y en la siempre complicada relación de madres e hijas.


La novela está narrada en primera persona, y hay que subrayar la palabra “narrada” porque efectivamente nada más convincente que los titubeos, las vueltas atrás, las respuestas aplazadas con las que la narradora va desgranando sus recuerdos como si contestara a una interlocutora cuyas preguntas el lector no llega a escuchar.


La narradora, Áurea evoca la época aquel verano de sus 15 años en que sale de casa por primera vez para pasar unas vacaciones en la Tramontana en casa de unos parientes “ricos”. La adolescente queda deslumbrada por esa otra forma de vida, alegre, desenfadada, despreocupada y feliz. Admira y envidia sobre todo, el arte, el buen gusto, el refinamiento las maneras de sus parientes y sobre todo de su lejana prima. Sin embargo las cosas no siempre son lo que parecen y aunque la experiencia servirá a la joven para salir del cascarón y empezar a pensar la vida por su cuenta y enjuiciar las verdades y mentiras de su madre, y las falsas relaciones de sus padres bajo un nuevo prisma.


Pero el arte de Laura Freixas, precisamente reside en que esas cosas se van desvelando progresivamente como si la narradora estuviera esperando a que pudiéramos abarcar con una mejor perspectiva todos los elementos de la historia.


En efecto, aunque el núcleo de la historia transcurre durante la transición española, la narradora antes de esta conversación transcrita ha tenido la oportunidad de encontrarse varias veces con algunos de los protagonistas de aquella época redondeando así la información sometida al prisma del tiempo, de los acontecimientos y de los propios protagonistas.


En resumen, una novela escrita con un lenguaje sencillo pero muy potente, que parece proponer la necesaria e irremediable separación del entorno familiar que nos capacita para entendernos a nosotros mismos y entender la vida no como nos la cuentan sino como nosotros mismos la vivimos.

…Sí, es verdad que era un poco lo mismo, que a mi padre le pasaba como a mí, nunca terminábamos de corresponder a lo que ella esperaba de nosotros. Es que yo creo que mi madre, más que querernos, nos necesitaba. Ella decía que sólo pensaba en servirnos, que vivía para nosotros, pero en realidad, ahora que lo pienso…Nos servía en cosas que quizá nosotros, mi padre y yo, no queríamos, yo no tenía especial interés en ir limpísima y planchadísima, yo no quería que se pasara horas dándole a la máquina de coser para hacerme vestiditos con punto de abeja en la pechera, yo.,., yo no sé muy bien qué quería, pero no era eso. Es como si ella hubiera establecido los términos de un pacto: ella nos servía guisando y limpiando, y a cambio, nosotros teníamos que hacer, que ser, lo que ella quería que fuéramos. Y a nosotros nos dejaba más alternativa que obedecer, plegarnos a ese pacto que no habíamos elegido, o ser, él un marido traidor, yo una mala hija: unos ingratos.