26 de febrero de 2008

Kandinsky: Improvisación nº 26

Improvisación nº 26
Óleo sobre lienzo 97 x 107,5 cm
Satdtishe Galerie im Lenbachhaus Munich

La obra de Kandinsky, sus esfuerzos por encontrar nuevas formas de expresión dentro de la pintura, y en especial, un nuevo concepto del arte, nos podrían parecer hoy día problemáticos, caprichosos, o incluso inexplicables. No obstante, en el caso de Kandinsky se pueden rastrear, igual que en cualquier otro artista, razones de tipo biográfico, experiencias imborrables de la niñez y la juventud que, junto con la predisposición natural, ponen en evidencia una motivación interior, un auténtico impulso creador.
Kandinsky fue, además de artista, un elocuente teórico del arte y se manifestó en sus numerosos escritos sobre este punto básico del quehacer artístico, interpretándolo como una “predisposición interior” o, más concretamente, como una “necesidad interior”.
Kandinsky estaba convencido de que existía una correspondencia “interna” entre la obra de arte y el espectador, la cual bautizó con el nombre de Klang (“son”). La cantante podría ser una simbolización temprana de esta tesis que Kandinsky explicaría más tarde en su obra teórica "Sobre lo espiritual en el arte" con una imagen similar: “Por lo tanto, el color es en general un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es la tecla. El ojo es el martillo templador. El alma es un piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que, mediante una tecla determinada, hace vibrar el alma humana.”
En 1912 comenzaba para Kandinsky los años decisivos en el camino hacia la pintura abstracta. Sus “Improvisaciones” son quizás las que mejor ilustren este proceso que, partiendo de las relaciones asociativas, poco a poco habría de conducirle hasta un lenguaje formal y cromático puro. Improvisación 26 conecta con las manchas de color y las líneas gesticulantes que caracterizaban los cuadros de 1911. En esta obra también llaman la atención algunas imágenes ambivalentes que, vistas de cerca, nos guían hacia formas de referencia objetiva. La mancha roja de la derecha se descubre como una figura estilizada que, en conexión con el arco rojo y las seis líneas negras, alude a la explicación indicada por Kandinsky

24 de febrero de 2008

Playa de los locos


Me gusta contemplarte
desde el acantilado
pequeña lengua de plata
cortejada por los mares.
Te azotan furiosas las olas
cabalgadas por modernos faunos
vestidos de neopreno.
Llegan a tu limpia arena
exhaustos y anhelantes
cubiertos de blanca espuma
y se postran a tus pies
en sus ritos modernos
pero el rugiente océano
acalla sus plegarias.

23 de febrero de 2008

El libro de las Aguas

EL LIBRO DE LAS AGUAS
Novela
Alejandro López Andrada
Algaida Editores 2007
254 páginas

"Tras pasar media vida en el exilio, Ángel vuelve a su pueblo para reconstruir la historia de su familia. Novela de tono social es, por otro lado, un relato romántico donde realidad y fantasías fluyen a través de un lenguaje poético y sencillo. El autor de este libro consigue tejer una densa intriga que, en todo momento, cautiva el alma del lector. Alejandro López Andanada, escritor y poeta, confirma con esta novela su extraordinario dominio del lenguaje y, a la vez, que es dueño de un universo mágico muy personal".

Tras la sinopsis que figura en a contraportada de este reciente libro de Alejandro López de Andrada que forma parte de una trilogía sobre el mundo rural y un canto emotivo y poético a su valle de los Pedroches, queda por añadir varios comentarios importantes.

Ante todo estamos ante un escritor que es sobre todo poeta, y poeta bucólico para más detalle. Sus premiados libros de poemas así lo atestiguan, pero además al recorrer las páginas del libro observamos que la lectura, sobre todo en su primera parte, fase se hacen pesadas debido a la acumulación de imágenes poéticas del tipo: “el sol resbalaba como una lágrima tras la estación derramando cinabrio y ausencia en las colinas” o “Sólo sonaban los goznes de la tarde abriendo a lo lejos, tras las ruinas sigilosas del poblado minero, la voz de la penumbra, las desoladas compuertas de la noche”.

A decir del propio autor “El Libro de las aguas es una historia de amor, pero también de reconciliación, de perdón, una novela sobre la memoria y sus trampas, y en cierto modo una novela gótica, por la aparición de la dimensión sobrenatural […] yo quería hacer un homenaje a Juan Rulfo y su Pedro Páramo, ese mundo de vivos que se mezclan con los muertos. De muertos que no terminan de irse del todo“. Y es que en la novela aparece un mundo fantasmagórico con brujas, almas en pena que se transforman en petirrojos y una malvada hechicera que se la tiene jurada a toda la familia del protagonista.

No me extraña que El libro de las aguas, sea llevada al cine por la productora Saguel Films, a través de una coproducción con México. Saguel, especializada en la adaptación de textos literarios, ha sido la encargada de llevar a la gran pantalla obras como La sombra del ciprés es alargada , de Miguel Delibes o la historia de Primero y último amor , de Torcuato Luca de Tena. Los responsables de la productora encargados del proyecto ya han estado visitando la zona de Villanueva del Duque (de donde es el autor) para estudiar la posibilidad de grabar algunas escenas en esta zona. La vida rural en la España de la inmediata posguerra, el rescoldo y las heridas abiertas por la guerra civil, las batidas de la guardia civil para erradicar los últimos supervivientes del maquis, el poder de los caciques y el sufrimiento de los pobres dan mucho juego para una película que no me cabe duda, aligerará el lenguaje poético con imágenes incomparables de ese bello rincón de España a perdido entre Andalucía, Castilla la Mancha y Extremadura que es el Valle de los Pedroches.

Perú: Viajes con adrenalina



A pesar de haber estado varias veces en Perú no puedo alardear de haber visitado el Machu Pichu. Me hubiera gustado pernoctar en Cuzco, combatir el mal de alturas mascando hojas de coca y volver rico de experiencias y pavoneándome de las fotografías.

Mis viajes a Perú han tenido como único destino la capital, Lima, esa ciudad tan colonial y tan dispersa, tan rica en palacios y monumentos y que a pesar de subrayar tan descaradamente las clases sociales y separar en barrios ricos y pobres a sus habitantes no puede impedir que el olor nauseabundo a guano y miseria invada por igual cualquier rincón de la capital.

Desde luego, de lo que no me puedo quejar es de falta de sobresaltos y de adrenalina cabalgando desbocada por mis venas. En mi primer viaje llegué a Lima a pesar de las advertencias de mis Jefes que me aconsejaban interrumpir un viaje que me había hecho recorrer todo Centro América, Colombia y Venezuela. Las noticias que llegaban a España sobre los atentados de Sendero Luminoso eran alarmantes. Se comentó incluso que la tripulación de Iberia, el día anterior había tenido que quedarse a dormir en el propio avión por la falta de seguridad en la capital. Sin embargo, mi llegada a Lima se produjo con toda normalidad excepto porque sólo pude obtener un taxi cochambroso para acercarme al hotel. Mi falta de experiencia hizo que en aquella ocasión pidiera al taxista que me extendiera un recibo por la carrera. El pobre hombre, tras advertirme que no sabía escribir, se ofreció a manchar su dedo con bolígrafo para dejar su huella en el recibo que yo le escribiera. Ni que decir tiene que la lección caló hondo y nunca más en mi vida profesional he vuelto a pedir un recibo antes de cerciorarme que mi petición no pudiera humillar al taxista.

El resto del viaje se desarrolló sin incidentes y con un relativo éxito en las gestiones. El último día de mi estancia cené solo en un restaurante cercano al hotel y para mi sorpresa constaté que era el único comensal a parte de un matrimonio que por el acento, y manera de vestir parecía español. Su conversación fue subiendo de tono y de vehemencia y al poco tiempo ya no pudo evitar asistir a una de esas peleas conyugales a propósito de la educación de los hijos, que dejan a los vecinos sumidos en una profunda vergüenza ajena y con ganas de desaparecer de la escena tan silenciosamente como las volutas de humo de los cigarrillos.

A la mañana siguiente, cuál no sería mi sorpresa al constatar que mis vecinos de restaurante la noche anterior no eran otros que el jefe de Cabina y una de las Azafatas en la Clase de negociasen la que viajaba. La pobre mujer me reconoció y creo que muy a pesar mío la hice pasar un penoso viaje. Me hubiera gustado tranquilizarla. Todos, alguna vez, hemos dado la nota, pero en estos viajes largos es difícil para las azafatas esquivar la presencia de los pasajeros. y gustoso hubiera cambiado de cabina para no contribuir a su bochorno.

Un año más tarde regresé a Lima acompañado esta vez por uno de los Directores de mi empresa. Creo que su presencia se debió más a la curiosidad que todos sentimos por conocer nuevos países que a una verdadera necesidad. Lo que mi jefe no podía imaginar es que iba a tener uno de los peores viajes de su vida.

Llegamos a Lima en vuelo directo desde España con escala en Santo Domingo. Todo fue perfectamente hasta el día antes de nuestro regreso vía Bogotá. Esa noche, deambulamos por el centro histórico y visitamos la famosa Plaza de Armas y algunos palacios limeños de la época colonial. Sin embargo, al atardecer volvimos para atrincheramos en nuestro hotel en San Isidro, uno de los barrios ricos y “seguros” de la capital. Al llegar al hotel vimos que la gente se agrupaba frente al televisor. Nuevamente la guerrilla había dado un golpe de efecto poniendo una bomba en el hotel Sheraton donde minutos antes habíamos estado tomando unas cervezas.

Nos miramos, bendecimos la suerte, y nos fuimos a acostar rumiando cada uno nuestros propios pensamientos. A la mañana siguiente, nos sorprendió que el Gerente de la empresa amiga que venía a recogernos para llevarnos al aeropuerto, viniera acompañado de otra persona que nos presentó como el abogado de su compañía. Ante nuestra sorpresa nos señaló que contar con el abogado sería útil en caso que nos detuvieran por el camino. Como era de esperar, no ocurrió nada de lo temido y llegamos al aeropuerto con toda normalidad. Sin embargo, al acercarnos al mostrador de Iberia nos abordaron dos forzudos policías con los primeros botones de la camisa desabrochados y armados hasta los dientes. Sin mediar palabra nos introdujeron en una habitación y sin más preámbulos o explicaciones sometieron nuestro equipaje y nuestras personas a un chequeo tan minucioso y tan absurdo que en otras circunstancias hubiéramos atribuido a una parodia. Aún hoy guardo el estuche de unas gafas Rayban cuyo forro fue totalmente despegado por uno de los policías. Traté de bromear para distender el ambiente y sobre todo aplacar la tensión creciente que veía en mi compañero. No tuve éxito. Mientras los policías hurgaban en nuestras ropas empezaron a comentar entre ellos la amenaza de bomba que se había recibido y que decían podía estar en el avión de Ibería. Pensé que en ese caso, el estuche de mis gafas no era el mejor escondite para una bomba, particularmente si dicho estuche debía viajar en mi equipaje de mano, pero el horno no estaba para bollos y preferí guardar silencio.

Lo que acabó de sacarnos de quicio, fue el comentario de uno de los policías que decía al otro, que de estallar la bomba, ojalá fuera a poca altura para no perderse detalle…Hubo suerte y el curioso policía se quedó sin vernos saltar literalmente por los aires. Con cierto retraso el avión despegó y, aliviados, fuimos dejando atrás una estancia limeña cargada de sobresaltos. El vuelo a Bogotá debía durar aproximadamente tres horas pero pasado ese tiempo aún estábamos en el aire y el avión empezó a girar y girar en redondo sin decidirse a tomar tierra. No hubo explicaciones por parte del piloto y mi compañero empezó a ponerse lívido por momentos. Quizá la bomba estaba en el avión y el comandante no se atrevía a tomar tierra… Quizá estaba tratando de agotar el combustible… Me imagino todas las suposiciones que se haría porque no volvió a decir palabra el resto del viaje. Finalmente el avión tomó tierra en Bogotá y nuestros clientes, que nos estaban esperando, nos aclararon que había descargado una terrible tormenta sobre la sabana de Bogotá y el avión había sido retrasado en espera de que la tormenta amainase antes de tomar tierra. Todo perfectamente lógico y normal, pero la explicación llegó demasiado tarde. Mi pobre jefe llegó al hotel tan enfermo que no pudo abandonar su cuarto en los dos días que duró nuestra estancia en Bogotá.

No me extrañó que cancelara el resto del viaje y tuviera que seguir solo hacia Caracas y Panamá. Lamenté que su viaje no hubiera sido todo lo agradable que había previsto pero como no hay mal que por bien no venga, no pude dejar de sentir una secreta alegría por lo sucedido, poco después cuando me anunció una subida de sueldo del treinta y cinco por ciento.

20 de febrero de 2008

Incomunicación cibernética


Ya he comentado en algún otro lugar que una de las cosas más paradójicas de nuestro tiempo es que entre más interconectado está nuestro mundo actual: antenas parabólicas, teléfonos móviles, Internet, chats, blogs, menos nos conectamos emocionalmente. Pasamos horas navegando en Internet pero nos falta tiempo para una conversación sosegada, sin prisas con un amigo. Atrás ha quedado aquella costumbre de sentarse a la puerta de casa y entablar conversación con los pasantes o hacer tertulia con vecinos y amigos. Nuestro círculo social tangible se estrecha mientras el virtual se expande. Hay tener madurez y seguir manteniendo un cierto equilibrio entre realidad virtual y realidad tangible. Nuestros sentimientos y nuestras emociones necesitan nutrirse equitativamente de ambas.

Catedral de León


Filigrana de piedra y luz
arañada de hielo sol y lluvia
“pulchra leonina”
linterna incendiada de fe
que señoreas sobre la ciudad.
Te contemplo arrobado
mientras tañen tus campanas
y evoco los lejanos años
jugando al escondite entre tus rejas.
Tus muros llevan la llaga de los años
pero la suave penumbra de tus naves
sigue siendo el bálsamo eficaz
que tranquiliza mi alma.

13 de febrero de 2008

Tu risa


Para todos los que abiertamente, a escondidas o soñando siguen pintando corazones

(La foto está tomada de internet)



Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo
con lo ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.

Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
veo que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.

Junto al mar en otoño.
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.

Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.


Pablo Neruda

10 de febrero de 2008

La historia de al familia Roccamatio de Helsinki


LA HISTORIA DE LA FAMILIA
ROCCAMATIO DE HELSINKI
Novela
Yann Martel
Ediciones Destino 2006
Áncora y Delfín 1067
Título original: "The facts behind the Helsinki Roccamatios 2004"
Traducido del ingles por Bianca Southwood
91 páginas


Había oído hablar de su primera novela: Hisoria de Pi, ganadora del Broker Prize, pero no le había dado más importancia. Sin embargo de manera un tanto accidental he tenido acceso a su segunda novela, La historia de la familia Roccamatio de Helsinki y que quedado conmovido hasta elo tuétano.

Nada me hacía presagiar que la historia nada tenía que ver ni con los Roccamatio ni con Helsinki, que la historia de verdad se desarrolla en una habitación de hospital donde se consume de sida Paul, amigo íntimo del protagonista.

Como es habitual en la Universidad de Ellis, en las afueras de Toronto, a los alumnos de primer curso se les adjudica un estudiante de los últimos cursos que hace de tutor y les ayuden en los primeros pasos de su vida universitaria. Paul, de 21 años acaba de ingresar y el narrador se hace cargo de él. Nada le hacía presagiar hasta qué punto. Al poco tiempo de ingresar en la Universidad, Paul enferma y se le detecta una neumonía causada por sida contraído en una transfusión de sangre que tuvo lugar años antes como consecuencia de un accidente de tráfico en Haití.

El mundo de Paul se desmorona, los padres impotentes, descargan su dolor destrozando muebles como Jack o encogiéndose un posición fetal y recostándose en una cama en una pasmosa inmovilidad.

El narrador entonces, casi sin pensarlo se va viendo envuelto en el devenir de esta familia, y sin que nadie se lo haya pedido de manera formal, se convierte en el guardián de Paul, en el amigo que discurría maneras de neutralizar el dolor, que le acompañará, y vivirá intensa y doblemente cada minuto de vida que le queda a su compañero.

Inspirándose en el Decamerón de Bocaccio, nuestros amigos deciden narrarse historias que a través de la imaginación les alejen de la sórdida realidad del momento. Y para no naufragar antes de tiempo, se inventan una familia, los Roccamatio, un lugar, Helsinki, y unas peripecias que se irán desgranando siguiendo el hilo del acontecer político de cada año del siglos XX.

Escrita es un lenguaje terso, casi periodístico, esta breve obra de menos de 100 páginas, nos absorbe por completo por su dramática intensidad y por esa cariñosa, casi tierna amistad que une a los protagonistas y les conjura contra el dolor, la desolación y la decadencia del cuerpo que impone la enfermedad, a través del placer de fabular y del relato de viva voz.

En un extraordinario travelling, el enfoque de la obra se va centrando cada más en los dos protagonistas mientras se desdibujan todos los demás personajes que se convierten en meros espectadores: los padres, la hermana, los médicos, las enfermeras. Solos ante la muerte, luchando con su inminente sombra el Paul y su fiel amigo luchan como Jacob y el ángel a brazo partido y nos preguntamos quién gana la partida: el que ha dado más, ha amado más o el que acaba comprendiendo que incluso la muerte puede en ocasiones dejarse abrazar como una dulce amante.

Edvar Munch: El Grito

El Grito
Óleo temple y pastel sobre cartón
National Gallery
OSLO

“Yo pintaba las líneas y los colores que afectaban a mi ojo interno. Pintaba de memoria sin añadir nada, sin detalles, que ya no estaban ante mí. Este es el motivo de la simplicidad de los cuadros, de su obvia vacuidad. Pintaba las impresiones de mi infancia, los colores apagados de un día olvidado”
Edvar Munich

El grito (además de la importante versión de 1893 de la Galería Nacional existen alrededor de cincuenta copias) nos confronta con el miedo y la soledad del ser humano en una naturaleza que no consuela, sino que recoge el grito y lo arrastra por la amplia ensenada hasta el cielo teñido de rojo sangre. La ensenada con los veleros apenas insinuados, así como el puente cuya baranda corta el cuadro por la diagonal, hacen alusión a Nordstrand. En unas notas de 1892 escritas durante su convalecencia en Niza, Munch recuerda la situación que daría origen al cuadro: “Iba caminando con dos amigos por el paseo – el sol se ponía – el cielos e volvió de pronto rojo – yo me paré – cansado me apoyé en una baranda – sobre la ciudad y el fiordo azul oscuro no veía sino sangre y lenguas de fuego – mis amigos continuaban su marcha y yo seguía detenido en el mismo lugar temblando de miedo – y sentía que un alarido infinito penetraba toda la naturaleza.”

Antes de llegar a este punto, Munich tenía tras de si una carrera artística jalonada de numerosos escándalos y una vida plagada de sufrimientos. El punto de partida había sido su situación familiar particular, así como las condiciones generales de la vida en la capital noruega. La enfermedad y la falsa moral serán desde temprano dos temas característicos de los trabajos de Munch. Desde su niñez, la experiencia de la muerte y de la enfermedad había ocupado un lugar central en su vida. Su hermana Sophie murió de tuberculosis a los quince años. Munch vivió con plena conciencia el desarrollo de la enfermedad, y es esta experiencia la que tratará más tarde en el cuadro La niña enferma, que data de 1885 -1886. A la edad de cinco años pierde a su madre, víctima también de la tuberculosis, que por entonces se propagaba como una epidemia. En 1889, durante la estancia de Munch en Paris, muere su padre. La preocupación por la supervivencia de la familia acompañó a Munch hasta entrados los años noventa. En uno de los apuntes posteriores Munch escribirá que nunca dejó de considerar ambos factores como dos motivos importantes en el desarrollo de su personalidad, así como en su evolución artística: “Sin el miedo y la enfermedad mi vida sería como un bote sin remos.”

9 de febrero de 2008

Dinamarca

Una sola imagen, por encima de todas las imágenes que se han ido acumulando a lo largo de mis sucesivas visitas a Dinamarca: el silencio del mar, las olas congeladas y a lo lejos un barco rompehielos abriéndose camino.

Sé que es injusto. Dinamarca no es sólo eso. Ni tan siquiera es lo más importante, pero no puedo escapar al impacto que produjo en mi ese silencioso panorama y Dinamarca, país de palacios, de cálidos interiores, de velas encendidas, de cuentos de Hans Christian Andersen y de una Sirenita varada a orilla del puerto, es siempre y en primer lugar esa imagen impactante.
Había llegado por la tarde a Copenhague y enlazado directamente hacia Aarhus donde al día siguiente visitaría a un cliente. Llegué tarde al hotel por lo que me acosté de inmediato no sin antes echar un vistazo por la ventana. Observé entonces que el hotel estaba a orilla del mar y que a pesar de que las ventanas estuvieran cerradas se oía en sordina el rumor de las olas contra el embarcadero. El cansancio, pero quizá también ese suave y consistente ronroneo del mar hizo que me durmiera enseguida. Con el mar aún batiendo en mi mente me desperté por la mañana y descorrí las pesadas cortinas para contemplar el mar…. Por increíble que parezca estaba totalmente helado y se apercibía claramente la undulación paralizada de las olas. No es fácil describir la impresión. El mar que siempre me había parecido hecho de música y movimiento, aquí en Dinamarca se transformó en la más absoluta inmovilidad y el más acongojante silencio. Desde la ventanilla del avión que me devolvía a Copenhague por la tarde vi cómo el avión era rociado por completo con líquido anticongelante para evitar la acumulación de hielo en las alas, y comprendí de manera difusa, y por contraposición, cómo se vivían en los países fríos.

Las bajas temperaturas, el viento, el hielo, hace que los daneses pasen buena parte de su tiempo encerrados en casa y por consiguiente la decoran y amueblan con exquisita minuciosidad. Además de funcionales, cada utensilio de cocina, cada silla, cada mueble es una obra de diseño y el gusto danés se ha ido imponiendo en toda Europa como sinónimo de sobriedad y estilo. Siempre me he sentido a cómodo en los hogares daneses. Generalmente los negocios se hacen en la oficina y los agasajos en el restaurante, pero si un danés te abre la puerta de su casa puedes estar seguro de que antes te ha abierto su corazón. Y te sientes como en casa. Las comidas son frugales, a veces espartanas, los encurtidos, sobre todo de pescado, chirrían en el estómago, pero la cerveza es buena, los postres deliciosos, y los schnapps aromatizados al finalizar la comida te sumen en ese agradable sopor en el que cada palabra, cada elemento de decoración va tomando amplitud y parece que queda incrustados en tu imaginación.

Ambiente cálido en las casas, frío gélido en las calles, cerveza y schnapps para combatirlo y alguno de esos pubs cercanos al puerto de Copenhague para alternar con desconocidas, reír mucho, hablar poco y dejar que te cuenten al oído lo mucho que disfrutaron de aquellas vacaciones en Mallorca o del último fin de semana en Marbella. Pero a la mañana siguiente aquella danesita de anoche, como diligente colegiala se sube a la bicicleta y se suma a los miles de personas que se desplazan al trabajo pedaleando. Las sirenitas han regresado a sus grutas marinas y frente a mi me vuelvo a encontrar con eficientes, políglotas y sonrientes ejecutivas. Ya no se habla de España sino de productos opoterápicos, de entregas, de precios, del desarrollo de la insulina sintética y de su posible impacto sobre la industria local.

Dinamarca es como un puño semicerrado que mostrara dos dedos en alto y jugaran con sus dos islas principales, pero desde hace unos años, el viajero ya no tiene que pensar en ferris para recorrerla casi por completo. Una combinación de puentes y túneles bajo el mar hacen posible el recorrido en automóvil y desde el año 2000 Copenhague está igualmente unida por carretera a Suecia. Sin embargo, salvo la obligada visita al famoso castillo de Helsingor para no desairar a Hamlet, he preferido siempre permanecer en Copenhague y visitar la Sirenita, perderme por Stroget, probablemente la calle peatonal más larga de Europa con sus joyerías, sus tiendas de diseño, y de decoración, sus bares, sus tiendas de moda, sus papelerías. Nunca he sido capaz de recorrerla y volver al hotel con las manos vacías: un salero de Georg Jensen, una piedra semipreciosa engarzada en un anillo de plata, o la estatuilla en terracota de una campesina danesa son algunos de los pequeños tesoros recogidos en esos viajes.

Cada uno de mis sucesivos viajes a Dinamarca se asemeja a los diferentes pases de la hoja en una impresión a cuatricromía. Cada pase del fotolito, imprime un color que se mezcla con el anterior. Cada viaje recoge matices que se funden con impresiones anteriores. Al final, después de los cuatro pases la pancarta, el cartel o el dibujo tiene su color definitivo, bastante parecido a la realidad. La suma de viajes también ha ido poniendo notas de color, pequeños detalles, rasgos diminutos que conforman un todo, y hacen que al mencionar Dinamarca se dibuje en mi mente un país probablemente diferente a como lo perciben los propios del país, los turistas accidentales, o los reporteros profesionales. Para mí, Dinamarca supondrá siempre, tecnología, agricultura, frugalidad, orden, limpieza, diseño, buen gusto mar, sirenas rubias, cerveza y recubriendo todo ello una ola gigante como la que Hokusai vio en la Costa de Kanagama.

8 de febrero de 2008

Premio Calidez


Malena y Willow han coincidido en otorgarme el Premio a la Calidez y me ha emocionado tanto por la coincidencia como por sentir que lo que hago por placer personal y necesidad de expresarme, transmite a los que me leen una pequeña parte de lo que siento.

Me perdonaréis que no publique de inmediato mis elecciones. Los que me leéis sois todos y todas merecedores del premio pero para que no quede en una especie de guetto cerrado seguiré explorando nuevos blogs amables.

5 de febrero de 2008

Premio Eseya



Este premio ha sido creado por Eseya
Las reglas del premio son las siguientes:
1) Debes elegir a 5 blogs que consideres sean merecedores de este premio por su creatividad, diseño, material interesante y aporte a la comunidad bloguera, sin importar su idioma.
2) Cada premio otorgado debe tener el nombre de su autor/autora y el enlace a su blog para que todos lo visiten.
3) Cada premiado, debe exhibir el premio y colocar el nombre y enlace al blog de la persona que lo ha premiado
4) Premiado y premiador, deben exhibir el enlace de Arte y pico, para que todos sepan el origen de este premio.
5) Exhibir estas reglas.


Consuelo Labrado, excelente narradora y mejor poetisa, ha concedido El Premio Eseya a mi blog y llevo ya varios días siendo un descortés porque aún no le he dicho: "¡Gracias!"

Por mi parte he elegido bloggeros nuevos, desconocidos para mí hasta hace poco, pero que creo que están haciendo algo muy interesante y también a algunos de mis habituales.

Estos son pues los destinatarios de el premio Eseya: